sábado, 20 de abril de 2024

Patente de gente importante

  “El descontento con los partidos políticos y la pérdida de prestigio de los políticos se reflejan inevitablemente en las instituciones de las que son miembros. Si se llega a considerar que las propias instituciones son instrumentos inadecuados de la democracia, entonces salvar a la política se convierte en una tarea muy difícil”.  Giovanni Sartori

 Por Ernesto Martinchuk

 

Ante los acontecimientos protagonizados por la clase política, que forma parte del "Honorable Congreso de la Nación", me permito -como Ciudadano Argentino- la licencia de hacer las siguientes reflexiones.

 

Tener valores firmes es crucial para ser honorable, pues actuar con honor quiere decir hacer lo correcto, incluso si otros no están de acuerdo. Nuestra crisis actual no sólo es una crisis moral en términos de crisis de validez de las normas: es una crisis general de sentido, una crisis espiritual, una crisis de percepción, una crisis que pareciera estar llegando a un momento crítico de los fundamentos mismos de la sociedad humana moderna.

 

Honorable” proviene de “honor”, una palabra con origen en el latín honoris y describe cualidades como la rectitud, la decencia, la dignidad, y el respeto, que deben tener las personas que ejercen un cargo público.

 

Pero, también, existen estos otros puntos que se deben tener en cuenta:

 

-Tan importante es la misión del político, que la imparcialidad, la preparación, no traficar con influencias, independencia y libertad, no pedir o aceptar dinero o regalos como consecuencia de la prestación del servicio deberían ser imperativos éticos.

 

-Puede resultar muy difícil decidir cómo actuar con honor en cualquier situación, pero para ser honorable tiene que ser confiable.

 

-Sus valores son en los que se confía cuando no hay nadie más a quien pueda acudir. Cuando se alinea con ellos, sin importar cuál sea el resultado, puede sentirse orgulloso de sí mismo por haber hecho su mayor esfuerzo y estar con su conciencia tranquila.

 

-La gente honorable muestra su amor profundo por los demás a través de sus acciones.

 

-Piense en las decisiones que toma todos los días y determine qué es lo que las impulsa.

 

-Solo Ud. sabrás si sus interacciones están manchadas con motivos que no quiere que otros vean.

 

-Una parte de ser honorable es reconocer el efecto que tienen sus palabras y sus acciones en los demás.

 

-La honestidad y el honor van de la mano.

 

Afán desmedido

 

En culturas como la de Japón los funcionarios que delinquen, se suicidan, en China, Corea del Norte o Irán, directamente los ejecutan, en Rusia los envenenan o los arrojan desde las alturas, mientras que en el mundo libre “tienen la dignidad” de renunciar. En la Argentina siempre se justifican o culpan a otros de sus acciones.

 

El afán de lucro, el individualismo, y la competencia como activadores de las relaciones de intercambio social, han banalizado todos los aspectos de nuestra cultura: comenzando por la política, la educación, la justicia, el trabajo, la salud, y la información.

 

Nuestra Argentina de hoy se ha vaciado cultural y espiritualmente mientras sigue desangrada por los innumerables casos de corrupción. Han sido muchos años de prácticas lamentables que han colocado a la corrupción, la impunidad, la discriminación y las abiertas desigualdades sociales como forma de vida. Se han enquistado en todo el Estado y nos han quitado la capacidad de maniobra, llevándonos a los terrenos en que solamente a través de las ominosas prácticas, se puede vivir y convivir.

 

Como las raíces de un árbol

Las raíces de la nación están, como las de un árbol, bajo tierra, Son los muertos. Nuestros patriotas, nuestros héroes están vivos. Las generaciones pasadas alimentan a las generaciones presentes. Nuestras calamidades son la ramificación de las calamidades, que no pudieron ser detenidas, desviadas o acabadas en su origen. Nuestro pasado es de terror, y en el terror seguimos viviendo. El terror aparece como una fatalidad, mientras los de abajo -como siempre- siguen esperando.

 

La realidad que los políticos no ven

 

Miraba pasar, de los tantos que diariamente circulan, -ya no sólo en el GBA, sino también en CABA y cada vez en mayor cantidad, todo el día y a todas horas- en este caso, a un cartonero en un improvisado vehículo realizado artesanalmente con dos ruedas de bicicleta. Observe que lo acompañaban varias criaturas, una durmiendo sobre el montículo de los cartones recogidos, mientras otros dos seguían al conductor junto a una adolescente embarazada. Más atrás una mujer, también embarazada, con un chico en brazos y otro que la acompañaba mientras tocaba en cada casa pidiendo: “algo de comida, ropa o lo que me pueda dar…” Un escuálido can también seguía al grupo, husmeando por todas partes…

 

Todas eran criaturas agobiadas en las que se van borrando los rasgos de su especie. Todos los días vemos en esta Argentina, niños desnudos, flacos, arrugados antes de haber aprendido a tenerse en pie, extenuados por la disentería, hormiguean en el lodo de sus villas, larvas del infierno que aún vivos, ya fueron condenados. Niños enfermos, padres, -algunos apenas adolescentes. Hijos de la “década ganada” que el vicio, el alcohol y la droga, consuela un instante en las noches siniestras de este anunciado naufragio.

 

No es espantoso que el hambre de la mujer sea peor que la del hombre, lo espantoso es que al hambre femenina se agrega una plaga especial: la prostituciónla droga y el robo. Esa triste y ronca prostituta que pasa, es el espectro mismo de la humanidad. En sus ojos no hay ya lágrimas, en sus cabellos no hay brisa, ni juventud en su boca, ni esperanza en su corazón. Todo lo ha perdido, hasta el recuerdo, hasta el dolor y el deseo de morir… Ella misma se cree un cadáver que anda…

 

Todos nos damos cuenta que una sociedad en que, por cada miembro con existencia asegurada hay miles y miles de condenados a la angustia, la enfermedad, la degeneración, la muerte prematura y si la clase dirigente no se regenera de abajo hacia arriba, ya nos ha alcanzado, sin remedio, la bancarrota y el desastre. Pero la raíz de todo no es otra que la crueldad y la codicia. La codicia y crueldad han hecho que una exigua minoría invente y usurpe el poder de las bancas, sacrificando a la mayoría indefensa y -por ahora- adormecida.

 

Sólo basta tomarnos un tiempo para ver a nuestro alrededor, para notar que todo se mueve en un raro grado de violencia cotidiana. En los asaltos, en las palizas, en el léxico, en las relaciones entre las personas, colmadas de malos tratos, de insultos, de odios, de rencores… y muchos representados desde la pantalla del televisor. Vivir parece, cada vez más, una batalla. Porque se convierte en una batalla, donde el sentido común parece haber sido extirpado de la realidad. Donde una vida no vale nada.

 

Jubilaciones de privilegio“ñoquis” de lujo con patente de gente importante, que se llevan –por mes- más de quince sueldos mínimos cada uno, cuando debería ser un orgullo personal haber sido elegido Senador, Diputado o Juez. 

 

El embrutecimiento social de la Argentina no es casual o coyuntural, es un camino pensado y trabajado desde quienes nos han gobernado. De seguir así, sólo nos espera desasosiego y pobreza.

 

Tener valores firmes es crucial para ser honorable, pues actuar con honor quiere decir hacer lo correcto, incluso si otros no están de acuerdo. Nuestra crisis actual no sólo es una crisis moral en términos de crisis de validez de las normas: es una crisis general de sentido, una crisis espiritual, una crisis de percepción, una crisis que pareciera estar llegando a un momento crítico de los fundamentos mismos de la sociedad humana moderna.

 

La moral

 

La moral es una de las más bellas cualidades que Dios ha puesto en el hombre. Es una fuerza misteriosa que actúa automáticamente, y a veces contra la propia reflexión. Representa un respeto instintivo hacia lo que está bien o mal y mantiene el orden, empezando por guardar una perfecta relación con los otros.

 

Pero la moral no sólo se tiene para los demás, sino para uno mismo. Incluso no podríamos hacer algo que los demás aceptarían si va contra nuestras rectas convicciones. Cuando la moral es plena, no se actúa correctamente sólo porque el otro lo merece sino, porque nuestro propio yo lo exige: “me comporto a la mayor altura más que por respeto a usted, por respeto a mí mismo”.

 

La moral de cada uno lleva la impronta de su conformación espiritual; es la suma de sus convicciones, por herencia y por adopción, también reflejan el medio en que se crío o se desenvuelve. Por ello, es tan necesario actuar en un nivel acorde a nuestra moral, eludiendo lugares y personas que no guarden la debida armonía con nuestro propio nivel moral, pues la experiencia demuestra que las relaciones que se desarrollan en planos morales desacordes generan conflictos y llevan a situaciones lamentables.

 

La moral de un pueblo es su reserva básica. Cuando por cualquier razón, la moral pública se relaja, -la de un gobierno o de todo un pueblo- asistimos al desmoronamiento del orden y la justicia y, ante semejante situación puede sobrevivir el caos. La historia lo atestigua.

La moral de una población, lo mismo que sus otras virtudes, se conforma con la suma de las moralidades individuales. Ello motiva que la formación moral del niño, que se hará hombre, constituye una de las premisas de la educación, tanto en el hogar como en la escuela.

 

La Ética

 

La Ética se diferencia de la moral en que a ésta la constituyen las costumbres y a aquella las leyes. Nos ajustamos a la moral obrando según lo que se acostumbra, lo que nos enseñan, pero nos ceñimos a la ética cumpliendo sus disposiciones, o directamente a las leyes vigentes. Hagamos la salvedad de que las leyes morales deben merecernos un respeto aún mayor que las escritas, que muchas veces reflejan intereses de sectores.

 

La mentira, el relato, la cleptocracia y la impunidad, siguen el mismo manual desde hace muchas décadas. Han sido muchos años de prácticas lamentables que han colocado a la corrupción, la impunidad, la discriminación y las abiertas desigualdades sociales como forma de vida.

 

No es en los convenios de los conspiradores con suerte, donde nace la justicia, sino en los hogares, donde se educa con el ejemplo y con convicciones. No es en las costumbres políticas donde empieza el progreso, sino en las costumbres privadas. Es muy probable que, si nuestras escuelas, colegios y universidades no llevasen décadas de destrucción y adoctrinamiento, hoy serían otros nuestros dirigentes y muy diferentes sus discursos.

 

Aislar el tumor

 

Es necesario aislar el tumor, impedir que concluya devorándonos, detenerle mediante una barrera infranqueable, un cordón sanitario más y más robusto compuesto por elementos no políticos. Porque los políticos sólo piensan en ellos. El funcionario que no cumple sus deberes y/o promesas o roba el dinero público debe ser considerado un delincuente y debe ir preso, y así lo debe entender la justicia, porque está matando nuestra economía, nuestro futuro y robándonos el orgullo que debemos tener como país.

 

En un país bien gobernado, la pobreza es algo que avergüenza. En un país mal gobernado, la riqueza es algo que avergüenza”. Confucio (551 a. C-479 a. C.)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario