martes, 7 de mayo de 2024

REFLEXIONES: LA DIRiGENCIA ARGENTINA TODA TIENE QUE DARSE UN BAÑO DE REALIDAD


  “Argentina debe, según informaciones disponibles, alrededor de 450.000 millones de dólares. Deuda que nadie piensa seriamente que se pueda pagar, al menos en mucho tiempo. Distintos son los servicios de la deuda, bonos, empréstitos, intereses varios, swap, etc. Estas son obligaciones que sí o sí hay que cumplir. De lo contrario, entramos en default, descrédito, y todo el rollo. Nos caemos del mundo. El gobierno anda pasando la gorra, hasta ahora sin resultados. Por lo que sabemos no tuvo suerte en China, ni el F.M.I. y hasta aquí perdió en la maniobra de robarse el Fondo de Garantía Sustentable de los Jubilados con la Ley Bases (lo va a volver a intentar). En el día de hoy está tratando de seducir al Rey de los bonos basuras para ver si le tira un hueso. Pero resulta que, un interés ultra moderado para la época, del 8% anual (hoy Argentina no conseguiría al menos del 15), nos da una cifra escalofriante; 36.000 millones de dólares anuales de pago de intereses y servicios, a lo cual hay que agregar amortizaciones y vencimientos. Un monto difícil de enfrentar e imposible de conseguir en los mercados financieros y mucho menos con intereses razonables. Ahora bien, objetivamente, todos los artilugios, malabares, juegos de naipes y prestidigitación que se han venido ensayando durante años y también en esta actual administración, no alcanzan ni para reunir una mínima parte de ese importe, aun sometiendo a la población a la pobreza y la indigencia, tal cual acontece hoy. No alcanza, no sirve, no es el camino. Mucho menos reducir el consumo, la producción, el mercado interno, la generación de riquezas. La solución va en la dirección opuesta. La única alternativa es crecer y crecer mucho de forma acelerada para generar dólares, inversiones, desarrollo, mercado de capitales, del crédito, recomponer el consumo y el bienestar de la población, sobre todo en los sectores como el de los jubilados a los cuales, sin arte ni parte, se los ha cargado con una mochila que los aplasta. Apostar a la deflación como herramienta de bajar la inflación, solo conduce a ingresar a un infierno de consecuencias. Y lo peor, es tremendamente injusto con la mayoría de los argentinos. No está bien y a la postre solo deja una estela de sufrimientos que tardan años en reparar y en muchísimos casos la reparación llega demasiado tarde. El tema es el “Cómo” y la “forma” para cambiar esta realidad. Sin una masa de dólares importante, 200/300 mil millones de dólares, cualquier intento quedaría a mitad de camino. Aquí nos animamos a proponer un pequeño esquema, susceptible de acomodar a las posibilidades reales que ofrece el momento actual. Proponemos dividir, algo que nunca se hizo, la estructura legal que reglamenta a las exportaciones de las importaciones. Las exportaciones dejarlas como están, con los beneficios impositivos que se puedan ir mejorando, fundamentalmente la eliminación de retenciones a toda la producción (para ser claros, con la obligación de liquidar divisas a través del B.C de al menos un porcentaje que puede oscilar entre el 50/60% al principio, con miras a ir disminuyendo hacia adelante), las importaciones liberarlas del cepo y del agregado del nuevo impuesto país, de manera de incentivar el ingreso de insumos y la reducción del costo para que la industria y la producción se desarrollen a pleno y puedan lograr ser competitivas. De forma tal que los importadores paguen sus compras o servicios al exterior con los dólares que ellos consigan, sin intervención o compromiso de devolución o compensación alguna del Estado o del B.C. Obviamente, de donde van a sacar los dólares los importadores. Aquí si tiene que existir una intervención del Estado dictando una norma, disposición o ley que permita el ingreso de los dólares del exterior sin límite de monto, sin cargo alguno, (blanqueo) siempre y cuando el recorrido de esos dólares que ingresan se haga a través de dispositivos bancarios que los reciban y los presten a los importadores para efectivizar sus compras o pagos de servicios. Ejemplo; un señor decide y quiere traer 100 mil dólares que tiene en el exterior sin declarar. El Estado deja, jurídicamente expresado y garantizado, que no intervendrá ni cobrará ningún tipo de retención, servicio, impuestos, nada. El señor deposita los dólares en la institución bancaria con la autorización de que se otorguen en crédito a seis meses, un año, … a personas o empresas que cumplan con los requisitos de tomador, (la condición de sujeto de crédito será decidida por el banco o instituciones bancarias que tengan a su cargo esta intermediación), con más el interés del 5 al 8 % de interés anual que pasará a integrar el capital del depositante y que será restituido al mismo una vez cumplido el plazo del préstamo junto al capital, para que disponga libremente de ese importe, lo ingrese a su cuenta bancaria, compre propiedades, invierta en bienes de capital, los vuelva a prestar o se los lleve nuevamente al exterior si así lo quiere, pero ya declarados a su nombre. El tomador (importador) devolverá dólares a la institución bancaria y los tendrá que conseguir en el mercado sin recurrir al Estado y esto tendrá que cumplirse con el producido de la comercialización, elaboración del insumo o cualquier otro motivo por el cual haya decidido realizar la importación. Esto liberaría al Estado de las obligaciones que hoy tiene de conseguir los dólares para la importación, desligándose por completo de cualquier cuestión relacionada que lo vincule con el trámite de importar, salvo los aranceles, IVA y otros que ya están determinados o a determinarse y que deben ser pagados al Estado al momento de importar. Por otra parte, al mantener la obligación porcentual de los exportadores de liquidar las divisas a través del Banco Central, el Estado tendría esos dólares líquidos para hacer frente a las obligaciones emergentes de sus compromisos financieros y acumular reservas, en lo posible. Si estimamos que las exportaciones pueden ingresar un monto de 100 mil millones de dólares anuales. Cumpliendo con todos los compromisos de intereses y pago de servicios, restarían aún 64 mil millones anuales, los cuales el Estado puede dar curso de la mejor manera posible conforme vaya resolviendo sus ahogos financieros. Aquí seguro se producirá un excedente de dólares que él Estado no debería tomar porque superan sus necesidades y que podría dejar en manos de los exportadores como forma de recomponer sus ingresos. Va de suyo que esta compra de divisas será con emisión, pero que el B.C. puede esterilizar con diversos instrumentos, cuidando siempre de no aumentar el monto total de la deuda sino por el contrario, disminuyéndolo. Como acción residual quedaría que, por el lado de los importadores dejaría de existir el cepo y por el de los exportadores, en la parte que reciban de pago en divisas, un 40/50%, según lo vayan determinando las necesidades y compromisos del Estado, hasta que el aumento de la producción y generación de riquezas reemplace este mecanismo que será de carácter temporario. Algo así como un plan Marshall el cual tuvo una duración de cuatro años y fue muy efectivo en la modernización del entramado productivo y de comercialización, de reconstrucción de la Europa de posguerra. Aquí el tiempo de duración de este esquema debería cubrir más o menos ese mismo tiempo para lograr recomponer y potenciar todas las posibilidades que tiene el país. Como consejo último, sugiero que, si estas ideas son objeto de consideración y análisis, el gobierno no lo haga en soledad. Que participe a todas las provincias, fuerzas políticas, empresarios, sindicatos, etc. porque de resultar viable su aplicación, toda la sociedad será beneficiada y los convocados se sentirán predispuestos a apoyar la iniciativa. Es el momento de consensos, rencuentros, sumar esfuerzos y ser sumamente prudentes a la hora de repartir la carga. Hoy la balanza está inclinada haciendo que el peso lo sufran los que menos tienen. Seamos capaces de cambiar la historia de enfrentamientos que viene de décadas, superar intereses que pasan por encima de los demás, respetando al otro y protegiendo a los más necesitados. Es hora de madurar, dejar de lado los relatos, las puestas en escena, las difamaciones, el tachin tachin. Asumamos con responsabilidad y razonabilidad el papel que nos asignó la historia. 

Por Ricardo Bianchi

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