Margarita Barrientos nació en el pueblo de Añatuya, en Santiago del Estero, en el 61. La madre contrajo el mal de Chagas y murió de leucemia cuando ella tenía apenas 12 años. También 12 eran los hermanos. A poco de morir la madre, el padre los abandonó.
Margarita llegó a Buenos Aires huyendo de la pobreza. En José C. Paz, se reencuentra con su hermano mayor. Allí también conoce a su amor, Isidro Antúnez. A partir de ese encuentro, comienza la previa de la Barrientos pública. Trabajan a destajo, él en la quema de Lugano, de donde obtiene sobras para alimentarse y basura vendible; ella cirujeando y limpiando en casas de familia. Con lo que ganan y con una pensión que cobra Isidro por invalidez –perdió un brazo mientras trabajaba con un volquete-, compran un terrenito en la Villa 20. Comienza a tomar forma la vocación humanitaria de Margarita.
Cuando los beneficios de la quema comienzan a disminuir por los controles, Isidro consigue un carrito desvencijado y sale a recorrer las calles para juntar cartón y otros materiales reciclables. Más tarde compra un caballo. La cosa mejora, pero en la Villa 20 no hay futuro. Se mudan al barrio Los Piletones. Allí construyen una casa con chapones rescatados de la quema, progresan, se afincan. Allí también, Margarita Barrientos funda su comedor comunitario, el 7 de octubre de 1996, aclara con precisión.
Su trabajo se va haciendo público y los medios periodísticos se interesan por esa mujer que con 10 hijos a cuestas sale a cirujear para darles de comer a otros 100. En diciembre de 1997 es nombrada Vecina Ejemplar de la Ciudad de Buenos Aires. En 1999 gana el concurso La Mujer del Año. En octubre de 2011 la Legislatura porteña la declara Ciudadana Ilustre.
A pesar de haber padecido hambre, pobreza y abandono durante muchos años, Margarita emana felicidad. "Si uno no es positivo, no se puede salir adelante", dice, asegura además que todos los que van pasando por el comedor son atendidos.
"Un plato de comida no se le niega a nadie", asevera esta mujer de 47 años, a quien todos en la villa acuden en busca de consejos, ayuda, medicamentos, comida o simplemente un poco de afecto. Es que como si 10 hijos no eran suficientes, Margarita adoptó a toda la comunidad.
En el comedor, inaugurado en 1996, trabajan unas 30 personas, tanto en la cocina como en la guardería, la biblioteca y el hogar de día para personas de la tercera edad. En frente se construyó un centro médico, en el que trabajan voluntarios de diversas universidades. Conseguir alimentos y medicamentos no es fácil, pero Margarita no da el brazo a torcer.
"Amo este trabajo", dice, y cuenta que "cuando sea vieja" se imagina siendo una mujer "muy gorda y con una pollera larga" a la que todos van a ver para pedirle consejos.
"Ojala nadie tuviera que venir acá, porque todos deberían tener su comida y su vida digna, pero mientras no sea así, acá siempre va a haber un plato de comida para cualquiera que lo necesite", insiste esta mujer de amplia sonrisa y un corazón capaz de albergar a miles de personas pobres.
Margarita llegó a Buenos Aires huyendo de la pobreza. En José C. Paz, se reencuentra con su hermano mayor. Allí también conoce a su amor, Isidro Antúnez. A partir de ese encuentro, comienza la previa de la Barrientos pública. Trabajan a destajo, él en la quema de Lugano, de donde obtiene sobras para alimentarse y basura vendible; ella cirujeando y limpiando en casas de familia. Con lo que ganan y con una pensión que cobra Isidro por invalidez –perdió un brazo mientras trabajaba con un volquete-, compran un terrenito en la Villa 20. Comienza a tomar forma la vocación humanitaria de Margarita.
Cuando los beneficios de la quema comienzan a disminuir por los controles, Isidro consigue un carrito desvencijado y sale a recorrer las calles para juntar cartón y otros materiales reciclables. Más tarde compra un caballo. La cosa mejora, pero en la Villa 20 no hay futuro. Se mudan al barrio Los Piletones. Allí construyen una casa con chapones rescatados de la quema, progresan, se afincan. Allí también, Margarita Barrientos funda su comedor comunitario, el 7 de octubre de 1996, aclara con precisión.
Su trabajo se va haciendo público y los medios periodísticos se interesan por esa mujer que con 10 hijos a cuestas sale a cirujear para darles de comer a otros 100. En diciembre de 1997 es nombrada Vecina Ejemplar de la Ciudad de Buenos Aires. En 1999 gana el concurso La Mujer del Año. En octubre de 2011 la Legislatura porteña la declara Ciudadana Ilustre.
A pesar de haber padecido hambre, pobreza y abandono durante muchos años, Margarita emana felicidad. "Si uno no es positivo, no se puede salir adelante", dice, asegura además que todos los que van pasando por el comedor son atendidos.
"Un plato de comida no se le niega a nadie", asevera esta mujer de 47 años, a quien todos en la villa acuden en busca de consejos, ayuda, medicamentos, comida o simplemente un poco de afecto. Es que como si 10 hijos no eran suficientes, Margarita adoptó a toda la comunidad.
En el comedor, inaugurado en 1996, trabajan unas 30 personas, tanto en la cocina como en la guardería, la biblioteca y el hogar de día para personas de la tercera edad. En frente se construyó un centro médico, en el que trabajan voluntarios de diversas universidades. Conseguir alimentos y medicamentos no es fácil, pero Margarita no da el brazo a torcer.
"Amo este trabajo", dice, y cuenta que "cuando sea vieja" se imagina siendo una mujer "muy gorda y con una pollera larga" a la que todos van a ver para pedirle consejos.
"Ojala nadie tuviera que venir acá, porque todos deberían tener su comida y su vida digna, pero mientras no sea así, acá siempre va a haber un plato de comida para cualquiera que lo necesite", insiste esta mujer de amplia sonrisa y un corazón capaz de albergar a miles de personas pobres.
Fuente: Sur Santiagueño
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