Por Ernesto Martinchuk
Agosto de 1806. Buenos Aires está, desde el 27 de junio, en poder de los expedicionarios ingleses que, en número de 1560 hombres, desembarcaron al mando de Beresford. Buenos Aires ve cómo ondea en el Fuerte el pabellón de Gran Bretaña, en el mismo mástil donde, durante muchos años, flameó el estandarte español.
Buenos Aires ha comprendido que vive ya una existencia de ciudad conquistada y que las libertades de comercio prometida por los invasores se realizarán, de llegar a cumplirse, con la condición de una colonia de la metrópoli imperial que no habla su propia lengua. Buenos Aires se halla humillada. Están deprimidos tanto españoles como criollos.
Uno de ellos, Manuel Belgrano, ha sentido vergüenza al ver entrar las tropas enemigas. Eran escasas. Y la ciudad había sido entregada. El virrey está prófugo. Todo parece perdido porque se ha perdido el ánimo. Las espadas de los jefes militares se doblegaron en actitud de derrota y ya gobiernan miembros del consulado y cabildantes para satisfacer hasta los mínimos deseos de los dominadores. Pueden pasear en triunfo, por las calles de Londres, los trofeos de una victoria tan fácilmente conseguida. Pero no escapan a la percepción de los jefes ingleses algunos signos de resistencia moral. Hay, es cierto, salones aristocráticos que se iluminan para que bailen en ellos los oficiales británicos, pero hay también rostros impenetrables, rumores de que están cargadas las armas de la resistencia, que no fueron entregadas, y la certeza de que no pocos conspiran. Y es así…
En la plaza de toros del Retiro, se congregaron para deliberar los más audaces. Se propusieron distintos planes. Se discutieron la acción individual y los hechos vandálicos. Y se impuso, por último, el criterio de desarrollar una acción en gran escala, combinada con la que se organizaba en Montevideo. Ya está todo listo. Ya están en Perdriel los contingentes salidos de Buenos Aires para volver sobre la ciudad en son de guerra. Su insurrección estalla prematuramente y fracasa.
Es preciso aguardar horas que pasan lenta, angustiosamente. Es necesario esperar a que Santiago de Liniers cruce el Plata con las tropas de sus dos bandas, que desembarque en Las Conchas, que avance lentamente y se presente, desafiante, decidido, en los corrales de Miserere.
Es el 10 de agosto y el militar francés, que trabaja desde mucho tiempo atrás al servicio de España es incorporado desde ahora a la historia argentina, exige de Beresford la rendición de la plaza. La contestación llega a medianoche. Es negativa.
El alba del 11 se asombrará ante esos hombres que, enlodados por una marcha entre barrizales, conquistan a bayoneta el parque de artillería, en el Retiro.
El 12 se intensifica la pelea. Avanzan los nuestros por la calle de la Merced, por la calle de la Catedral. Los ingleses tienen en su poder sólo la Plaza Mayor y su comandante en jefe dirige las operaciones desde los arcos de la Recova. Ya se refugian, por último, en el Fuerte, donde se rinden. Buenos Aires aclama su propia victoria.
Insistirán más tarde los ingleses. Volverán luego de su primera derrota, ahora con fuerzas superiores. Desembarcaron en la Enseñada y en menos de una semana de combates, durante la cual el destino del virreinato aparecerá definido como una pérdida irremediable para España, será el propio pueblo de Buenos Aires, en cuyas filas han de luchar los que tres años después encenderán las luminarias de la aurora de Mayo. Será ese pueblo, liberado ya de la tutela de los mandos peninsulares, el que con el heroísmo de la Defensa confirmará lo que han demostrado con la Reconquista: que es capaz de cuidarse y conducirse, de organizarse democráticamente en los momentos de prueba. Esa es la gran lección de las jornadas inolvidables.
Los argentinos -ya se nos dice así en homenajes que nos tributa América- hemos opuesto, con la energía de nuestro brazo, una valla insalvable a la ambición de los invasores. Y hemos dado a dos grandes imperios la prueba irrefutable de que, a orillas del Río de la Plata, existe algo más que una colonia: que vibra hondamente una nación cuyos hijos saben lo que dicen cuando pronuncian la palabra Patria.
Operativo Reconquista
Mientras escribía esta crónica no podía dejar de reflexionar sobre el momento actual y pensaba que en todos los pueblos se cuentan historias de héroes que renacen después de haber pasado por duras pruebas de luchas, en las que el sujeto está a punto de perderse, pero finalmente gana. Se gana a sí mismo y en eso consiste su heroísmo.
Una de esas historias tiene como protagonista a Jonás que es enviado por Dios a la ciudad de Nínive para predicar sobre el bien, la justicia y así salvarlos de la destrucción. Pero Jonás se niega… no quiere ese destino.
Quiere vivir tranquilo. Huye de Dios, que es huir de sí mismo y toma un barco que surcará océanos lejanos.
Él espera estar a salvo en el barco. Pero una tormenta sacude la embarcación y todos sus ocupantes muestran su desesperación, salvo Jonás que se encuentra en la punta de la nave durmiendo plácidamente. La gente lo sacude y logra despertarlo para decirle que la tormenta está por destruirlos y que haga algo.
Jonás entiende que la tormenta lo persigue a él, que es un fugitivo. Por tal motivo, le pide a los marineros que lo arrojen al mar para que cesará la tormenta.
Efectivamente la tormenta desaparece, pero Jonás que está en el agua es devorado por un gigantesco habitante del océano, una ballena.
Jonás conserva su vida dentro de la ballena y en esa soledad tiene tiempo para pensar y reflexionar por lo que le reza a Dios para que lo devuelva al mundo exterior.
Dios oyó su plegaria y la ballena abre la boca y escupe a Jonás en una de las costas.
Es el renacimiento del héroe. Explican los psicólogos que el vientre de la ballena era como el vientre de su madre y el mar, el líquido amniótico. Jonás huía de sí mismo y no quería asumirse en su calidad de adulto responsable que debe ayudar a otros adultos. Quería seguir siendo un bebé que vive encerrado en sí mismo y si está en el vientre materno, mucho mejor. Una muestra de egoísmo y de encierro del ego.
Su estancia en el interior de la ballena es la caída más profunda, y ahí como feto renace y vuelve a la tierra para realizar su destino.
Las zozobras humanas, las luchas por el poder y el egoísmo, nos arrojan a profundos mares. Estas son pruebas. Las pruebas del héroe y la oportunidad de detener la marcha, meditar y retomar el camino en cuanto a su renacimiento.
Este relato sugiere que Jonás, en su comienzo, intenta huir de las demandas de su superyó, es decir de la conciencia que reclama optar por valores superiores, en este caso la ciudad de Nínive para preferir la comodidad del valor inferior como quedarse cómodamente en casa atendiendo sus necesidades más egoístas.
Otro es el principio de la realidad, dónde es necesario lidiar con fuerzas que pretenden manejarte y debes lograr tu libertad. Esa libertad se logra porque esas fuerzas existen, como también los valores en conflicto y las oposiciones de principios.
Para vivir con valores es necesario tener valor. Coraje. El coraje de existir. Sin valores la vida no tiene sentido porque son modelos de existencia.
¿De dónde proviene esta crisis que estamos viviendo? La vida humana se ha convertido en un verdadero dolor. Hay problemas de todo tipo, en la economía, la educación, la salud, en la seguridad, todos los días hay asaltos, muertes, corrupción, hay drogas y los niños y los jóvenes se crían en ese ambiente enviciado. Un ambiente viciado, contaminado que no permite ver un mañana. Todo está a la deriva.
El valor está en la conducta, en la palabra, en el comportamiento y no en las ideas que se expresen sobre cómo debe comportarse el hombre. En nuestra sociedad estamos demasiado predispuestos a confundir discursos con valores.
Uno de los tantos rasgos de la crisis actual de nuestro país es que está demasiado verbalizada, demasiados opinólogos, donde se desperdician demasiadas horas discutiendo temas de poca o nula trascendencia, donde un tema del espectáculo tapa a otro. El pensamiento que no conduce a la acción no sólo es estéril, sino que, además, es engañoso.
Cuántas décadas venimos escuchando el “canto de las sirenas”. Pero debemos recordar que las sirenas, se disfrazaron durante mucho tiempo con cantos maravillosos, que han seducido y atrapado a los más incautos, que luego de capturarlos, los han venido destrozando quitándoles su dignidad como personas al dejarse llevar por esas melodías que han quedado detenidas en el tiempo. Ese canto es el placer inmediato, es la gran tentación, ese límite que dice cuánto se le da al presente y cuánto se reserva para el futuro, pero oculta en qué medida no se incinera el futuro en un pasajero, aunque dulce presente…
Existe una verdadera crisis de valores. La gente está desesperanzada, triste. Tenemos de todo, pero algo nos falta… Nos falta un horizonte superior, mirar más arriba del horizonte, donde vivir para algo signifique vivir con sentido. El Operativo Reconquista debe ser la recuperación de los valores que están perdidos, confundidos y desorientados.
Muchos políticos, líderes sindicales, la Universidad, los empresarios no se enteraron, al igual que muchos jóvenes tampoco están enterados de que la vida es trabajo, esfuerzo, exigencia, deberes, disciplina y no hay nadie que te cobije bajo su manto de misericordia.
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