Aquí comienza esta historia: En el verano de 1947 era tal el calor en
Loreto, un pueblo a 60 kilómetros de la capital provincial, que por las noches los Pastoriza sacaban las camas de los cuartos y las colocaban en la galería de la casa. A falta de aire acondicionado y ventiladores, escapar al encierro de las habitaciones era un alivio a los 45 grados de temperatura. La mamá acomodaba las cinco camas, una para ella y una para cada una de sus cuatro hijas.
Los Pastoriza eran las Pastoriza: su esposo había fallecido hacía 4 años.
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