En la producción agropecuaria argentina, la apicultura es una de las actividades más importantes y destacadas. No sólo por su valor económico, sino también por su gran valor social y ecológico: la crianza y multiplicación de abejas contribuye singularmente con la biodiversidad ambiental y con la producción de alimentos.
Por: Nuala Szler- para HORIZONTE A
La miel producida en nuestro país es considerada una de las de mejor calidad en todo el mundo. De hecho, Argentina es, junto con China, uno de los principales productores y exportadores mundiales de miel. Puntos de producción, fraccionamiento y comercialización de la miel se hallan distribuidos en todo el país, impulsados tanto por pequeños y medianos, como grandes productores.
La apicultura se ha convertido en un significativo factor de desarrollo rural y familiar en muchas comunidades nacionales. En los últimos años, ha tenido lugar un enorme impulso de esta actividad, serios movimientos de crecimiento que han logrado potenciar la calidad e identidad de la miel argentina, su versatilidad y su producción sustentable.
La producción de miel en Argentina
Ya mencionamos que nuestro país se ubica entre los principales, sino es entre los tres primeros productores de miel a nivel mundial. Es, de hecho, el segundo exportador, con un volumen promedio superior a las 75.000 toneladas anuales. Para consumo interno, asimismo, se conservan alrededor de 6.000 toneladas en promedio.
El trabajo de comprometidos apicultores y apicultoras en todas las regiones del país ha posicionado a la miel como un alimento de valor y calidad, estimulando su consumo y fortaleciendo su producción y comercialización.
La producción de miel es, también, significativa por la gran cantidad de mano de obra que requiere, al tiempo de que no solo se ha erigido como una actividad principal en muchas áreas de producción, sino que también se ha constituido en un gran complemento productivo de muchas familias.
Como han señalado los más allegados a esta actividad y promotores de su desarrollo, la apicultura no es solo una rama productiva, es también inclusión y agregación de valor. Es, sobre todo, promoción de la importancia del ambiente y de los procesos naturales, porque visibiliza de un modo completamente único el rol fundamental que tienen las abejas en la polinización y, por lo tanto, en el sostén de la vida tal como la conocemos.
De acuerdo con los últimos datos cedidos por el Registro Nacional de Productores Apícolas, en Argentina desarrollan su actividad alrededor de 17.000 apicultores, quienes manejan cerca de 33.477 apiarios y disponen de unas 3.700.000 colmenas. Por su parte, un total de 1.209 salas de extracción de miel cuentan con la habilitación del Senasa.
La producción se extiende en gran parte del territorio: distintos puntos en variadas localidades destacan por sus cualidades productivas, las que los hacen aptos para el desarrollo y obtención de miel, así como de otros productos derivados de la crianza de abejas.
El mayor número de productores se encuentra en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Sin embargo es una actividad que se desarrolla en 22 de las 23 provincias que conforman Argentina, de hecho en todas salvo Tierra del Fuego, y que ha generado un sensible impacto en sus economías locales.
En la actualidad, las variadas condiciones climáticas de nuestro país, junto con importantes avances tecnológicos nos permiten obtener una miel de indiscutida calidad, distinguida internacionalmente por una diversidad de sabores, aromas y colores que hacen posible múltiples identidades.
Principales etapas en la cadena productiva de la miel
La primera etapa en la producción de la miel comienza con el llamado Pecoreo, momento en que las abejas recorren las flores y completan su carga del néctar y polen, que a ellas se adhiere.
Cuando regresan a su colmena, dentro de su colonia, cada abeja deposita el néctar en las celdas de los panales, luego se agregan sustancias y se reduce su humedad hasta transformarse en la miel que conocemos. En el momento del año pertinente, el apicultor procede a abrir las colmenas y retirar algunos panales con miel ya madura. Estos son conducidos a la sala de extracción.
Aquí comienza la etapa de cosecha de la miel. En la sala de extracción, el apicultor retira los opérculos de cera que sellan los panales y coloca estos últimos en una maquinaria conocida como extractor de miel.
Este equipo comienza a girar, extrayendo con ello la miel depositada en las celdas. Todo lo extraído se va juntando en un tambor de unos 300 kg, llamado decantador. Esta es la etapa conocida como extracción de la miel.
Como siguiente paso de esta cadena productiva, la miel extraída se deja en reposo para que se produzca su decantación. Luego es oportunamente filtrada para ser colocada en envases más pequeños, destinados a la comercialización. Esta etapa constituye el fraccionado de la miel.
Por último es momento de la comercialización y consumo. Como mencionamos, alrededor de 70.000 toneladas son destinadas al mercado externo y unas 6.000 al mercado interno. La miel es distribuida para la elaboración de una enorme variedad de alimentos, bebidas y productos de cosmética natural. En Argentina también se producen y comercializan otros productos primarios de la colmena, como polen, propóleos, cera y jalea real.
Las mil y un propiedades de la miel
“La miel es un alimento natural y de calidad, fuente de antioxidantes, vitaminas y minerales“
Su versatilidad hace de la misma un alimento disponible para el consumo durante todo el año. Además, por su significativa composición de azúcares, es, sin lugar a dudas, una también inmediata fuente de energía disponible.
Un dato ciertamente curioso y a la vez bello es el hecho de que el color de la miel depende de las flores que las abejas visitaron durante la etapa de Pecoreo.
Más específicamente, tanto el color como el aroma y el sabor se relacionan con el contenido de minerales, polen y compuestos volátiles que han conformado en particular cada miel. Las mieles más oscuras, por ejemplo, tienen un mayor contenido de fenoles. Ello les otorga un mayor poder antioxidante.
La cristalización, por su parte, es también un proceso natural de la miel. Sus múltiples identidades, asimismo, se distinguen por el estado de la misma, que puede variar a líquido, sólido o cremoso.
Salvo que experimente un aumento significativo de su temperatura, la miel tiene la propiedad de preservar su contenido vitamínico durante todas las etapas de la cadena productiva, desde la cosecha como en el almacenamiento y posterior preparación, manteniendo, así, su valor nutricional hasta la obtención del producto final.
El valor medicinal de la miel es, quizás, uno de los más antaños, siendo empleada en muchas culturas para la cura de múltiples afecciones. El uso de la misma, tanto por sus propiedades nutricionales como medicinales, es probablemente más antiguo de lo que nos lo imaginábamos.
Registros arqueológicos dan cuenta de su presencia ya en los primeros asentamientos humanos, unos 7000 a.C. Se han encontrado, también, menciones al respecto en tablillas Sumerias, fechadas aproximadamente entre los años 2100 y 2000 a.C.
Milenios después el protagonismo de la miel no se ha desvanecido. La apicultura se posiciona a cada minuto como actividad productiva fundamental. Contribuyendo al desarrollo local y regional, visibilizando su aporte económico y generando empleo directa e indirectamente a través, también, de la producción de derivados, como propóleos, cera, polen, jalea real y apitoxinas, e incluso a partir de otras actividades vinculadas, como la cosmética, el turismo rural, la gastronomía, etc.
Con el trabajo y cuidado de las colonias de abejas, las apicultoras y los apicultores aseguran la disponibilidad de esta importante especie para la polinización de los cultivos y la floración natural. Las abejas desempeñan un destacado rol como agentes polinizadores, fundamental para preservar la biodiversidad y para la producción de alimentos.
La importancia de la abeja para la preservación del medio ambiente es de proporciones casi inimaginables. Basta decir que alrededor de un tercio de los alimentos que se producen en el mundo dependen directa o indirectamente de su acción polinizadora.
Grupo de Mujeres Apicultoras Argentinas
Reinas de Corazones es una comunidad de mujeres rurales dedicadas a la apicultura. La iniciativa nació en manos de la ingeniera agrónoma, y actual coordinadora de la red, Marina Muscolo en Pehuajó, al noroeste de la provincia de Buenos Aires.
En la actualidad este movimiento de mujeres productoras de miel ha trazado un enorme camino de desarrollo productivo y colaborativo, que continúa creciendo y multiplicándose con la participación, también, de apicultoras de Azul, Trenque Lauquen, Daireaux, General Lavalle, Carlos Tejedor, Castelli, Cañuelas, San Miguel del Monte, Partido de General Madariaga y Partido de La Costa.
Reinas de Corazones nace, en principio, como una propuesta solidaria en 2016. Hoy está conformada por más de 90 mujeres que producen aproximadamente unos 10.000 kilos anuales de miel, que comercializan de forma fraccionada en todo el país y que distribuyen en dietéticas y mercados de comida saludable. No obstante, su objetivo próximo no es otro que comenzar, también, la exportación de su producción.
Entre sus objetivos fundantes, y aún vigentes, el proyecto impulsado por Muscolo apuesta a brindar oportunidades de desarrollo a mujeres rurales, generar ingresos extras para las economías familiares y contribuir al bienestar y preservación ambiental con el cuidado de las abejas y de su labor de polinización. Es una empresa, sin duda, de un triple y poderoso impacto.
Este grupo de mujeres apicultoras argentinas ha impulsado su accionar bajo el concepto conocido como cadena de favores: aquella mujer que quiere probar el oficio y sumarse a la iniciativa, recibe durante el primer año la capacitación pertinente, las herramientas necesarias para desarrollar la actividad, una serie de colmenas a trabajar, la indumentaria y el resto de los complementos requeridos para una gestión segura de todo el procedimiento. Luego, dispone de la opción de poder donar esa primera producción para, con las ventas realizadas, disponer de nuevos equipos para una nueva integrante.
La pandemia de Covid 19 no detuvo a este grupo de mujeres emprendedoras, continuaron las capacitaciones de forma virtual y en 2020 comenzaron a recibir el apoyo social y económico de ArgenINTA. Con este nuevo paso, las integrantes de Reinas de Corazones han podido incrementar sus equipos, extendiendo su actividad en mayor alcance e impacto. Sumándose, además, a la propia iniciativa del Programa Nacional Apícola del INTA, que busca fomentar las buenas prácticas apícolas y de manufactura en la producción de la miel de calidad que requiere el mercado nacional e internacional.
Ahora bien, la iniciativa no solo destaca por darle a la mujer la oportunidad de habitar nuevos espacios sino también por el significativo modelo productivo de apicultura que desarrolla y fomenta en la producción argentina de miel.
“La sustentabilidad, el cuidado del medio ambiente, el compromiso social y el desarrollo económico son los pilares sobre los que se eleva el accionar de este grupo de apicultoras”
La cruzada iniciada por Reinas de Corazones es un claro ejemplo a imitar. Responde a una creciente y necesaria demanda de alimentos saludables, como también de sistemas productivos sustentables y en armonía con la preservación de la biodiversidad y de los valiosísimos ecosistemas que nos ofrece nuestro amplio territorio.
Afortunadamente, no solo en la apicultura sino también en muchas otras actividades productivas, hemos comenzado a intentarlo.
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