domingo, 17 de noviembre de 2019

SANTIAGO DE LINIERS Y BREMOND DEFENSOR DE LA PATRIA ESPAÑOLA

Por Leonardo Castagnino            
Santiago Antonio María de Liniers y Bremond nació en Niort, Francia, en el seno de una familia de la antigua nobleza. Sus progenitores fueron Jacques Joseph Louis de Liniers y Henriette Therese de Brémond d´Ars.
En 1768 Liniers ingresó en la escuela militar de la Orden de San Juan, donde se graduó con la cruz de caballero de Malta. A raíz de la reducción de presupuesto militar en Francia durante el reinado de Luis XVI, las posibilidades de ascenso eran casi nulas, y por tanto, solicitó a baja en 1774.
Con motivo del tercer pacto de familia de 1761 entre España y Francia, los franceses fueron habilitados para participar en las empresas militares de la Península, y por tal motivo al año siguiente ingresó e la Marina Real Española, donde realizó una brillante campaña, sobre todo contra la flota inglesa. En noviembre de 1776 el alférez de fragata Liniers, segundo capitán del bergantín Hoope, integró la escuadra de Pedro de Cevallos que el 23-7-1777 se apoderó de la isla portuguesa de Santa Catalina, y estuvo en la reconquista de la Colonia de Sacramento el 11-10-1777.
Todos sus ascensos se debieron al arrojo y decisión en combate; por su desempeño en le sitio de Mahón y en la conquista de Menorca, fue ascendido a capitán de navío.
El 13-9-1782, en el ataque a Gibraltar, ocupó el puesto de segundo de la batería flotante Talla Piedra, la que fue hundída tras soportar el fuego ingles durante diecisiete horas. Liniers salvó su vida arrojándose al mar.
Poco después, al mando del bergantín Fincastle se apoderó del corsario ingles Elisa, lo que le valió el ascenso a capitán de fragata el 21-12-1782.
El año 1788 fue trasladado a Buenos Aires para crear una flotilla cañonera. Tras ocupar brevemente el puesto interino de gobernador de las Misiones Guaranís, retornó a Buenos Aires, donde en 1804, el Virrey Sobremonte lo designó jefe de la estación naval, aunque luego fue enviado a la Ensenada de Barragán, destino que ocupaba cuando sobrevino al invasión inglesa de 1806.
Acerca de la apariencia física de Liniers, nos dice Juan Manuel Beruti: "Era un hombre bien apersonado, natural de Francia, alto de cuerpo, grueso muy airoso, muy blanco y rubio, ojos zarcos, cara muy placentera, redonda y muy risueño; agregándose a esto ser muy afable y cariñoso", y respecto a su personalidad dice que "Sus prendas morales eran ejemplares, pues era buen cristiano, muy caritativito, desinteresado, porque cuanto tenía lo daba, en términos que cuando murió no dejó prenda alguna, y apenas con sus rentas tenía como sostenerse. Nunca en su mando hizo mal a persona alguna, pues todo en él mismo lo tiraba en componer y cubrir con sus respetos y dinero, en términos que decia continuamente que era mucho lo qe amaba a los hijos de Buenos Aires" ... "a cuantos pobres o ricos, que les pedían empleo se los dio haciéndolos oficiales de los cuerpos, por lo que se hizo criticar, por la multitud que hizo de ellos. Finalmente nada tenía reservado para sí, pues todo lo daba, siendo su corazón tan benigno que, no teniendo dinero que dar, daba aún sus mejores alhajas para remediar al que le pedía, como con el tiempo lo publicará la historia. Muchas veces le robaron prendas y dinero de su gabinete, se supo quien fue el delincuente, pero él nunca quiso que se publicara quien era, y lo tiraba todo a ocultar; lo quiso uno matar, al venir de noche solo con un ordenanza para su palacio, erró el tiro el agresor, y el ordenanza que llevaba lo quiso embasar a éste, y el mismo Liniers le suspende el brazo para que no le ejecute; quiso prenderle el ordenanza y él lo deja libre y manda que se vaya; pero ni aún quiso saber quién era; esta y otras cosas hizo el insigne Liniers, que para describirlas se necesitaría un volumen, pero el tiempo lo dará a luz. Últimamente murió, pero no morirá su memoria en los corazones nobles y agradecidos de los buenos patricios de Buenos Aires, que sin saberlo ellos le quitaron la vida; que aunque no haya duda, que estos últimos acontecimientos y hechos suyos le han acarreado la muerte, y la justicia debía obrar para escarmiento de otros en su persona, y que cuando cumplió bien se le premiaron sus servicios y estaba lleno de glorías y respetado como un verdadero padre de la patria; así también habiendo tirado contra ella, perdió todo lo adquirido, y ella misma lo castiga como a reo que la quería arruinar; Sin embargo su memoria será eterna en el Rio de la Plata" ( ) ( ). No es cierto que Liniers haya "tirado contra la patria". Por el contrario, se opuso a la revolución separatista de 1810 contra la patria que Liniers defendió en 1806 y 1807 contra los invasores ingleses.
Ángel J. Carranza, crítico de Liniers, señala sin embargo su "pureza y decoro del hombre público que más se habia recomendado en estos paises por la dulzura de su carácter y por la templanza de sus principios" ... "Tovo la honra de entrar en el Virreinato por la puerta grande de la inmortalidad, y había sido centinela tan fiel como vigilante defensor de los intereses de la monarquía" ( )
Un notable retrato de Liniers nos lo brindan los hermanos Juan Parish y William Parish Robertson en sus "Cartas sobre el Paraguay" ( ), que constituyen importante fuente histórica. "Todos lamentaron la prematura muerte de Liniers. Era hombre que, lejos de haberse valido de su autoridad para fines de despotismo u opresión, parecía solamente estimarla en cuanto el proporcionaba los medios para hacer el bien general. Había escasamente un solo habitante de Buenos Aires que, de alguna manera, no de debiese gratitud. Tenía la rara virtud, como hombre público, de admitir que la miseria en todas sus variadas forma era título bastante para obtener de él alivio; y el mérito, era pasaporte para ascender mejor y más seguro. A veces fue criticado por hacerse demasiado accesible y, muy a menudo, por su demasiada facilidad en conceder favores. La leche de la humana bondad era tampoco detenida en su curso por un tinte de amargura, que manaba perpetua corriente de bendición para todos los que le rodeaban. Su benevolencia no se limitaba a ninguna clase especial, y su espíritu de filántropo, era tan universalmente apreciado, que sus mismos enemigos admitían que "aún sus defectos se inclinaban del lado de la virtud"
Recordando a Liniers, Rosas en su ancianidad anotaba en sus apuntes: “¡Liniers! Ilustre, noble, virtuoso, a quien yo tanto he querido y he de querer por toda la eternidad sin olvidarlo jamás...”

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