La mesa chica de la central obrera deliberará el martes y hay dudas sobre la presencia de Carlos Acuña, el cotitular que discutió con sus colegas por el acto del 17 de Octubre. Daer tuvo que borrar un tuit por pedido del Gobierno. Moyano y Barrionuevo hablan con más frecuencia.
La CGT se dobla, pero no se rompe. No es que sus dirigentes se hayan vuelto repentinamente militantes de la UCR, pero están en un momento inverso al que refleja la famosa frase de Leandro N. Alem. El acto por el 17 de Octubre dejó heridas internas que no van a cicatrizar fácilmente y esta semana será clave para medir la temperatura de su crisis: los miembros de la mesa chica de la central obrera se verán las caras el martes próximo para debatir no sólo la situación socioeconómica del país.
La gran duda es si estará Carlos Acuña, el cotitular de la CGT enrolado en el barrionuevismo, que puso al rojo la relación con sus compañeros por estar en desacuerdo con la fuerte influencia kirchnerista en la organización del acto por el Día de la Lealtad y también por la participación del dirigente piquetero Esteban Castro en el encuentro de la central obrera con la misión del FMI.
“Carlos no va a romper la CGT. No le va a regalar el espacio a nadie”, confió a Infobae un allegado que lo conoce mucho. Del lado de los rivales de Acuña, también descartaron una fractura quienes rodean al otro cotitular de la CGT, Héctor Daer. En el medio, el que está conversando con el rebelde dirigente para tranquilizarlo es Gerardo Martínez, secretario general de la UOCRA.
Acuña fue el único orador del acto alternativo y disidente del 17 de octubre, presidido por Eduardo Duhalde y Luis Barrionuevo, en el que advirtió que “no hay que ser alcahuete de turno: lo que no está bien, no está bien, y el pueblo argentino hoy no está nada bien”. ¿Le hablaba al Gobierno o a algunos de sus pares de la CGT?
Hay varias internas que se entrecruzan detrás del malestar de Acuña. Daer es el dirigente que sostiene a capa y espada una postura ultraoficialista y que logró contagiar a otros colegas de la conducción cegetista luego de que Alberto Fernández tuvo gestos que los favorecieron en la pelea sindical: los eligió como socios para celebrar el cumpleaños del peronismo y, además, les extendió la supervivencia un año más al prorrogar los mandatos sindicales hasta septiembre de 2021.
No fue lo único: luego de largos meses de batallar sin suerte para que se convocara a un “comité postpandemia”, el Gobierno finalmente accedió a llamar a empresarios y sindicalistas para debatir la salida de la debacle económica. Lo hizo urgido por el agravamiento de la crisis, aunque le permitió a la CGT el escenario que buscaba para ganar protagonismo.
Aun así, el ultraoficialismo de Daer se puso a prueba la semana pasada cuando desde la Casa Rosada le reclamaron que borrara un tuit que había publicado con duras críticas al ministro de Transporte, Mario Meoni. El jefe de Sanidad aceptó el pedido sin chistar, aunque no pudo evitar que el mensaje se difundiera en algunos medios.
“El ministro @mariomeoni vive en otro país. Habilitó los viajes en avión para trabajadorxs esenciales cuando ni siquiera está garantizado el transporte público para que puedan ir a trabajar y volver a sus hogares tranquilos y seguros”. Así decía la publicación del 15 de octubre en la cuenta de Daer, quien sigue responsabilizando a Meoni por el bloqueo del boleto gratuito del transporte para el personal de sanidad, que el sindicato anunció pomposamente el 31 de marzo, pero nunca se instrumentó.
Tanto Alberto Fernández como Sergio Massa le reprocharon a Daer el mensaje. Un allegado al presidente de la Cámara de Diputados, que es el jefe político de Meoni, incluso le hizo saber al sindicalista que si no borraba el tuit “no lo llamara más” y le insinuó que se arriesgaba a una réplica: justo después de esa llamada estaba previsto un acto en La Matanza con Massa y Máximo Kirchner (quien ya lo atacó a Daer durante una sesión parlamentaria). La advertencia surtió efecto.
En la vereda sindical de enfrente, Hugo Moyano reapareció el 17 de octubre con una caravana de autos y camiones que le permitió diferenciarse de sus rivales de la CGT, a quienes les dedicó sus principales críticas: advirtió que “ya termina esta gestión” en la central obrera y sostuvo que “la próxima conducción tiene que entender la realidad que estamos viviendo”.
Pero lo que pareció una demostración de fuerza simbolizó, sin quererlo, la debilidad actual de Moyano: apareció en la conferencia de prensa que brindó ese día acompañado sólo por tres dirigentes, Mario Manrique (SMATA), Jorge García (taxistas) y Omar Plaini (canillitas). ¿Le alcanzarán los respaldos sindicales para que su hijo Pablo sea encumbrado en la CGT?
Moyano está hablando con mucha frecuencia con Barrionuevo: aunque hoy no coinciden en sus opiniones políticas (el jefe camionero es híperoficialista y el líder de los gastronómicos, un fuerte crítico del Gobierno), ambos están unificados en el objetivo de evitar que Daer continúe al frente de la central obrera cuando el año próximo se renueven sus autoridades.
A esta altura, lo único que puede frenar este clima de intriga son las señales preocupantes de la economía. El dólar cerca de los $200, las permanentes desmentidas sobre una devaluación y las versiones sobre cambios de gabinete ponen en alerta a la dirigencia gremial. Ninguno quiere que empeore el cuadro actual ni que se empañe una de las pocas buenas noticias que hubo en el ámbito laboral: según datos oficiales, el 84% de los trabajadores ya acordó aumentos salariales para 2020, en gran medida por la forma en que piloteó las negociaciones más complejas el ministro de Trabajo, Claudio Moroni.
Por eso algunos dirigentes de la CGT plantearán en la reunión del martes próximo una suerte de tregua interna para concentrar las energías en imaginar algún aporte sindical a la estabilidad política y económica. Después de todo, en el sindicalismo argentino siempre habrá tiempo para reanudar el deporte que practican sus dirigentes con más esfuerzo y dedicación: la pelea interna sin fin.
Fuente: Infobae
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