jueves, 17 de octubre de 2024

Las Universidades como cotos de caza


Alberto Buela: Dr. en Filosofía Universidad de la Sorbona, París;  Lic en Filosofía Universidad de Buenos Aires, filósofo argentino que ha trabajado sobre tres temas específicos: metapolítica, teoría del disenso y teoría de la virtud. Tiene una veintena de libros, tanto sobre filosofía clásica y contemporánea, como sobre política, geopolítica y metapolítica.

Alberto Buela (*)

El gobierno se metió en un lío mayúsculo con el veto a nuevos fondos para las 61 universidades nacionales. Estas universides, 17 de la cuales las creó el kirchnerismo, vienen cumpliendo la función de “unidades básicas o comités políticos” desde hace 20 años. Su espíritu no fue la universitas sino la de coto de caza para hacer plata con miles de cargos al ñudo y como usinas de adoctrinamiento.

El primer argumento fue el sueldo de los profesores, que dicho sea de paso, no ganan tan mal con respecto a otros sueldos como la policía, los gendarmes o los jubilados. Como este argumento no dio el resultado esperado, comenzó ahora otro. Que las universidades incorporan a los pobres y ... “que es emocionante ver como las familias pobres festejan el egreso de sus hijos”.

Pero ¿es función de la universidad la promoción de los pobres? Puede ser accidentalmente, pero su función primera, su objeto propio, es ofrecer un conocimiento científico, racional y por las causas de las cosas.

¿Ofrece la universidad pública a sus estudiantes un conocimiento por las causas? En general no. Lo que ofrece es un conjunto de opiniones, que cuando son políticas, son postulados ideológicos y cuando son científicas son copias de otras universidades o pensadores extranjeros.

En nuestras universidades se produjo la subversión de los valores y así se dejó de hacer ciencia = episteme, por opinión=doxa. Platón estaría horrorizado, pues él que creó la primera universidad del mundo, la Academia, lo hizo bajo el ideal de enseñar episteme y no doxa como hacían los sofistas de su tiempo.

Como salieron al descubierto los desmanes económicos de las autoridades de las 61 universidades (gastos falsos, carreras inútiles, estudiantes que no existen, programas inservibles, etc.) ahora la entente radical-progresista largó a la calle a los estudiantes, que no lo son porque no estudian.

Si permanece en el tiempo esta movida, sólo los daña a futuro pues se desvanece aún más su formación. Así personajes radicales como Yacobiti, Bartolacci y Lostau justifican sus altísimos ingresos expresados en la propiedad de autos de alta gama y chóferes que ganan 13 millones de pesos por mes, dinero de las universidades.

Ahora bien, cuando estos argumentos ad hominen se caen, recurren a la remanida “autonomía universitaria”, con lo cual intentan despegar a las universidades públicas de la vida de la sociedad que deben integrar y de la comunidad política, última razón de su existencia.

El peronismo, dentro de su menguada sabiduría popular, siempre marcó esta diferencia con los radicales, socialistas, marxistas, conservadores y liberales, pero ahora que el peronismo dejó de existir no tiene voz en este campo. O peor aun, los que hablan en su nombre lo hacen en la versión de quienes fueron sus enemigos históricos.

En el fondo ésta es un polémica ilustrada en donde el pueblo llano no corta ni pincha. Es una falsa polémica entre una institución tergiversada (la universidad) totalmente enajenada de sus fines y sentido, y un gobierno (el de Milei) al que lo único que le interesa es el manejo de los dineros públicos y el equilibrio fiscal.

(*) buela.alberto@gmail.com

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