martes, 18 de enero de 2022

Caravana del No


Una fotógrafa y un cronista de El Eslabón acompañaron la movilización antivacunas que el pasado martes recorrió el microcentro, en busca de algún atisbo de racionalidad y argumentos conversables. Pero no tuvieron suerte, solo encontraron ruido y un calor extenuante.

Cuarenta y cinco minutos después de la hora de la convocatoria empezaron a sonar los bombos, un par de sartenes y cacharros, algún redoblante y un cuerno de esos que suenan a batallas ancestrales. “No al pase”, fue la consigna que se repitió una y otra vez en el corredor central de bulevar Oroño, cerca de Córdoba, bajo las palmeras y entre los arbustos enanos prolijamente podados.

El calor era sofocante, como corresponde a enero en la ciudad, y el no-al-pase mutó a so-mos-libres, manteniendo el ritmo y con la misma métrica. Algunos autos hacían sonar sus bocinas, una pancarta denunciaba “Dictadura sanitaria” y carteles confeccionados a mano en cartón corrugado exhibían frases de Manuel Belgrano y San Martín. Otros iban más allá y en letras impresas declaraban “No al pase nazitario”, mientras algunos gritaban vivas a la patria o vociferaban li-ber-tad, sobre la misma base rítmica y monótona, como un mantra o algo que a fuerza de repetición se vuelve un significante vacío, al menos para este cronista.

A las 20, la columna salió del bulevar y enfiló hacia el este en dirección a calle Córdoba. La composición era variopinta, algunos jóvenes de los autopercibidos libertarios, otros tantos evangélicos con enormes cruces verdes en sus camisetas, un pañuelo celeste, unos pocos adultos mayores y ningún barbijo o tapabocas, ni siquiera en la muñeca, como una declaración de principios. La marcha –convocada como “caminata” en las redes– era encabezada por una pancarta que rezaba en mayúsculas “Basta de censura – Terrorismo informativo”. Ningún medio de comunicación masivo, al menos identificable, se hizo presente en la manifestación.

El pasado martes 4 de enero una caminata de este tipo fue convocada desde el mismo lugar, en la intersección de Oroño y Córdoba, hasta “los medios de comunicación”, y así fue que la masa de “vacunados y no vacunados” recaló frente al edificio del diario La Capital. “¿Dónde están, los medios dónde están?”, cantó por entonces la muchedumbre.

Si bien en esta nueva marcha no hubo móviles ni cámaras de TV, no faltaron las selfies y las coberturas en vivo para Instagram y Facebook. El mantra se repetía una y otra vez. Li-ber-tad, li-ber-tad, entre pitos, bombos y sirenas de megáfono.

Del shopping a la taquería

La primera parada de la caminata fue el centro comercial de Córdoba y Presidente Roca. Allí detuvo su paso la columna humana que ocupaba poco menos de una cuadra. Una parte del montón se concentró en la puerta, ante la mirada del personal de seguridad y de los tertulianos del McDonalds, como amenazando a entrar en banda, sin tapabocas ni la habitual sanitización de manos, blandiendo carteles y pancartas.

Sobre la calle otro puñado de manifestantes desplegó una extensa bandera celeste y blanca, mientras la percusión sonaba atronadora. La performance duró algunos minutos y la columna continuó su paso hacia el este. Algunos activistas ataviados con chalecos amarillos y naranjas se adelantaban en las intersecciones para cortar el tráfico.

La caminata ruidosa dobló en Paraguay y se concentró frente a la comisaría 2ª, donde un pequeño parlante sirvió para propalar un mensaje de solidaridad hacia el personal policial no inmunizado que por disposición de las autoridades será destinado a tareas de teletrabajo. Según cifras oficiales se trata de un 4 por ciento de la fuerza. Allí los oradores apuntaron al hecho de que a los efectivos que no completan el esquema de vacunación se les retira el arma reglamentaria.

“Estos de la dictadura sanitaria no quieren tener una oposición, ¡¡y menos aún armada!!, entonces quieren empobrecer toda revolución y toda oposición que podamos hacer”, dijo uno de los hombres que tomó el micrófono. “¡¡Viva la patria!!”, gritaron unos tipos y los bombos volvían a tronar.

Algo que llamó la atención de este cronista fue que, a diferencia de las movilizaciones de siempre –donde un orador u oradora habla y la masa asiente, aplaude o chifla– en este acto otros manifestantes completaban las frases o agregaban consignas, en lo que aparentaba ser un diálogo horizontal y espontáneo con quien portaba el micrófono.

“Hoy es la vacuna, y mañana es toda la salud, dijeron dos, tres dosis… ¡¿Y qué viene después?!”, preguntó otro orador. “¡¡El chip, el chip!!”, respondieron unos cuantos, en una secuencia que parecía un meme de internet.

“¡No queremos perder la de-mo-cra-cia! ¡Vamos a la corte suprema de la nación argentina!”, agregó una mujer al borde del llanto. “¡Vamos a defender la democracia con el cuchillo entre los dientes!”, se envalentonó el señor del mic y al toque alguien agregó “¡Y la Constitución!”. Algunos de los manifestantes chocaron puños con un uniformado que se asomó por la ventana y la caravana siguió su recorrido tomando Mendoza en dirección a Corrientes.

Caminando por el microcentro

Luego de doblar por Rioja y Presidente Roca, la caminata llegó a la plaza Pringles. El calor seguía naturalmente agobiante y la fuente central estaba completamente seca como para remojarse las patas. Los oradores y los percusionistas subieron al escenario de cemento, mientras la multitud coreaba “OMS ge-no-cida”, en respuesta a alguien que puteaba desde un balcón. “¡Pinchate de por vida!”, espetó otro manifestante.

“Sepamos que estamos en el lugar correcto, defendiendo la democracia, defendiendo los derechos, aún de los que se quedan en las casas que algún día van a ver y van a decir «tenían razón ustedes» –dijo el señor del mic–, recuerdo mi época de bancario, que me quedaba cómodo cuando los delegados iban a pelear los sueldos y después me beneficiaba, bueno ahora estamos haciendo eso, sigamos despertando gente”.

De espaldas a calle Paraguay, el orador se descargó contra la jefa de la policía santafesina, “¡Chimenti, renunciá! ¿No te da vergüenza ocupar ese cargo y sacarle el arma a tus compañeros?”. Los medios de comunicación volvieron a ser objeto de críticas: “Para venir a cubrir a gente gritando por la libertad no vienen, pero no nos van a amedrentar, ¡jamás!”, cerró su alocución el ex bancario que fue celebrada con más ruido.

A continuación, un hombre de pañuelo celeste al cuello invitó a viva voz a “hacer oración privada, pública, individual y colectiva en comunidad, es una guerra espiritual, la victoria es del señor ¡viva la vida!”, arengó y los bombos volvieron a sonar con fuerza.

El acto siguió con la lectura de un documento que versaba sobre “la obligación moral de plantarnos frente a este gobierno tirano que pretende avasallar la libertad”. “Se están metiendo con las fuerzas de seguridad y no saben que nos están haciendo un favor, cada día están más de nuestro lado, cuando pueblo y fuerzas de seguridad nos unamos no tendrán a nadie que imponga y defienda sus medidas draconianas”, continuó el texto.

“Apoyamos a las fuerzas de seguridad que con valor y ética mantienen su decisión de no inocularse esta sustancia experimental, y que nos han cuidado y respetado en las últimas protestas (…) sepan que ustedes también son el pueblo, los gobiernos nacional, provincial y municipal no van a tener dónde esconderse cuando la población entera se de cuenta de lo que han hecho”, siguió la lectura que culminó con un “¡Libertad, libertad, libertad!”, coreado por la multitud.

Cerca del cierre una mujer leyó otro documento, esta vez en apoyo al homeópata Eduardo Yahbes, detenido ese mismo día y liberado horas después por hacer certificados truchos para los antivacunas. El calor siguió pegando fuerte y la concentración se fue disolviendo silenciosa y pacíficamente.

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