miércoles, 10 de enero de 2018

Apresaron a dos bolivianos con 200.000 pastillas de Rivotril

Los efectivos del escuadrón número 61 de Gendarmería apostados en el paso de Salvador Mazza que une a la provincia de Salta con Bolivia notaron por la mañana a dos hombres en un sector no habilitado del paso. Llevaban varias bolsas de arpillera pintadas de azul, típicos paseros en una frontera agitada, signada por el comercio ilegal, nada sorprendente. Los dos hombres, M. H. y S. M., de nacionalidad boliviana, se pusieron visiblemente nerviosos ante el prospecto de requisa. Llevaban veintidós cajas de cartón entre los bultos, algo pesadas. Los gendarmes encontraron al abrirlas unos 3.168 envases blancos de cartón con 60 pastillas cada una. Era Rivotril, dos miligramos de clonazepam por comprimido, fabricado por los laboratorios Roche, el ansiolítico y antidepresivo más vendido de la Argentina y uno de los más populares del planeta. Cada caja tiene un valor aproximado de 210 pesos en el mercado, un valor de mostrador de más de 600 mil pesos para todo el lote. Las pastillas provenían de Salta, llevaban stickers de una empresa de correo privado, con Rofina SAICF, una de las empresas más conocidas del negocio de distribución de medicamentos como presunto remitente. No es la primera vez que ocurre en el paso de Salvador Mazza: otras mil cajas del ansiolítico fueron incautadas por Gendarmería en agosto del año pasado, descartadas por otro boliviano que intentaba cruzar a su país. H. y M. fueron arrestados para quedar a disposición del Juzgado Federal de Tartagal. No fueron acusados de narcotráfico, ya que el clonazepam no es un estupefaciente ilegal. La figura legal que se les aplicó fue la de infracciones a las leyes 22.415 y 19303, contrabando de psicotrópicos. Que el Rivotril -o el clonazepam, en venta con más de diez nombres en el mercado argentino- sea legal bajo receta implica que los organismos del Estado dedicados al narcotráfico no pueden investigar su venta ilícita a gran escala; la Procuraduría de Narcocriminalidad del MPF no cuenta con ninguna investigación al respecto. Así, el Rivotril se convirtió en un objeto cotidiano y en un complemento de la cultura de las drogas, usualmente a disposición de adictos a la cocaína para interrumpir los efectos euforizantes del alcaloide y conciliar el sueño, recetado por médicos truchos u otros dealers, lo que en la jerga se conoce como "llamar al doctor Chapatín", en referencia al personaje de Chespirito.

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