Si tomaste la precaución de no casarte con una “hija única”, tendrás el menos el alivio de que tu suegra viva en otro lado unos meses al año, y hasta tenés la posibilidad de que tu suegra sea “una vieja que se las arregla sola” y te aguantes sólo alguna visitas esporádicas. Incluso tenés la remota esperanza de que no sea “una vieja con cara agria”, que hasta te permitiría una relación razonable.
Con el “portero”, en cambio, no tenés ninguna de esas posibilidades. Le tendrás que soportar la cara de orto todos los días del año, varias veces al día, a excepción de unos días de vacaciones anuales que le pagás con gusto con tal de no verle la cara. (El “suplente”, como está por poco tiempo, suele ser más amable).
El trabajo de portero no es muy sacrificado que digamos, y le basta con un rato para sacar las bolsas de residuos, pasar de vez en cuando un escobillón a los pasillos y por la mañana barrer la vereda con una manguera de dos pulgadas (la escoba es poco digna para un portero) mientras especulan con el portero del edificio de al lado, a ver en qué baldosa mojada se resbala la próxima vieja transeúnte, y disfrutar el resto del día tomando solcito en la vereda.
El portero es una especie de “vigilante batidor cara de rope”. Pero no es un “vigilante” de eventuales cacos que entren al edificio, en cuyo caso el portero estaba en su cueva y no lo vio, o estaba haciendo alguna changa extra por el barrio. No, el portero es un vigilante del interior del edificio, que te vigila a ver si tirás alguna ceniza en el pasillo, si tu hijo se levanta a la vecina de abajo, si tu mujer te grita, si tu suegra te visita o si la vecina del cuarto piso te saluda con demasiada amabilidad. Es decir, te va apuntando todos esos puntitos en contra, para reprochártelos cuando la debida propina sea media flaca.
Con la suegra, al menos te podés tomar algunas pequeñas venganzas, como esconderle el peine o la crema para las arrugas, gastarle el shampoo con huevo, hablarle moviendo los labios pero sin emitir sonido para que suba desproporcionadamente el volumen del audífono, o inclusive silbar sostenidamente en la pieza contigua para que tu suegra crea que el audífono le entró en resonancia y baje el volumen del audífono hasta quedar completamente aislada.
Con el portero no. Cualquier pequeña venganza que te tomes puede ser descubierta y las consecuencias pueden ser durables en el tiempo.
La cara de orto del portero no es una cuestión genética, sino una postura para hacerte sentir a vos una basura. Como tienen casa gratis, obra social, todos los gastos y servicios gratis, (y algunas propinas) son tipos felices.
Tienen la vida solucionada, y una vez que manguerearon la vereda, pueden pasarse el día distendidos en la vereda charlando con su colega vecino de fútbol, mujeres, etc., mientras vos la yugás para pagarle el sueldo a fin de mes.
La cara de orto, en realidad, es una postura para complicarte el día por la mañana, y para completártela cuando venís del laburo. Si vos te fijás, el portero está lo más feliz charlando en la vereda con el vecino, pero ni bien advierte que tu silueta dobla la esquina y enfilás a tu edificio, inmediatamente le cambia el semblante. Es la forma de mantener su status, que pasó de “portero” a “encargado”.
Y hay otra cuestión todavía más importante que todo eso, a favor de las suegras: todavía no se inventó el “SINDICATO DE SUEGRAS” (gracias a Dios). Los porteros, en cambio, tiene quien les defiendan su tiranía: el “SINDICATO DE PORTEROS” conocido como SUTHER (que no es una marca de vino).
El sindicato les garantiza la estabilidad, el aumento salarial y otra serie de prebendas de las que no gozan los propietarios ni las suegras. Los propietarios (algunos jubilados, otros con empleos precarios, o pequeños comerciantes) suelen hacer malabarismos para llegar a fin de mes, mandar sus hijos al colegio y hacer ejercicio dando una vuelta por el barrio porque no les alcanza para pagarse un club. Los porteros, en cambio, mandan a los chicos a la universidad del Suther, a la pileta de natación del Suther, y a la colonia de vacaciones del Suther.
Si miramos el detalle de expensas, veremos que el costo del portero suele ser entre un 50 y 70% del total de gastos de expensas, es decir, unos 500 o 700 pesos promedio, que vendría a ser un 25% o más del sueldo de un jubilado propietario promedio.
Si consideramos que los edificios tienen un promedio de 15 unidades, los propietarios son quince veces más que los porteros. ¿Qué esperamos para hacer un sindicato de propietarios? Podríamos exigir el derecho a uso del club Suther, mandarle nuestros hijos a la universidad del Suther, y si no acceden al pedido, bloquearle las puertas del Suther.
Pero los argentinos somos así. Le echamos la culpa de todos nuestros males a los de afuera y esperamos, además, que nos defiendan los de afuera. Algunos personajes han sido investigados en el exterior por compra de propiedades, negocios turbios y otros malabarismos, y acá quedamos a la espera que algún juez extranjero venga a salvarnos, porque nuestros jueces están pintados (y nosotros también).
Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia ... o no.
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