Por el río y por los puentes

A l menos en el plano de las conversaciones avanza el proyecto impulsado por munícipios sanduceros, de retornar el originario tránsito fluvial entre Paysandú, Colón, y Concepción del Uruguay. Un paso más en ese sentido, tal como se ha informado, ha sido la reunión entre autoridades municipales de Paysandú e integrantes de las delegaciones de ambos países ante la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU).

Reunión que una vez finalizada, permitió conocer declaraciones de los participantes sobre el tema. Así se vió a los sanduceros referirse a las promisorias perspectivas que abre el proyecto sobre todo en materia turística, pero sin olvidar las que generaría en materias educativas, culturales, laborales y comerciales, a la vez que recuperar ese “ingrediente identitario (sic.)” presente, que hermanaba a las comunidades de ambas orillas de nuestro río. Por su parte, los integrantes del referido organismo, manifestaron una complacencia con notas nostálgicas, al destacar el fuerte empuje de la propuesta, a la vez que hacer referencia a “la importancia de rescatar de la memoria de los pueblos aquellas cosas que tanto nos hermanan, como por ejemplo el transporte por el río Uruguay antes de la existencia de los puentes. Uno recuerda que, en las décadas de los 60-70, la llegada de la balsa era un gran acontecimiento”.

En suma, de lo que se trata, para decirlo de una forma escueta y clara, es sumar al actual transporte público terrestre de pasajeros entre ambas orillas a través del Puente Artiga, la existencia de un servicio regular de pasajeros utilizando embarcaciones. Nos encontramos en definitiva ante una propuesta respecto a la cual no se puede estar en contra, teniendo en cuenta que “todo suma”, en la medida que siempre añade en ese sentido, dosis de provecho. Pero en nuestra opinión, en la manera entusiástica con la que se lo difunde, solo servirá, en el mejor de los casos, para alentar expectativas desmedidas, que por ser tales no se ajustan a los hechos, salvo el caso conjetural de un incremento significativo en el caso del turismo.

Es que se trata de partir de la actual realidad, que es la misma que viene de años atrás, aun en los tiempos de “las lanchas y la balsa”, cual que la vinculación estrecha amistosa y hasta familiar entre los habitantes de las localidades ribereñas, había dejado de ser, en sumo grado, la que existía en los que se podrían nombrar como los “tiempos de antes”, que se remontan, inclusive, anteriores a los de la época de nuestra Independencia. Momentos en los cuales los contactos, de lo que fuera en su momento una sola región, eran abrumadoramente más intensos y frecuentes, a pesar de que cabe imaginar que el río era un obstáculo mayor. Es que, en la actualidad para los residentes de cada una de esas localidades, las otras se han convertido en lo que el antropólogo Marc Augé designó en su momento como “no lugares”. Los que, según alguno de sus glosadores, se trata de un concepto para referirse a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como "lugares".

Son lugares antropológicos los históricos o los vitales, así como aquellos otros espacios en los que nos relacionamos. Un no-lugar es una autopista, una habitación de hotel, un aeropuerto o un supermercado... Carece de la configuración de los espacios, es en cambio circunstancial, casi exclusivamente definido por el pasar de individuos. No personaliza ni aporta a la identidad, porque no es fácil interiorizar sus aspectos o componentes. Y en ellos la relación o comunicación es más artificial. Nos identifica el ticket de paso, un D.N.I, la tarjeta de crédito...Esa es la situación actual, cuyas autoridades deben procurar modificar, y cada uno de nosotros incluso debería sentirse un actor que contribuya a lograr ese objetivo. Pero para ello, se hace necesario lograr la existencia de “un puente sin la traba que significa el pago de peaje” para el tránsito vecinal. Una aspiración de vieja data, la cual espera todavía una respuesta contundentemente positiva.