Murió Alberto Torroba, el pampeano que cruzó el Pacífico en una canoa y sin instrumentos, orientandose con las estrellas

Alberto Torroba, el mítico aventurero pampeano, pasó 13 años en el mar, pero su mayor proeza llegó en 1989: cruzó el océano Pacífico en una canoa de 4,5 metros sin brújula ni instrumentos, guiándose únicamente por las estrellas, como los antiguos polinesios. Zarpó desde las Galápagos y, tras 40 días en soledad, llegó a las islas Marquesas, en la Polinesia Francesa.

“Memoricé 57 estrellas de un librito. Si no había tormenta, me orientaba con ellas”, ha contado en alguna oportunidad desde su chacra en Anguil, donde vivió con sus hijas Luna del Mar, Denébola y Alma Ranquel hasta sus últimos días.

A bordo del Ave Marina, sufrió una tormenta que volcó la embarcación y lo dejó sin brújula ni provisiones. Decidió no regresar: “Me entregué al mar. Esa experiencia te cambia”.

Nacido en 1952, Torroba estudió en Santa Rosa, vivió en Europa, viajó a la India, Nepal y Pakistán. La vida espiritual lo marcó profundamente: practicó yoga, ayunos y vivió dos años en la India. A los 31, sin experiencia náutica, se lanzó al mar. Aprendió de libros, construyó sus propios barcos y navegó por el mundo entre 1982 y 1995.

En Nueva Guinea fue deportado tras casarse con una mujer tribal. En Vanuatu vivió experiencias místicas y sufrió un accidente tras cortar una planta sagrada. En Samoa sintió la presencia de un espíritu. Luego naufragó frente a Punta del Este, viajó a Brasil y desde allí emprendió camino a Panamá, donde construyó su bote con un artesano local.

Ese cruce épico —relatado en su libro Relato del Náufrago y el Ave Marina— selló su leyenda. Luego navegó por China, se casó en Filipinas y cruzó el Índico hasta Kenia. A los 43, volvió a Argentina para formar una familia.

“Todos deberíamos ponernos una vara alta y llegar”, dice, citando a William Willis. Él lo hizo, de acuerdo a lo que nos cuenta el Ingeniero e historiador, Leonardo Castagnino.