Por Osvaldo A. Villar
Era la 1 de la tarde; Kulfas miró su laptop e inmediatamente escribió un chat al jefe de Estado. En el escrito asumía la tensión que había causado el tuit de Cristina y actuó en consecuencia.
Si es necesario, te pongo a disposición mi renuncia, escribió en el chat.
Alberto Fernández estaba en Olivos; ya había finalizado la reunión con Agustín Rossi, nuevo titular de la Agencia Federal de Inteligencia.
No había definido su movimiento táctico frente a la bomba de profundidad lanzada por CFK.
Era una decisión difícil: Pensó que el ministro había jugado siempre a su lado y había recomendado romper con el kirchnerismo duro en los momentos más severos.
El ministro, confiando en el Presidente, siguió trabajando en el viaje al exterior que también incluia una reunión sobre minería en Toronto (Canadá).
A la 1.49 PM, un aviso de Twitter advirtió a Kulfas que Alberto Fernández había posteado en esa red social.
El ministro leyó el texto, y quedó sin aliento.
El presidente adhería a las opiniones de Cristina aburrida de pedir su cabeza.
Cuando terminó de leer el posteo en Twitter, Kulfas volvió a escribir al chat presidencial.
El ministro tomaba nota de la decisión política y le anunciaba al jefe de Estado que el lunes llevaría su renuncia escrita a la Casa Rosada.
Alberto Fernández estuvo de acuerdo.
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