miércoles, 16 de septiembre de 2020

La “Redota”: Exilio del pueblo oriental (1811/1812) ...Por Leonardo Castagnino

 El éxodo del pueblo oriental

Luego de la trama secreta durante el sitio de Mondevideo, en que se pacta el levantamiento del sitio y Elío toma juridicción sobre la Banda Oriental y parte de la actual provincia de Entre Ríos, José Artigas fue designado Teniente Gobernador del Yapeyu, Misiones, y se dirige al norte con sus fuerzas, pero todo un pueblo se le une espontáneamente a su marcha.

Ese mismo 23 de octubre comienza la epopeya del pueblo oriental, que en pos de su caudillo natural decide por voluntad propia abandonar su tierra natal al enemigo, pero llevando consigo su dignidad, sus penurias y sacrificios, pero también sus esperanzas.
“Un mundo entero me sigue –dice Artigas- retardan mis marchas y yo me veré cada día más lleno de obstáculos para obrar; ellos me han venido a encontrar, de otro modo yo no los habrá admitido”.

Asumía Artigas la gran responsabilidad de proteger a ese pueblo que depositaba sobre sus hombros las esperanzas y destino. “No quiero que persona alguna venga forzada – escribe el caudillo a uno de los jefes que lo acompañaba - todos voluntariamente deben empeñarse en su libertad; quien no lo quiera deberá permanecer esclavo.”

Con el pasar de las horas y los días se engrosa la columna, porque hasta de los lugares más lejanos se unen a la marcha. Familias enteras, mujeres ancianos y niños abandonan sus pagos, queman lo que no puedan llevar y cargan carretas y rastras para acarrear lo que puedan salvar. Gauchos de a caballo, arrean las haciendas, majadas y tropillas.

La campaña queda casi desierta y a merced de lo portugueses que la recorren y saquean. Toda una muchedumbre en marcha. Algunos quedarán a la vera del camino bajo una cruz improvisada, y otros nacerán durante la marcha.

Por las noches acampan con las carretas en rueda mientras algunos paisanos hacen rodeos de vacunos y caballos. Era una marcha fatigosa pero esperanzada, y mientras se carneaba para alimentar toda esa muchedumbre de 4.000 personas, en los fogones algún criollo templaba las cuerdas:

Cielito, cielo que si,
cielito, locos están,
ellos vienen reventando,
quien sabe si volverán.

Dicen que vienen erguidos
y muy llenos de confianza,
veremos en esta danza
quienes son los divertidos.

Desde el río San José marcharon hacia las puntas del Arrollo Grande y desde allí vadean el Cololó y el Monzón.

Entre el 12 y 13 de noviembre de 1811 cruzan el río Negro por el paso de Yapeyú, para seguir rumbo al Paysandú. Cruzan el Queguay, el arroyo Quebracho y el Chapecuy, y a principios de diciembre acampan a orillas del Daymán.

Desde aquí Artigas escribe a la Junta de Paraguay el 7 de diciembre de 1811 un interesante documento con una descripción de lo hechos que desembocaron en el éxodo del pueblo oriental y propuestas para una acción combinada.

Durante todo el trayecto la caravana se vio acosada por partidas portuguesas, que no conforme con el saqueo, molestaban la marcha, obligando a defenderse. También se sumaron a la marcha o la seguían de cerca los charrúas y minuanes, temerosos de caer en manos lusitanas como los guaraníes, en gran parte explotados y esclavizados.

A principio de 1812 la columna cruza el río Uruguay para situarse en Salto Chico Oriental, en territorio entrerriano, donde permanecen hasta el mes de abril, en que cruzan el río Uruguay con intención de reconquistar su tierra. La operación fracasa y nuevamente repasan el río para acampar a orillas del Ayuí.
Un crudo invierno se abate sobre el pueblo formado por las mismas carretas y casas improvisadas por cueros y ramas. Hasta él llegan guaraníes empujados por los portugueses en su tierra misionera. Entre ellos va un indio que se destacaría luego; su nombre era Guacurarí. Adoptará el nombre de Andrés Artigas y será conocido como “Andresito”. Será destacado capitán artiguista y gobernador de Corrientes.

“No se puede expresar – escribe Artigas a la Junta de Buenos Aires - las necesidades que todos padecen, expuestos a la mayor inclemencia, sus miembros desnudos se dejan ver por todas partes y un poncho hecho pedazos liado a la cintura es todo el equipaje de los bravos orientales; mil veces he separado mi vista de un cuadro tan consternante… he sido testigo de las más tristes expresiones de sus privaciones”

Por su parte el capitán Laguardia, emisario paraguayo que llegó hasta el Ayuí en marzo de 1812, informaba a la Junta paraguaya: “Toda esta costa del Uruguay está poblada de familias que salieron de Montevideo; unas bajo carretas, otras bajo los árboles, y todas a la inclemencia del tiempo, con toda conformidad y gusto, que causa admiración y da ejemplo. La tropa es buena, bien disciplinada y toda gente aguerrida, la mayor parte compuesta de los famosos salteadores y gauchos que corsaron estos campos, pero subordinados al general y tan endiosados en él, que estoy convencido en que no han de admitir a otro jefe, en caso que Buenos Aire quiera sustituir a éste”.

Mientras las fatigas y el crudo invierno templaban el espíritu del pueblo oriental, seguramente llevaba a la reflexión del caudillo, al tiempo que la Junta porteña aumentaba sus recelos.

Los orientales se mantuvieron en la campamento del Ayuí, hasta septiembre de 1812.

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