viernes, 6 de junio de 2025

Manuel Belgrano: un auténtico precursor del periodismo

       Por Ernesto Martinchuk       

En el año 1938, se desarrolló el Primer Congreso de Periodistas y se sentaron los primeros escritos del Estatuto Profesional del periodista (ley 12.908), que sería sancionada en 1944 por el Congreso Nacional. Aquella primera congregación de colegas, llevado a cabo en Córdoba, por iniciativa del Círculo de la Prensa de Buenos Aires, estableció que todos los 7 de junio se celebre el Día del Periodista, en homenaje al primer número de la Gazeta de Buenos Ayres, boletín de comunicación que, dirigido por Mariano Moreno, y que fue el portavoz y difusor de las ideas promovidas por el gobierno revolucionario de mayo.

 

Rara felicidad la de los tiempos en que es lícito sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”. El diario comenzaba con palabras de Cornelio Tácito, uno de los grandes historiadores del Imperio Romano.

 

Tal vez sea este el momento de comenzar a reivindicar la figura de Manuel Belgrano, primer prócer porteño, que transformó al periodismo en vehículo de una tarea educativa, metódica, didáctica y puso al descubierto los inconvenientes y desventajas de los procedimientos hasta entonces aplicados, cuyos únicos responsables eran las propias autoridades, que habían mantenido a la población carentes de orientación, desposeídos, ignorantes y misérrimos.

 

EL PRIMER CRONISTA

 

Hoy deseamos reivindicar la figura de Manuel Belgrano porque además de abogado, numen de mayo, estadista y paradigma del funcionario público, fundador de las academias de náutica, dibujo y matemática, pionero de la educación pública, promotor del rol social de la  industria y el comercio, economista, político, ecologísta, protector de los pueblos originarios, jefe militar de las fuerzas de la revolución, primer constitucionalista, prócer de la independencia hispanoamericana, precursor de la unidad sudamericana, creador de la bandera nacional y padre de la patria, también fue periodista.

 

Así es, Manuel Belgrano se convirtió en el primer cronista de viajeros, aunque sus experiencias escritas no fueran dadas a publicidad sino modestamente relegadas a los documentos del Real Consulado. En lo que podríamos llamar una de estas crónicas, el secretario del Consulado registra la visita del cacique Juan Rosales Yanpilangien, hijo del cacique Juan Caniulangien, quien venía procedente de la banda occidental de la Cordillera de los Andes. El cacique fue invitado al Consulado, lo cual se verificó el 6 de octubre de 1804, siendo los anfitriones el mismo Belgrano, el prior Francisco de Ugarte y el segundo cónsul Juan de Alsillal.

 

Belgrano lo sometió a un interrogatorio, donde saca información sobre sus acompañantes, determinadas rutas que había recorrido el viajero y el grado de lealtad a la Corona. También pudo enterarse de hechos curiosos y valiosos para el conocimiento toponímico de la Colonia, y advertirse del estado de las relaciones entre españoles e indígenas.

 

Preguntado sobre los pasos que tenía la Cordillera de los Andes, el cacique respondió que eran las de Valle Hermoso, Alico, Antuco, Villucura, Santa Bárbara, Lonquimay, Llaima y Chague, "por donde pasó para venir de su tierra".

 

El viajero contó que había salido con su primo hermano Juan de Dios Dominguala y su sobrino Juan Lumullanca desde Truptu, arribando a poco al Valle de Lama; "de Lama salimos a un llano llamado Leblonga de este lado de la Cordillera, en la cual no encontramos más repecho que un alto de tierra del tamaño de la Plaza Mayor, y lo pasamos con nuestras cargas y se puede componer para carretas pues no hay ni una piedra". El dato era interesante: el valle de marras bien podía convertirse, con poco costo, en una pequeña ruta para carretas, dada la carencia de accidentes geográficos.

 

El cacique señala más tarde que Valle Grande era una zona "donde siempre hay gentes y todo lo necesario para la vida, de carnes, aguas, leñas, frutales y árboles muy grandes".

 

La Cordillera de Puelmanda fue traspuesta en el mismo día, encontrando al otro lado el último valle de pinos existente por la región. De la crónica se desprende la existencia de los ríos Ranchil Naukien, y que hacia el sur aparecía el río Limanleu, que se junta con el primero, siendo prácticamente un dominio de los indios wichis. Sus costas eran hospitalarias, repletas de árboles, frutos y carentes de piedras. Más hacia el norte, sin embargo, se toparon con el río Wielen, de aguas turbias, que hubo que vadear con las cargas.

 

El caminante le informó a los cónsules la existencia de una región llamada Guada, muy abundante en calabazas silvestres, y de una laguna salina cuyo nombre desconocía. Más hacia acá, un lugar denominado Fresco parecía constituir un verdadero oasis, por disponer de leña y agua todo el año en esteritos, lo que permitía la presencia de numerosos aborígenes.

 

Después de Nahuelcó, de salobres aguas, el cacique Yanpilangien reveló que "siempre al Norte llegamos a una cuesta que se llama Curamalá, que en lengua (indígena) quiere decir Corral de Piedra, que dicen los indios vienen desde la mar, y vimos indios Pampas en un toldo o dos que tenían más de 2.000 animales; de allí llegamos a otros toldos que se llaman Guayquelen, que quiere decir Río Salobre, donde hay otra toldería; de allí cortamos al Sur y llegamos a una laguna, cuyo nombre no me acuerdo, de buena agua".

 

El fin del viaje era ya cercano, pues en compañía de un guía indio, los viajeros enfilaron directamente hacia el sur, galoparon durante media jornada, arribaron a Inbaranga y por último, tras tres días de camino, a la Guardia del Monte.

 

En los finales de la entrevista, el cacique dejó bien en claro que él había aconsejado a los indios una relación estrecha y cordial con los españoles, "y al fin se fue contentísimo dando señas nada equívocas de su afecto a la nación".

 

BELGRANO PERIODISTA

 

La idea de libertad aparece por primera vez en Buenos Aires en 1794, en la obra de Belgrano, advertido de las nuevas doctrinas sociales y económicas, que habrían de difundirse entre las clases cultas e inspirar su acción. Cabe destacar que como antecedente a su actividad periodística ya en 1796, Manuel Belgrano obtuvo una licencia para imprimir en la casa de los Niños Expósitos un compendio cuyo texto traduce del francés, al cual titula: “Principio de la Ciencia Económica-Política”. 

 

Luego con el “Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata” que sale a la calle el 1 de abril de 1801, fundado y dirigido por el militar, abogado y escritor Francisco Antonio Cabello y Mesa. Primero aparece dos veces a la semana (miércoles y sábados) para luego transformarse en un semanario dominical. El mismo surge con licencia oficial exclusiva y es sostenido por la suscripción de casi doscientos lectores, una cantidad muy importante para la época. Es importante recordar que el antecedente más antiguo del periodismo colonial en el Río de la Plata, se halla en lo que paradójicamente también se había llamado “Gaceta de Buenos Ayres”, la cual era manuscrita y circulaba entre los pobladores de la ciudad en el año 1764. 

 

Volviendo al “Telégrafo Mercantil…”, editado en Buenos Aires, estaba destinado a la divulgación de ideas de interés general, artículos acerca de la agricultura, el comercio, el progreso, los precios en plaza y los recursos naturales y no deja de realizar audaces críticas dirigidas al poderoso monopolio español.

 

Algunos historiadores sostienen que Belgrano es el inspirador de Cabello y Mesa en la fundación de ese periódico y colabora en sus páginas junto a Juan José Castelli, Julián de Leiva y Domingo de Azcuénaga entre otros.

 

En el N° 4 del 11 de abril de 1801, se escribe sobre la necesidad de implantación de una fábrica de “Lonas y toda especie de telas, no sólo para promover navegación mercantil que ya empieza a tener incremento en estos puertos, sino para la armada y la navegación de la península en ciertos casos”. La memoria de estos hechos señala “solo sirven para aplicarnos a remediarlos fomentando la agricultura, la industria y el comercio”.

 

Propulsaba el crecimiento y mejora de los puertos del país para hacer un comercio exclusivo por su abundancia y perfección, pues “nadie podrá entrar en comunicación con nosotros”.

 

En el fruto más abundante los cueros y pieles, tenemos pues cuanto necesitamos para la curtiembre”, luego se refiere a la industria y todo lo relativo a la misma, inclusive lo que era motivo de grave preocupación, la polilla de los cueros, “desterraremos con las curtiembres la cual”, indicaba cuánto se beneficiaban los comerciantes que no eran del medio, con nuestras pieles y cuanto se fomentaría el comercio nacional con la curtiembre de cueros.

 

En un párrafo reproducía este pensamiento: “Yo no me atrevo a decidir pero si clamare ante esta ilustre Universidad, para que en la parte que le toque medite y piense en lo mejor que puede traer utilidad a esta Provincia, que se halla en la obligación de atender, pues de ser bien este debe resultar el de la Madre Patria”.

 

Desde 1803 hasta 1807, Belgrano se ocupó, entre otros temas, del muelle, la Escuela de Náutica, las invasiones inglesas y sus escritos económicos. En las memorias del Consulado de los años 1804 y 1805, se refieren a los viajes científicos por los ríos del virreinato, levantando sus planos topográficos, y la necesidad de aumentar nuestra población. En la memoria del año 1807 se refirió al comercio interior, aunque no se conoce su texto, lo mismo que las de los años 1808 y 1809, que se suponen dedicadas, la primera al plan estadístico del virreinato y la segunda a la apertura del comercio con los países neutrales.

 

En la memoria que Belgrano realizó en los certámenes públicos de la Academia de Náutica, en enero de 1806, y que fue publicada en el “Semanario de Agricultura” expresó: “el hombre inflamado por el deseo de engrandecerse, comienza por ser pastor, sigue labrador y acaba siendo comerciante”.  Impulsa el estudio de la matemática como ciencia auxiliar del comercio.

 

Más adelante expresa: “conocida la necesidad de embarcaciones propias para exportar nuestros voluminosos frutos, se auxilian de las matemáticas que en todos los objetos exceden su poderío, y se levantan astilleros a las márgenes de los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay, pecheros del de la Plata y ya hemos visto que surcaban sus aguas hermosas fragatas y otros buques que llegaron a la Europa para ser la admiración del extrangero por sus exquisitas maderas, tal vez alguna por su elegante construcción”.

 

A punto de cumplirse un año de su aparición comienzan ciertas rispideces entre Belgrano y Cabello y Mesa, por lo que el Consulado le retira su apoyo y el 17 de octubre de 1802 deja de publicarse. Se habían publicado 110 números y por orden del Virrey del Pino, es clausurado, a raíz de un artículo considerado agraviante para las autoridades de la colonia, que bajo el título de “Circunstancias en que se halla la provincia de Buenos Aires e Islas Malvinas, y modo de repararse”. Este trabajo publicado el 8 de octubre de 1802, atribuido a Cabello y Mesa, en realidad había sido tomado de un manuscrito de Juan de la Piedra, escrito en marzo de 1778, pero fue la excusa para que el Virrey lo clausurara.

 

El “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”, bajo la dirección de Juan Hipólito Vieytes, comerciante criollo, comienza a salir un mes antes de la clausura del “Telégrafo Mercantil…”. Publica 218 números entre el 2 de setiembre de 1802 y el 11 de febrero de 1807. Esta publicación también cuenta con el auspicio del Real Consulado y se transforma en su vocero, difundiendo los beneficios de las teorías económicas vigentes en Europa, compartidas por Belgrano.

 

En su primer número puede leerse: “La agricultura, bien ejercitada, es capaz por sí sola de aumentar la opulencia de los pueblos hasta un grado casi imposible de calcularse… Es excusado exponer la preeminencia moral, política y física de la agricultura sobre las demás profesiones, hijas del lujo, y de la depravación de las sociedades…”. 

 

El “Semanario de Agricultura…” deja de circular por la grave situación que enfrenta Buenos Aires ante la amenaza de una nueva invasión de las fuerzas inglesas acantonadas en Montevideo. Entre tanto, el 23 de mayo de 1807, los ingleses inician en esa ciudad la publicación de un periódico bilingüe (inglés-español) llamado The Southern Star (La Estrella del Sur) con el fin de alentar a los criollos a independizarse de España, adoptando el sistema de libre comercio que posibilite la introducción de los productos británicos. Se publicaron solo siete números.

 

A todo esto, entre octubre de 1809 y enero de 1810, Cisneros dispone la edición de la “Gaceta de Gobierno de Buenos Aires”, destinada a difundir textualmente los documentos oficiales. Una medida del nuevo Virrey con la intención de ganarse el apoyo de los criollos.

 

Transcurrido un tiempo de la desaparición del “Semanario de Agricultura…” y destacado las buenas iniciativas de su fundador, Belgrano escribe en el “Prospecto de Comercio” editado a principios de 1810:

 

El ruido de las armas –en referencia a las invasiones inglesas- cuyos gloriosos resultados admira el mundo, alejó de nosotros un periódico utilísimo con que los conocimientos lograban extenderse en la materia más importante a la felicidad de estas Provincias; tal fue el Semanario de Agricultura, cuyo editor se conservará siempre en nuestra memoria, particularmente en la de los que hemos visto a algunos de nuestros labradores haber puesto en práctica sus saludables lecciones y consejos de que no pocas ventajas han resultado”.

 

Desde las páginas del “Correo de Comercio” sostuvo la necesidad de afirmar la libertad de prensa, dándola como base segura de toda ilustración ciudadana:

 

Es tan justa dicha facultad –escribía Belgranocomo lo es de pensar y de hablar, y es tan injusto oprimirla, como lo sería tener atados los entendimientos, las lenguas, las manos o los pies de todos los ciudadanos”. Y continuaba: “Es necesaria para la instrucción pública, para el mejor gobierno de la nación y para su libertad civil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se establezca”.

 

Sólo pueden oponerse a la libertad de prensa los que gusten mandar despóticamente y que aunque se conozca, no se les puede decir; o los que sean tontos, que no conociendo los males del gobierno, no sufren los tormentos de los que los conocen, y no los pueden remediar por falta de autoridad, a los muy tímidos, que se asustan con el coro de la libertad, porque es una cosa nueva, que hasta ahora no han visto en su fuerza y no están fijos y seguros en los Principios que la deben hacer tan amable y tan útil.

 

Pero quitarnos las utilidades de la pluma y de la prensa porque de ellas se puede abusar, es una contradicción notoria y un abuso imperdonable de la autoridad, y es querer mantener a la nación en la ignorancia, origen de todos los males que sufrimos y el arma en que el tirano se confía”, para agregar que: “Sin esta libertad, no pensemos haber conseguido ningún bien después de tanta sangre vertida y de tantos trabajos”.

 

En el “Correo de Comercio” que se editó desde el 3 de mayo de 1810 al 6 de abril de 1811 bajo la dirección de Belgrano, éste reunió muchas de sus ideas económicas e instruyó a la generación de Mayo en las ramas de la agricultura, la industria y el comercio.

 

El “Correo” era un semanario del que se editaron 52 números en él Belgrano volvió a volcar muchas de sus ideas, ya expuestas en sus “Memorias” del Consulado. Surgen en sus páginas el continuo estímulo a la colonización y la promoción de la agricultura, la ganadería, el comercio, y la industria. También expone descripciones geográficas, labores rurales, y temas literarios.

 

En el número uno figura una dedicatoria a los labradores y luego reflexiones sobre el comercio indicando la mayor importancia del exterior sobre el interior, y considerando la plata y el oro como “frutos del país” y se cita a Adam Smith expresando: “un país que no tiene minas, debe por necesidad arrancar la plata y el oro de países extranjeros, del mismo modo que el que no tiene viñas conduce el vino que necesita consumir” y agrega: “¡Labradores, que con vuestros afanes y sudores proporcionáis a la sociedad precisa subsistencia, los frutos de regalo y las materias primas para promover lo necesario a los  trabajos provechosos al Estado!

¡Artistas, vosotros que dando una nueva forma a las producciones de la Naturaleza, sabéis acomodarlas para los usos diferentes a que corresponden, y les añadis un nuevo valor con que enriquecéis al Estado, y aumentaís su prosperidad!

¡Comerciantes, que con vuestra actividad agitais el cambio, así interior como exteriormente, y por vuestro medio se fomenta la agricultura e industria, y el Estado recibe las utilidades con que poder atender a sus necesidades y urgencias!”.

 

Continúa haciendo referencia a este tema en el número dos de ese semanario con argumentos de la “Representación de los Hacendados”. Bajo el título de “Navegación” se llama la atención sobre el puerto de Ensenada de Barragán, en la provincia de Buenos Aires, y sus posibilidades.

 

Escritos con cautela, al mismo tiempo que con adulación al virrey, inculcaban en el pueblo sentimientos de dignidad y rebeldía. “Esos papeles –decía– no eran otra cosa más que una acusación al gobierno español, pero todo estaba y así creíamos ir abriendo los ojos a nuestros paisanos, tanto fue que salió uno de mis papeles titulado Origen de la grandeza y de la decadencia de los imperios, en vísperas de la Revolución, que así contentó a los de nuestro partido como a Cisneros, y cada uno aplicaba el ascua a su sardina, pues todo se atribula a la unión y desunión de los pueblos”.

 

Desde el primer número del Correo de ComercioBelgrano había sentado el valor del comercio y la importancia del oro y la plata como signos de conversión. Pero muy prudentemente advertía que el dinero “es en realidad un fruto idéntico a los demás, del mismo modo que ellos se conducen a los mercados para tener en cambio las especies que desean conseguirse por su medio”.

 

A través del Correo de Comercio Belgrano también manifestaba que estaba sirviendo de “ilustración en unos países donde la escasez de libros no proporcionaba el adelantamiento de las ideas a beneficio del particular y en general de los habitantes”.

 

Y escribió en el Nº 15: “la Nación China está dando a todos los del mundo conocido un ejemplo constante de lo que es el comercio interior auxiliado... es inmenso y el externo insignificante, respecto a la extensión del Imperio... su población es de 333 millones... y todo su giro se ejecuta entre sus habitantes, ascendiendo las ventas del Imperio a 250 millones de pesos, según estados publicados por Sir Jorge Stauton en Inglaterra...”. Para Belgrano era necesario modificar la estructura social: “tres millones de habitantes que la América de Sud abriga en sus entrañas han sido manejados y subyugados sin más fuerza que la de rigor y capricho de unos pocos hombres”.

 

Verdad es que la industria se establece por sí misma, y que sería perjudicial para un país agricultor violentar los brazos de sus habitantes hacia este preciso ramo, pero también lo es igualmente que habiendo muchas manos que por débiles son del todo ineptos a las otras profesiones, se las debe incluir precisamente hacia el trabajo, así porque no devoren en la ociosidad el fruto del sudor del que trabaja, como porque acrecentándose el valor a las producciones rudas de la tierra, se aumentaría con la misma proporción el capital comerciable de la provincia, y con él su riqueza permanente

 

Todos debían trabajar para evitar la injusticia social, reiteraba a través de sus artículos y memorias, para facilitar una correcta distribución entre los habitantes donde se podían plasmar correctamente derechos y obligaciones.

 

Manuel Belgrano estaba cargado de ideas y proyectos. Enamorado de un país inventado en reuniones clandestinas antes de que estallara el 25 de mayo de 1810. Allí se juega el destino de sus sueños.

 

Resulta interesante advertir que, en el número del 14 de abril de 1810, se inaugura una sección parecida a la actual “carta de lectores”, que se repetirá en distintos números. Ese día se publica la “Carta de un labrador a los Editores”, dónde se da vigencia a la doctrina fisiocrática de Belgrano. La riqueza de una Nación se cimenta en el trabajo, “… en la copia de brazos que aplicar al trabajo útil”, dice la carta. Esa es la razón por la cual debe fomentarse permanentemente la labor agrícola “… como único manantial de subsistencia: en su virtud se han establecido escuelas en la Campaña para mejorar la educación, y con ella introducir amor al trabajo; se ha respetado la propiedad del labrador como un bien sagrado, a que no se han atrevido las manos poderosas…”  

 

La reparación de caminos, la construcción de puentes, apertura de canales, establecimiento de riegos, introducción de máquinas, se estimulan para facilitar la labranza y el transporte de productos y agrega: “Así se ha conseguido el ver poblado los campos, cubiertas las heredades de inmensas producciones; a sus habitantes alegres en medio de la ocupación y la abundancia; desterrada la lóbrega mendiguez y la siempre detestable ociosidad; arraigarse la virtud y desconocerse los vicios y los crímenes que degradan la dignidad del hombre”.

 

Según los estudios científicos realizados a fin de conocer su origen, todo indica que la doctrina socio-económica que la sustenta, como su estilo literario, son elementos que pueden señalar a Belgrano como su autor.

 

El mismo día se publica un artículo titulado “Estadística”, donde se destaca la importancia de cierta ciencia en el conocimiento del suelo a fin de fomentar adecuadamente la cultura, la industria y el comercio de una Nación. Puede advertirse que en algunas actas del Consulado, se refleja la iniciativa del secretario, advirtiendo la necesidad de elaborar un reglamento topográfico de las provincias del virreinato y su interés por las condiciones naturales que ofrecen sus territorios, de las poblaciones establecidas y sus recursos.

 

En la primera plana del sábado 19 de mayo de 1810 escribe: “… basta la desunión para originar las guerras civiles, para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el Imperio más floreciente”. Palabras premonitorias de las futuras situaciones que viviría nuestro país.

 

En el número 28, del sábado 8 de setiembre de 1810, en plena marcha del proceso revolucionario, se continúa un artículo sobre el comercio donde expresa: “La riqueza real de un Estado es el más grande grado de independencia en que está de los otros para sus necesidades y el de mayor sobrante que tiene para exportar” y expone los siguientes principios comerciales de los ingleses:

 

* “La exportación de los superfluos es la ganancia más clara que puede hacer una nación”.

* “El modo más ventajoso de exportar las producciones superfluas de la tierra, es ponerlas ante con otra o manufacturadas”.

* “La importación de mercancías que impidan el comercio de las del país, o perjudican el progreso de sus manufacturas y de su cultivo, lleva tras si necesariamente la ruina de una nación”.

* “La importación de las mercaderías extranjeras de puro luxo a cambio de dinero quando este no es un fruto del país como es el nuestro, es una verdadera pérdida para el Estado”

* “Es un comercio ventajoso dar sus baxeles a flete a las otras naciones”.

 

En el número siguiente, se refiere al comercio interior, haciendo interesantes reflexiones sobre la necesidad del legislador de frenar la producción de artículos de lujo y “aliviar con franquezas y privilegios la parte que sufre”.

 

En el número 31, del 29 de setiembre de 1810, divide a los comerciantes en tres categorías: “Regatones”, aquellos que compran las producciones para revenderlas en pequeñas partes a los ciudadanos. Resultan más cómodos que necesarios y frenan parte del comercio interno. Los “Manufactureros”, que dan forma a las materias, dando trabajo y conduciendo a un grupo de hombres; califica a esta categoría de muy necesaria. Finalmente, están los “Negociantes”, que hacen “pasar al extrangero las producciones de su patria, para cambiarlas por otras producciones necesarias o por el dinero” y agrega: “Esta profesión es muy necesaria porque ella es el alma de la navegación y aumenta las riquezas relativas del estado”.

 

En el número siguiente se refiere a la agricultura, destacando que los pueblos sólo la utilizan como subsistencia, para cubrir sus necesidades, han vivido en “el temor de sus miserias y las han experimentado a veces”, pero aquellos que la han tomado como objeto de comercio han gozado de una abundancia muy sostenida. Cita el ejemplo de Inglaterra y su enriquecimiento por la exportación de granos y el fomento de la navegación.

 

En los números 34 y 35 se refiere a la construcción de “almacenamiento de trigo” para “entretener la abundancia en el reyno” y los problemas que plantea son aplicables a la falta de silos en nuestro país.

 

En el número 37 se refiere a la entrada de materias prima extranjeras y dice: “Quando se puede esperar recogerlas con su propio fondo en cantidad suficiente y que ellas no necesitan un poco de favor en el precio para animar la agricultura, la proporción del derecho debe entonces reglarse sobre las necesidades de las manufacturas y sobre el valor que falta al cultivo”. Y agrega: “Quando una materia prima entre en alguna forma que también podría haberse dado por la nación que la compra, no es justo que entre transformada como si no tuviese nada de obra… las manufacturas deben dar a las tierras de un estado el mayor valor posible y a sus hombres la mayor abundancia de trabajo”.

 

En el número 39 de fecha 24 de noviembre de 1810 se refiere a la navegación y expresa: “Toda nación, que dexa hacer por otras una navegación que podría emprender ella misma, disminuye sus fuerzas reales y relativas a favor de sus rivales”.

 

En el número 40 del 1° de diciembre de 1810 refiriéndose al comercio marítimo dice: “Si una nación navega por otra, o abarca el monopolio de sus mercaderías, que viene a ser lo mismo, la agricultura y las manufacturas de ésta serán restringidas a animadas según  el interés que encontrará en ella la primera” , es decir que el trabajo del pueblo y los recursos del estado vendedor, estarán en mano del estado navegante y finaliza: “De donde se puede concluir que la salud y la conservación de un  estado exige que no dexen jamás entrar a los extranjeros en  concurrencia con sus navegadores  en la exportación de sus producciones, ni en la importación de las mercaderías de quai no hay necesidad”.

 

Refiriéndose a los puertos expresa: “la abundancia de los buenos puertos es una de las mayores incitaciones para la navegación”.

 

Mayor originalidad reviste una “Proclama a los Cochabambinos”, de Francisco Javier Iturri Patiño, en la edición del 23 de febrero de 1811, impresa a dos columnas, en quechua y español.

 

Siendo Brigadier General de Ejército, un año después, publica en Tucumán un semanario que llama “Diario Militar del Ejército Auxiliador del Perú”, donde divulga las noticias de carácter militar, referentes a las alternativas de la campaña: aunque como diario de operaciones no desestima los principios morales que, en la opinión de Belgrano, debía impartirse a la tropa. La redacción se confía al general chileno Manuel Antonio Pinto y a Patricio Sánchez de Bustamante, secretario del comandante en jefe. Entre el 10 de julio de 1817 y el 31 de diciembre de 1818 se publican 78 números. La vocación periodística de Belgrano se extiende con igual sentido didáctico ya sea ante el soldado o ante el hombre común, siempre con profunda abnegación y con un profundo y constante esfuerzo con el fin de alcanzar los objetivos más caros al espíritu humano.

 

NUNCA RENUNCIÓ A SUS CONVICCIONES

 

Manuel Belgrano jamás renunció a la lucha que inició en 1810. Su proyecto no sólo es indispensable para modificar el presente, sino también su pasión para transformar las individualidades a partir de la ética y la coherencia de los dirigentes. En la hora actual, donde se intenta mostrar a líderes y revolucionarios falsos, que imponen sus ideas y convicciones, cuando el rumbo de la Nación está a la deriva, se les debe mostrar a los ciudadanos que Belgrano tenía un proyecto de país, principios éticos a los que nunca renunció y una pluma con la que expresó todos sus pensamientos.

 

El Dr. Manuel Belgrano advirtió desde siempre la formidable ventaja que podía esgrimirse con la prensa y, en ese sentido, es un auténtico precursor del periodismo argentino. Su pluma resultó temible porque –sin manejar la ironía, un elemento para profesional que aparecería más tarde– desnudó una estructura y preparó los ánimos para las grandes reformas que se avecinaban en la ya bullente Buenos Aires colonial. Su penetrante percepción le hizo advertir que la libertad no es un fin en sí mismo, sino un alto y digno medio para el bien común. Por lo tanto, respetar la libertad, protegerla y alentarla, es un deber de todos.

 

Lo fundamental de la obra de Belgrano se cumplió durante los 16 años en que formó parte del Consulado. Como secretario permanente adquirió prestigio y posición. Siguió desarrollando sus ideas comerciales hasta poco después del movimiento de Mayo, pero luego la patria le exigió improvisarse como general de sus ejércitos.

 

Dentro de la extensa obra de Belgrano podemos destacar los siguientes puntos:

 

1.- Libertad progresiva del comercio marítimo: que dirigió con sus ideas y realizaciones acompañado por Juan José Castelli, Hipólito Vieytes, Mariano Moreno, Antonio de las Cajigas, Francisco Antonio de Escalada y Pedro Cerviño, entre otros patriotas.

 

2.- Fomento de la Marina Mercante: Comprende la creación de la Escuela de Náutica y el proyecto de la creación de una Compañía de Seguros Marítimos, además de numerosos artículos periodísticos e ideas progresistas.

 

3.- Conocimiento, evaluación y difusión de los intereses marítimos. Belgrano fue el primero en reconocer la magnitud de nuestras riquezas marítimas. Las comentó y las hizo conocer entre sus compatriotas. La pesca, los cetáceos y otros animales del mar, ocuparon su fecunda pluma.

 

4.- Fomento de Puertos y tareas de hidrografía y seguridad marítima. Dentro de lo que comprende: la Construcción del Muelle de Buenos Aires; la jerarquización de los puertos de Barragán, Maldonado y Carmen de Patagones, el balizamiento, el establecimiento de embarcaciones salvavidas, limpieza de los puertos de Buenos Aires y Montevideo, construcción de faros y aprovechamiento del Río Negro entre otros.

 

5.- Dirección de la guerra de las embarcaciones corsarias del Consulado de 1801 a 1805.

 

6.- Influencia de sus ideas marítima en RivadaviaSarmiento y Roca.

 

En la época de la colonia, y con vigencia en nuestros días, Belgrano presenta nociones claras sobre la moneda -él acuño las primeras que tuvo el país en Potosí- y los cambios internacionales. Explica que el oro y la plata, por su propia rareza y escasez, han permitido su uso como medida de valor en el intercambio de bienes, sustituyendo la simple permuta que antes lo dificultaba, no sólo en razón de su fácil traslado como por la apreciación de un fruto con respecto a otros.

 

Los países, como los individuos, tienen distintas posibilidades en sus operaciones mercantiles. Así, de carecer del recurso preciso para obtener sus compras, podrán apelar al uso del crédito, o adoptar el papel moneda, pues no pueden carecer de lo necesario para no paralizar sus fábricas y desatender las necesidades de su población, sumergiéndolas en el hambre y la desesperación.

 

Del análisis de los escritos de Belgrano en el Correo de Comercio surge que esos artículos han sido vehículo de una tarea educativa, metódica, didáctica. Con el pretexto de decir lo que debe hacerse, cómo debe hacerse y cuándo debe hacerse, va poniendo al descubierto los inconvenientes y desventajas de los procedimientos hasta entonces aplicados, de los métodos empleados; del abandono cuyos únicos responsables eran las propias autoridades que habían mantenido a la población expuestos a su albedrío, carentes de orientación, desposeídos, ignorantes y miserables.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente nota. Conecta las realidades y necesidades del pasado con el presente. Deberia ser de materia obligatoria en la educacion de los tres niveles. Gracia Manuel Belgrano