El viernes, el embajador de Argentina en Brasil, Daniel Scioli, comunicó que “está avanzada la negociación” tras visitar la empresa en Rosario, afirmando que “Brasil está cerca de aprobar el trigo HB4 que Bioceres creó en Santa Fe”.
Desde Bioceres le manifestaron a El Economista su optimismo y resaltaron su responsabilidad en este proceso. Al mismo tiempo, remarcaron que su enfoque está en llegar directo al consumidor como una alternativa, “sin reemplazar nada”. Además, indicaron que esperan la aprobación para este año.
Este optimismo los llevó a anunciar recientemente una “alianza estratégica” con Havanna para la elaboración de productos a base de trigo HB4. Restará ver cómo se materializa este proyecto. La empresa señaló que aún “no hay una fecha” y tampoco está determinado si será un alfajor. A la vez, expresaron que es probable que existan más acuerdos con otras empresas alimenticias.
La tecnología que desarrolla Bioceres se denomina HB4 y le permite al trigo (y otros cultivos) un uso más eficiente del agua y una mayor fijación de CO2 (Dióxido de Carbono) que un trigo convencional. “Si esta tecnología hubiera estado disponible en 2018, el país habría salvado casi 7 millones de toneladas de soja y trigo de la terrible sequía de ese año”, explicó Iván Ordoñez, especialista cercano a la empresa.
La novedad particular radica en que el trigo sería consumido directamente por personas, a diferencia de otros cultivos transgénicos como la soja o el maíz que alimentan al ganado.
La situación se encuentra trabada en la fase que posibilita la comercialización. Según el Senasa, este trigo genéticamente modificado no presenta riesgos para el consumo humano, pero aún así es rechazado por algunos sectores. Como toda innovación disruptiva, siempre hay quienes se posicionan en contra de los cambios.
“Hay un status quo que el nuevo producto viene a romper. Los que están adentro no quieren que los que están afuera entren, y los que están afuera creen que la película que se está proyectando adentro del cine es maravillosa y quieren entrar, y el Estado es el boletero”, comentó a este diario Roberto Bisang, especialista en economía agraria.
En octubre pasado se aprobó, por parte del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, siendo la primera aprobación de trigo transgénico a nivel mundial, pero la comercialización en Argentina se encuentra condicionada a la aprobación por parte de Brasil, principal importador de trigo argentino. Se prevé que la discusión se realice en junio próximo en el Comité Técnico Nacional de Bioseguridad de Brasil (CNT-Bio), ente encargado de la aprobación.
Rechazo
Uno de los sectores que se manifestó en contra de la introducción del trigo tolerante a la sequía es la Federación de Centros de Acopios. En diálogo con El Economista, Daniel Asseff, asesor de la federación, aseguró: “Nosotros apoyamos todo el avance tecnológico. Nuestro gran problema es que nuestros compradores nos están diciendo que ellos no quieren trigo transgénico”.
Además, agregó que “si el Gobierno argentino interpreta que con la aprobación de los organismos en Brasil, eso es suficiente, aprobarían algo que realmente podría tener un perjuicio porque los compradores te van a decir que queda liberado, pero los molinos brasileros te van a decir que no lo compran”.
Desde el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca aseguraron a este diario que, en principio, no se está evaluando la posibilidad de incluir otro condicionamiento para la aprobación, pero que el diálogo siempre está.
En espera
Bisang explicó que, si bien existe la posibilidad de que Bioceres explore otros mercados de exportación de manera directa, siguen existiendo dos problemas en la base de la resistencia interna: “Un sistema de comercialización de trigo donde el precio pizarra se cotiza en base a una calidad estandarizada, sin mayores segmentaciones en términos de calidad”, por lo que si el trigo HB4 se libera, se va a exigir “analizar todo el trigo para saber qué calidad es”.
A la vez, si este problema se resolviese, “la comercialización, que está habituada a trabajar sobre productos estandarizados de determinada manera, tendrá que armar un circuito de segmentación a costo, que alguien va a pagar”. Y agregó que “es una decisión estratégica de dónde quiere posicionarse Argentina”.
En este sentido, Asseff mencionó que “ese análisis hay que hacerlo camión por camión, y ese costo va directamente sobre el precio que va a terminar pagando el productor”.
Por su parte, Bisang concluyó: “No estamos preparados institucionalmente para favorecer un hecho disruptivo sino que más bien tenemos tendencia a ralentizar ese proceso de ruptura tecnológica. No es el primer caso que ocurre en Argentina”.
AVANCE CIENTÍFICO
HB4 es una plataforma tecnológica que también fue introducida exitosamente en la soja en 2019 y, aunque ya fue aprobado por los organismos regulatorios de Estados Unidos, Brasil y Paraguay, todavía necesita la aprobación de China para comercializar.
La historia comenzó con el descubrimiento de la bioquímica argentina Raquel Chan, que localizó en 1995 el gen que le enseña al girasol a administrar la escasez del agua. Así, en una colaboración conjunta del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (dependiente del CONICET y de la Universidad del Litoral) y Bioceres, en 2004 se patentó esta nueva tecnología.
Fuente: Por Daniela Vargas para El Economista
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