Ayudado por su familia y por un persuasivo aparato de seguridad e inteligencia, Asad, de 45 años, tiene el poder absoluto en Siria, y ha ignorado las demandas de transformar el régimen anacrónico que heredó en 2000 al suceder a su fallecido padre, el ex mandatario Hafez al Assad. La violencia del viernes elevó a unos 300 la cifra de muertos desde que estallaron los disturbios el 18 de marzo en la ciudad de Derá, según activistas de derechos humanos y hoy siguen masacrando gente.
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