domingo, 18 de octubre de 2020

REPÚBLICA FEDERATIVA...Por Leonardo Castagnino

     

Una de las críticas más persistentes de los adversarios de Juan Manuel de Rosas, fue su negativa al dictado de una Constitución, al que llamaba “el cuadernito”. En ese sentido, podríamos resumir que el pensamiento político de Rosas al oponerse al dictado de una Constitución, era que ésta no servía para unir a los pueblos, sino para representarlos unidos, y que previamente debían las provincias lograr el orden interno y su propia organización, para luego ser representadas en una organización nacional.

Este pensamiento político fue expuesto por el mismo Rosas en varias oportunidades y documentos, entre los que figura la notable “Carta de Hacienda de Figueroa”, escrita por Rosas a Facundo Quiroga desde la Posta de Figueroa en San Antonio de Areco el 20 de diciembre de 1834, con motivo del viaje de Quiroga en misión a las provincias de norte.

Varios intentos de organización nacional o dictados constitucionales se habia sucedido sin éxito, entre ellas el dictado de la Constitución unitaria de 1826, rechazada unánimemente por todas la provincias. El verdadero estado de anarquía casi permanente que vivía el país, desemboca en la anarquía del año 1820 y posteriores, de constantes luchas y revoluciones.

El primer paso serio fue el Pacto Federal del 4 de enero de 1831, firmado por las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, al que se fueron uniendo las demás, y que de hecho fue el verdadero antecedente de organización nacional. Pero el país no estaba en condiciones estables. Las constantes intrigas unitarias, los atentados y revueltas, el complot unitario de 1833, la invasión unitaria de 1839, la guerra civil desatada por la Coalición del Norte,las maximas unitarias dictadas desde Chile, las guerras civiles y luchas internas y externas, no daban el clima necesario para el dictado de una Constitución. Los hechos le darían la razón a Rosas; después de su derrocamiento y la tan promocionada organización nacional, Constitución incluida, no sólo no logra la unidad, sino que desata una serie de luchas internas y hasta la segregación de Buenos Aires de las provincias interiores. Despues de Caseros, una serie de lamentables episodios, combates y batallas, entre los que podemos mencionar la “guerra de policía”, Cañada de Gómez, Cepeda y Pavón entre otros, lejos de unir a los argentinos, los divide aún más en dos bandos irreconciliables.

Las luchas entre unitarios y federales se ve reflejada en la Guerra del Paraguay, en que las provincias del interior se oponen tenazmente a esa guerra fraticida desatada y dirigida por el centralismo porteño de Bartolomé Mitre como auxilar del imperio brasileño. Y la culminación de esa lucha sería la salvaje represión de la rebelión jordanista de los federales entrerrianos, llevada por el Ejército Nacional contra el último bastión federal durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento.

Otro testimonio sobre el pensamiento político de Juan Manuel de Rosas nos lo da Ernesto Quesada, que visitó a Rosas en el exilio de Southampton, oportunidad en que su padre Vicente Quesada le pregunta a Rosas sobre su negativa al dictado de una Constitución, a lo que Rosas responde explicando su pensamiento contrario al dictado de un “cuadernito”.

Carta desde el exilio

También desde su exilo de Southampton, el 22 de septiembre de 1869, Rosas expone su pensamiento político sobre la formación de una republica federativa, en carta a Josefa Gómez:

“Obsérvese que una muy cara y dolorosa experiencia nos ha hecho ver prácticamente, ser absolutamente necesario entre nosotros el sistema federal, porque entre otras razones de sólido poder, carecemos totalmente de elementos para un Gobierno de unidad.

Obsérvese que una República federativa, es lo más quimérico y desastroso que pudiera imaginarse, toda vez que no se componga de estados bien organizados en si mismos, porque conservando cada uno su soberanía e independencia, la fuerza del Gobierno General con respecto al interior de la República, es casi ninguna, y su principal y casi toda su investidura es de pura representación, para llevar la voz a nombre de todos los Estados confederados, en sus relaciones con la naciones extranjeras; de consiguiente si dentro de cada Estado en particular no hay elementos de poder para mantener el orden respectivo, la creación de un Gobierno General Federal Representativo, no sirve más que para poner en agitación a toda la República, a cada desorden parcial que suceda, y hacer que el escándalo de cualquier Estado, se derrame por todos los demás.

El Gobierno General en una República Federativa no une los Pueblos federados; los representa unidos; no es para unirlos, es para representarlos unidos ante las naciones. No se ocupa de lo que pasa interiormente en ninguno de los Estados, ni decide las contiendas que se suscitan entre sí. En el primer caso solo entienden las autoridades particulares del Estado, y en el segundo la misma Constitución tiene previsto el modo como se ha de formar el tribunal que deba decidir. En una palabra, la unión y la tranquilidad crea el Gobierno General, la desunión lo destruye: él es la consecuencia, el efecto de la unión, no la causa; y si es sensible su falta, es mucho mayor su caída, porque nunca sucede sino convirtiendo en funestas desgracias, y anarquía, toda la República.

No habiendo, pues, hasta ahora entre nosotros unión y tranquilidad, menos mal que no exista el Gobierno General, que sufrir los terribles estragos de la disolución. Eran esas mis vistas y opiniones en todo el tiempo que presidí al Gobierno de Buenos Aires, encargado de las R. Exteriores de la Confederación Argentina.

Nuestros iluminados no escucharon estos consejos o pensamientos. Los hechos posteriores a Caseros le daría la razón a Juan Manuel de Rosas.
Fuente: La Gazeta

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