sábado, 16 de mayo de 2020

Tratado Cotegipe-Loizaga...Por Leonardo Castagnino

Del libro "Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay".
El representante argentino en Asunción era Manuel Quintana, quien había sido propuesto en el cargo por el Ministro Tejedor y aceptado por el Presidente Sarmiento “a condición de no tener que entenderse con Quintana”. Éste a su vez acepta el cargo “a condición de no entenderse para nada con Sarmiento”. Manuel Quintana llegó al Paraguay con gran pompa, y para congraciarse con el pueblo paraguayo, no encontró medio más señorial y expedito –dice José María Rosa- que tirarle monedas de cobre desde el balcón del hotel. Ernesto Quesada dice que “Quintana llevaba un guardarropas impresionante para desempeñar sus funciones diplomáticas en Paraguay ese verano de 1870-71”. Juan Silvano Godoi, citado por Ramón Cárcano, dice que Quintana cambiaba de traje tres veces al día, presentándose a la mañana “con traje de saco en que todo, hasta el sombrero, era de vicuña; para el almuerzo se ponía jaquet de fantasía con media galera, y para la comida levita negra y sombrero de felpa”. Así lo iba a visitar al presidente Rivarola que lo recibía en el corredor del palacio presidencial, sin tanta etiqueta. (José María Rosa, La guerra del Paraguay, p. 330). Iniciadas las conferencias, Gill y Loizaga presentan una nota de un grupo de legisladores paraguayos que piden el apoyo brasileño contra “las exorbitancias argentinas”. Quintana habla del respeto a las convenciones “que obligan al honor de las naciones”, mientras que Cotegipe pidió que se retire el representante uruguayo, porque el Estado Oriental no tenía cuestiones de límites con Paraguay. Adolfo Rodríguez, representante uruguayo, abandona el salón ofendido, y esa misma noche regresa a Montevideo. Rivarola, que intenta sacarse de encima la injerencia brasileña, habla reservadamente con Quintana y le dice: “Usted sabe que soy amigo de su país y espero que vendrá en nuestra ayuda para salvarnos de la garra del otro”. Quintana no tuvo mejor idea que contarle lo dicho a Cotegipe, y a consecuencia de ello, el 18 el Congreso paraguayo aceptó al renuncia de Rivarola, sin que la haya presentado. Luego Cotegipe hizo saber a Quintana que “a pedido paraguayo”, trataría separadamente con Paraguay “por ofrecer inconvenientes los derechos argentinos”. Quintana ofendido, abandona Asunción, a pesar de que Jovellanos le había pedido que no lo abandone ante las presiones del brasileño. El imperio se había apoderado del archivo paraguayo, de donde hizo desaparecer todos los documentos relativos a límites que pudieran favorecer a Paraguay respecto de Brasil, de modo que éste no tenía ningún documento para hacer valer sus derechos ante el Imperio. Dejó en cambio los que favorecían a Paraguay respecto de la Argentina. Para cumplir las formas, el 9 de enero de 1872 se firmó el tratado Cotegipe-Loizaga. El Imperio se adjudicaba la tercera parte del territorio paraguayo, garantizando en el resto del territorio “la independencia e integridad de la República” y no retiraba las tropas de ocupación “para mejor cumplimiento de los ajustes y del orden público”. Dejaba para más adelante el pago de la deuda de guerra “que sería fijada benévolamente”. El Congreso paraguayo no tuvo más remedio que aprobar el tratado, a libro cerrado y en una sola cesión. La noticia del tratado cayó en Buenos Aires como una bomba. Sarmiento responsabilizó a Mitre por lo ocurrido. Mitre escribió a Cotegipe el 23 de enero diciéndole –digamos que inocentemente- que había un evidente error porque se había obrado “contra el pensamiento de S.E. el Vizconde de Río Branco, presidente del Consejo de Ministros”, de quien Mitre “tenía la palabra y la confianza”. Por su parte Tejedor escribió al Canciller brasileño Correia “que la enormidad de la estipulación no puede ocultarse a nadie”, y como para remacharla, en la nota le recordaba los sucesos de Ituzaingó. La contestación de Cotegipe a Mitre no se hizo esperar: “…es una realidad la celebración de los tratados entre el Imperio y Paraguay. Ni levemente fueron ofendidos los intereses presentes y futuros de la República Argentina. Brasil no faltó a la fe pública y a sus compromisos. Hizo lo que era humanamente posible para evitar que se alterasen las buenas relaciones. Siento que el tratado no merezca la aprobación de V.E. cuya opinión mucho respeto, pero no me quedaba otra salida sin sacrificio de nuestra soberanía” Recibida la bofetada, Mitre escribía el 16 de febrero a Río Branco “del ciudadano argentino al ciudadano brasileño”, porque “el barón de Cotegipe, obrando con instrucciones latas (sic) y sin un plan fijo, ha cedido a la presión de circunstancias momentáneas”. Más allá del palabrerío de Mitre, el ambiente ardía en Buenos Aires y hasta se hablaba públicamente de una guerra. Pero en Argentina no estaban las cosas para hacer alardes de fuerza: Chile agitaba la cuestión del estrecho y Bolivia protestaba por las pretensiones argentinas sobre el Chaco. El Ejército Nacional, por orden de Sarmiento, se ocupaba de sofocar la rebelión entrerriana de López Jordán. El 16 de febrero Sarmiento le escribía a M. R. García, ministro argentino en los EE.UU. ; “Tal es la situación que ha creado el tratado Cotegipe, que nos llevará a la guerra inevitablemente o a dejar al Paraguay provincia brasileña; a la que se agregará por los mismos, días más tarde la Banda Oriental y no tardarán en seguirlas Entre Ríos y Corrientes”. Sarmiento y Tejedor entendieron que Mitre era quien debía arreglar el asunto con los brasileños, y lo designan para que viaje a Río de Janeiro para hacerse cargo.

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