Hola Daniel, ¿cómo estás? Los años pasan y nos volvemos a encontrar. Si hoy me cruzara contigo imagino que reconocería tu tostado perenne y tu pelo que no encanece. Seguís así? Pero no ha sido un encuentro como los de antaño, en nuestra época de estudiantes universitarios, cuando todo ameritaba un café y las dificultades y alegrías se charlaban cara a cara.
Ayer te encontré en páginas, de papel y electrónicas, a propósito de tus reflexiones sobre el caso VIALIDAD, donde planteaste “Quienes integramos el poder judicial y además tenemos vocación docente, no podemos callar porque el silencio puede ser cómplice…”. Ahí mismo pensé, es verdad, el silencio puede ser cómplice y decidí escribirte. No importa que PODER se integre, o cual sea nuestra ubicación en la grilla de la ciudadanía santafesina. Y aún sin ser docentes, no podemos ser cómplices. Pensé que este formato, que ya usé en un par de oportunidades, me permitiría llegar a vos y compartirlo con toda la ciudadanía que no quiere ser cómplice. Escribo con serenidad, preocupación y esperanza.
Serenidad porque a esta altura de mi vida, la bronca me dura unos minutos. Luego la desalojo de mí y me dejo llevar por sensaciones más productivas. Por ejemplo, tomar cartas en el asunto y ocuparme de lo que me preocupa, no de lo que me irrita. Me preocupa verte asumir posiciones, como las que declaraste –obvio que no aludo a detalles legales ni de procedimiento- desde tu condición de profesor de derecho penal, frente a un miembro del poder judicial nacional que ha demostrado una enjundia, un coraje y un conocimiento de su trabajo que lo han llevado a lo más alto de los ejemplos que nuestro país necesita. Nos hizo llegar al fondo, sí. Pero nos tomó de la mano y nos permitió dar la patada para empezar a subir en el foso resbaladizo en que nuestro país ha caído.
Sería deseable que, como lo hizo él, más gente del poder judicial se acercara a la ciudadanía demostrando que trabaja para defenderla. Que más fiscales y jueces salgan de su espacio de confort y se arremanguen junto a todos nosotros, los que no “integramos el poder judicial” para juntos recuperar esta nación gloriosa que supimos destruir. San Martín, Alberdi, Sarmiento, Belgrano, Moreno… descansen tranquilos por favor. Esto no va a quedar así.
¿No es cierto Daniel? ¿No es cierto que debemos reconstruir nuestro país? ¿Acaso no lo construímos entre todos nosotros y nuestros ancestros? ¿Qué otra cosa somos, sino arquitectos de un país glorioso, con una historia que debemos honrar?
¿No es cierto Daniel, que todos nosotros, 70+, hemos tenido mucho que ver con lo que nos pasa, con aquello de lo que carecemos, con el fenomenal desencuentro que destruye la riqueza que nos fue dada? Si no fuera así, hemos vivido en vano y debiéramos avergonzarnos.
¿No es cierto Daniel, que no importa el lugar que cada uno ocupe, todos, todos, todos somos muy importantes e igualmente responsables de lo acontecido?
¿No es cierto Daniel, que no hay distancia humana entre vos hoy, ministro de la corte provincial y yo, periodista jubilada, si ambos sentimos el mismo compromiso y deber de no bajar los brazos frente a la perseverante destrucción institucional, al perverso relato que todo lo transforma y al malvado mecanismo que provoca enfrentamiento social?
Te recuerdo de un tiempo en el que éramos tan jóvenes, que solo me ha quedado el recuerdo del afecto. Afecto que convivía con nuestras diferencias y nos hacía mejores personas. No voy a permitir que la medusa que ha caído sobre Argentina cambie mis sentimientos. Sos un tipo capaz, tus indiscutibles logros profesionales y académicos son numerosos y admirables. Te respeto y me pregunto, ¿tan fuerte fue la presión que ejercieron sobre vos que produjiste las declaraciones de ayer? ¿O nacieron de vos mismo? Estás en el ápice del poder, acaso ¿todavía pretendés subir más y estos son los escalones que te faltaban? ¿O qué Daniel, qué te pasó?
Me emociono de solo hablarte. Ojalá me escuches. Aunque me descartes. Me despido con un texto que un valioso argentino escribió hace 21 años, cuando una vez más nos retorcíamos de dolor por haber hecho tantas cosas mal.
“El escándalo de la esperanza consiste en ocupar los sitios donde nada, en apariencia, la invita a florecer”.
Hola Susana, GRACIAS, GRACIAS me hiciste llorar, cuánta verdad en tus palabras .... Algunos, en aquel momento Soñamos Con OTRO PAIS QUE NO SUPIMOS CONTRUIR...pero siempre estamos a tiempo cuando elmarreprntimirnto es
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