viernes, 12 de febrero de 2021

RECUERDOS DE JORGE LUIS BORGES

 Relatos y opinones

   
"Yo siempre me había imaginado el paraíso, bajo la especie de una biblioteca. Otras personas piensan en un jardín; otras personas pueden piensan en un palacio; yo siempre me había imaginado mi paraíso, mi paraíso personal, como una biblioteca. Es un gabinete mágico, en el cual hay muchos espíritus hechizados. Esos espíritus despiertan, cuando nosotros los llamamos. Es decir, mientras no lo abramos, un libro es una cosa muerta.

Para el mismo lector, el libro cambia, ya que cambiamos, ya que somos, para volver a mi cita predilecta, el río de Eráclito. Eráclito dijo: "El hombre de hoy, no es el hombre de ayer, y el de hoy, no será el de mañana. Y puede decirse, que cada lectura de un libro, renueva el texto... el texto está cambiando continuamente. El texto es también, no solo nosotros, si no el cambiante río de Eráclito.

Yo creo que la biblioteca de mi padre, fue el acontecimiento capital de mi vida. Yo no he salido nunca de esa biblioteca. Yo sigo en casa, releyendo los libros que leí entonces. He dicho, y lo repito ahora, que para mi el tiempo es el enigma esencial.

Naci en 1899, en pleno centro de Buenos Aires, en una casa pequeña y modesta que pertenecía a mis abuelos maternos. Debemos habernos mudado pronto al suburbio de Palermo, porque tengo recuerdos tempranos de otra casa, con dos patios, un jardín con un alto molino de viento. En esa época, el Palermo donde vivíamos, era el sórdido arrabal norte de Buenos Aires. En Palermo vivía gente de familia bien venida a menos, y otra no tan recomendable: compadrítos, famosos por sus peleas a cuchillo.

Pasé gran parte de mi infancia, sin salir de mi casa. Al no tener amigos, mi hermana y yo inventamos dos amigos imaginarios, a los que llamamos, no se porque, "quilos" y "el molino de viento". Cuando finalmente nos aburrieron, le dijimos a nuestra madre, que habían muerto.

Su hermana relata: "Yo subía a los árboles. El me seguía un poco nada más, y me decía: "cuidado Noringa", y yo le decía: "No tengas miedo Georgino, que falta mucho para el cielo". "Nunca nos peleamos, porque eramos contrarios. A él le gustaba una cosa, y a mi otra. Nos complementábamos. A Georgie le gustaba conversar, y a mi me gustaba el silencio; a mi me gustaba jugar, y a él le gustaba leer, y mirar tigres.

Y agrega Borges: "En la infancia y ejercí con fervor la adoración del tigre. Yo solía demorarme sin fin ante una de las jaulas del zoológico. Yo apreciaba las vastas enciclopedias y los libros de historia natural, por el esplendor de sus tigres. Recuerdo que de chico -y si me hermana está acá. lo recordará también- yo me demoraba ante una de las jaulas del jardín zoológico, en Palermo, y era precisamente la jaula del tigre y del leopardo. Aún ahora, el amarillo sigue acompañándome, y he escrito un poema titulado "El oro de los tigres", en que hablo de esa amistad del amarillo conmigo. Hasta la hora del ocaso amarillo, cuantas veces habré mirado al poderoso tigre de Bengala, ir y venir por el predestinado camino, detrás de los barrotes de hierro, sin sospechar que eran su cárcel.

... "Y mi padre, me franqueó su biblioteca. Una biblioteca, en su mayor parte, de libros ingleses. Y yo me eduqué en esa biblioteca. "Los primeros hombres en la luna",de Wells, lo leí entonces; leí a Kipling, entonces; leí a Stevenson, entonces; leí "La mil y una noches" entonces; todos libros capitales para mi. "Las mil y una noches", es uno de los títulos más hermosos del mundo. Yo creo que la belleza reside en el hecho, de que para nosotros,la palabra mil es una palabra sinónimo de infinito. Decir "la mil noches" es decir "las infinitas noches", "las muchas noches"."las imnumerables noches"... decir "las mil y una noches", es agregar una noche al infinito.

"Muchas veces iba en bicicleta a Francia -relata su hermana. Tenia que atravesar un puente, en la frontera. Iba en bicicleta, y él apenas veía. Ya tenia problemas Georgie, pero para no entristecer a mi madre, él no se lo decía. Entonces madre, lo dejaba ir en bicicleta".

Y luego relata Borges: "Ese lento crepúsculo, esa lenta pérdida de la vista, empezó cuando yo empecé a ver, y ha durado hasta ahora. Fue un lento crepúsculo.

Cuando yo era joven, yo empecé siendo comunista, en el año 1918. Claro, la ausencia de fronteras, la hermandad entre todos los hombres. Yo admiraba la revolución rusa, y escribí una serie de poemas, donde elogiaba la revolución, la hermandad del hombre, el pacifismo. Yo fui comunista. Ahora no, porque ahora ser comunista, es ser imperialista".

“Hitler creyó luchar por un país pero lo hizo por todos, aún por aquellos que agredió y que detestó. No importa que su Yo lo ignorara, lo sabían su Sangre y su Espíritu. El Nacional-Socialismo es intrínsecamente un hecho moral, un despojarse del viejo hombre, que está viciado, para vestir de nuevo.” (J. L. Borges "El Aleph").

El arrabal es el reflejo de nuestro temple. Mis pasos claudicaron cuando iban a pisar el horizonte. Quede entre las casas, cuadriculadas en manzanas, diferentes e iguales, como si fueran todas ellas, monótonos recuerdos repetidos, de una sola manzana. El pastito precario, desesperádamente esperanzado, salpicaba las piedras de las calles, y divisé en la hondura,los naipes de colores del poniente, y sentí Buenos Aires; esta ciudad que yo creí mi pasado, es mi porvenir, mi presente. Los años que he vivido en Europa, son ilusorios. Yo estaba siempre, y estaré, en Buenos Aires.

Un tal Jacinto Chiclana

Letra de Jorge Luis Borges
Música: Astor Piazola

Me acuerdo, fue en Balvanera,
en una noche lejana,
que alguien dejó caer el nombre
de un tal Jacinto Chiclana.

Algo se dijo también
de una esquina y un cuchillo.
Los años no dejan ver
el entrevero y el brillo.

¡Quién sabe por qué razón
me anda buscando ese nombre!
Me gustaría saber
cómo habrá sido aquel hombre.

Alto lo veo y cabal,
con el alma comedida;
capaz de no alzar la voz
y de jugarse la vida.

(Recitado)

Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra.
Nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.

Sobre la huerta y el patio
las torres de Balvanera
y aquella muerte casual
en una esquina cualquiera.

No veo los rasgos. Veo,
Bajo el farol amarillo,
El choque de hombres o sombras
Y esa víbora, el cuchillo.

Acaso en aquel momento
En que le entraba la herida,
Pensó que a un varón le cuadra
No demorar la partida.

Sólo Dios puede saber
la laya fiel de aquel hombre.
Señores, yo estoy cantando
lo que se cifra en el nombre.

Entre las cosas hay una
De la que no se arrepiente
Nadie en la tierra. Esa cosa
Es haber sido valiente.

Siempre el coraje es mejor.
La esperanza nunca es vana.
Vaya, pues, esta milonga
para Jacinto Chiclana.

Por Leonardo Castagnino

Fuente: www.lagazeta.com.ar

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