Por Ernesto Martinchuk
La cifra es escalofriante: más de 12 millones de personas mayores de 25 años no terminaron la escuela secundaria. Fue interrumpida por distintos motivos: trabajo, tareas de cuidado, falta de interés o motivación porque los medios y la política nos mostraron que sin estudio igual se puede ser exitoso… La cifra proviene del Censo 2022 y revela una situación extendida en todo el país, con impactos directos en la vida cotidiana y en las posibilidades laborales de quienes no accedieron a ese derecho.
Por otra parte, casi la mitad de los varones y más del 40% de las mujeres mayores de 25 años están en esa situación. Sólo uno de cada cuatro alcanzó el título secundario y un grupo más reducido logró avanzar hacia la universidad o institutos terciarios.
Los llaman “Ni-Ni”, porque no estudian ni trabajan, y en la Argentina, este grupo de jóvenes ya suma el 24,1% entre nuestra población de 18 y 24 años. Así lo reveló un informe reciente del Centro de Estudios de la Educación Argentina de la Universidad de Belgrano, en base a datos publicados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
De esta manera, nuestro país se encuentra dentro del grupo con mayor cantidad de “Ni-Ni”, ya que ocupa el lugar 34º entre las 38 incluidas en el mencionado listado de la OCDE (la última es la de más alto porcentaje).
Este grupo enfrenta una preocupante falta de acceso a programas educativos y una baja participación en el mercado laboral, lo que complica aún más su situación y limita sus oportunidades de desarrollo y crecimiento en el país.
“Es urgente reducir el porcentaje de jóvenes que no estudian, para que tengan mejores probabilidades de encontrar un trabajo, ya que, en promedio, de cada 10 argentinos cuya formación alcanzó el nivel terciario apenas dos no consiguen empleo. Pero esta cifra asciende a cuatro cuando se trata de personas que no alcanzaron más allá del nivel secundario superior”, señala Alieto Guadagni, director del Centro de Estudios de la Educación Argentina de la UB.
El gobierno nacional, a través del vocero presidencial, Manuel Adorni, anunció la ampliación del Servicio Militar Voluntario, para jóvenes de 18 a 28 años, coordinado por los ministerios de Defensa y Capital Humano, con el objetivo de “inculcar en los jóvenes argentinos los altos valores que siempre caracterizaron a las fuerzas armadas: esfuerzo, valor”.
El servicio militar
El servicio militar completa la función de la escuela primaria en el sentido de integrar al argentino al seno de la comunidad, brindándole la sensación total de lo nacional, indispensable para la formación de su carácter. Como la escuela lo prepara asimismo para la vida, inculcando no sólo conocimientos, sino también hábitos que le permitirán desempeñarse en el ejercicio de la sociabilidad. Perfecciona sus costumbres, afianza la salud de su espíritu y de su cuerpo, cultiva su músculo y su alma. La templa. La conscripción es, para el argentino, una etapa decisiva de su existencia.
Al ingresar a las filas de las fuerzas armadas, el joven encuentra que, adecuado al ímpetu natural de su edad, el conjunto de los ejercicios dispuestos para hacer de él un buen soldado, cultiva en su organismo valores, que le servirán permanentemente. Sus aptitudes físicas son estimuladas y orientadas mediante prácticas en cuyo cumplimiento halla el gozo legítimo de los que advierten de a poco el propio progreso. Les dan elementos para contrarrestar todo desánimo, que desaparece para dejar el campo al sentimiento de la seguridad. La juventud se realiza así, en una hora de apogeo. El brazo fuerte corresponde a un corazón alegre.
El joven hallará, asimismo en el cuartel hábitos higiénicos que no siempre posee. El cuartel -síntesis de país- recibe a jóvenes de todos los medios. Condiciones de ambiente cuya corrección aún no ha podido ser completada o defectos de educación que, en muchos casos, no pueden ser cargados a la cuenta de los padres. La vida militar crea hábitos. Los impone, pero también, los fomenta. Órdenes y emulación llegan a confundirse en su trama armoniosa. Todo conscripto posee, en algún momento, el orgullo de no hacerse acreedor a la menor observación de superiores o camaradas.
El conscripto se siente atendido. El cuidado del que se le hace objeto es algo más que una norma general en las filas: es un beneficio personal que recibe. Desde el examen previo a su incorporación hasta el último día que está en las filas, su salud es una preocupación constante de la institución armada. En él, no se espera a que la enfermedad aparezca para combatirla. Se la previenen, para evitarla. Se trata de que su estado sanitario mejore con respecto al nivel que poseía antes del ingreso, no únicamente para que su transitorio deber militar se opere sin defecciones, sino también para que, vuelto a la vida civil, sea un hombre sano, provechoso.
Otra de las realidades que el cuartel tiene en cuenta, es la que atañe a la deficiente instrucción de algunos sectores. Muchos jóvenes, cuando llegan a la conscripción son analfabetos, sí analfabetos. El ejército no quiere que lo sigan siendo, no permite que salgan de su seno ciudadanos que ignoren lo que es leer y escribir, que están desposeídos de los conocimientos básicos. Ahora, el cuartel se transformará en escuela. Proporcionará así armas indispensables para la lucha diaria que habrán de sostener los reservistas. Por la extensión de la palabra, las voces de mando se humanizan, revelan toda su significación de poderoso elemento civilizador.
Pero no se limita a ese conjunto de acciones bienhechoras del ejército. Emporio de trabajo, el cuartel es taller en el que adquieren un oficio los que llegaron sin tenerlo. Se consultan aptitudes y vocaciones, pues no se trata de obligar a que se haga lo que mañana será olvidado, sino de poner en marcha resortes perdurables. El conscripto debe honrar en lo futuro el uniforme que viste. En las manifestaciones múltiples de la sociedad, ha de mantener vivo el sentido de responsabilidad que adquiere en las fuerzas armadas. Su laboriosidad, fundamentada ahora en la destreza, será uno de los medios por los cuales podrá mantener siempre su dignidad de hombre.
Tales son, a grandes rasgos, algunos de los factores que asignan la condición de una verdad indiscutible a la afirmación de que el cuartel asegura la protección integral del ciudadano, fortaleciendo de este modo las bases de nuestra democracia.
Guardianes de las tradiciones
En el panorama de nuestra patria, el cuartel se levanta como un auténtico altar en el que se custodian las tradiciones argentinas. Heredero de las glorias de una de las epopeyas que honran la historia de la humanidad, no se halla inmóvil ante la magnitud y el esplendor de ese legado, sitio que, con actos constantes, procura merecerlo.
De ahí que el conscripto que ingresa en las filas y recibe en ellas la lección de respeto a los próceres de la nacionalidad; puede sentir su ejemplo como elemento vivo. Para él, los granaderos que San Martín formó en su regimiento-escuela del Retiro, al igual que la epopeya llevada a cabo por Manuel Belgrano con el nacer de la patria, no representan sombras lejanas, sino camaradas de ayer, a los cuales el destino asignó determinaciones heroicas que no corresponden a una sola generación, sino a todo un pueblo.
El Capitán de los Andes, genio y estratega; el creador de la Bandera, abogado, militar y estadista; ejemplo de abnegación y renunciamiento, paradigma del funcionario público, les comunicaron a sus hombres, normas a las que la voluntad de los argentinos ha dado el carácter de eternas, pero muchos contemporáneos olvidaron. Esas normas son las que imperan en los cuarteles, son las que las sucesivas promociones de soldados conocerán para luego asimilar.
No haya treguas en los cuarteles argentinos la enseñanza del contenido moral de la patria por el ejemplo de sus tradiciones. La historia de la nacionalidad, es comunicada a la inteligencia y a la emoción del conscripto, que refresca o adquiere la memoria de las grandes hazañas, incorporándose a su propia vida.
Las fuerzas armadas en cuya capacidad deposita la comunidad nacional la seguridad de su entereza, no se limita a conservar el tesoro junto al que monta guardia: lo esclarece, lo vivifica, lo consolida. El cuartel da la pujanza de lo permanente a la solidaridad nacional, que hizo a la gloria de la patria en las horas cruciales de su inicio como nación. Bajo una sola bandera, celeste y blanca, todos son iguales. Desaparecen las diferencias de provincianos y porteños, se borran en lo fundamental, los distingos propios de las diversas regiones.
Pero es necesario pensar en un nuevo rol para el conscripto: que no sea sólo ocupar una cama en un batallón y que cumpla las funciones de un CO.LIM.BA. (Correr, Limpiar, Barrer). Eso pertenece al pasado.
Hoy se deben actualizar sus conocimientos…construir propuestas accesibles y sostenidas para muchos jóvenes perdidos de la realidad, pueden encauzar sus vidas, optando por distintas especialidades de utilidad para la nación, y también en el campo de la tecnología, la cibernética, la nanotecnología, la Inteligencia Artificial destinada a la planificación en distintos aspectos como la creación y construcción de nuevos polos demográficos, utilización de recursos naturales, realización de piezas en 3D, etc.
En la formación de su carácter estará presente:
- Participar en las sesiones de entrenamiento físico y militar para adquirir las habilidades necesarias;
- Estar presente en las formaciones y actividades programadas para la unidad militar.
- Acatar las órdenes de los superiores y trabajar en equipo con otros reclutas.
- Respetar las normas y regulaciones del servicio militar, lo que incluye el comportamiento y la presentación personal.
- Estar disponible para participar en misiones o tareas asignadas, que pueden incluir actividades de defensa o ayuda humanitaria.
- Responsabilizarse del mantenimiento y cuidado del equipo y armamento que se les asigne.
- Estar dispuesto a aprender y mejorar continuamente en habilidades y conocimientos.
La mujer: su participación
Para no doblar la rodilla ante ningún poderoso, entre las armas modernas está la mujer, con la clara idea de organizarse con clara voluntad y razón dentro de la esfera que le permiten las leyes fisiológicas de su ser.
Las realizaciones de la mujer en la guerra están impresas en las páginas escritas de nuestra historia en todas las épocas. La situación moral de la mujer determina circunstancias profundamente favorables, y de derecho público y la orgánica militar actuales la reivindican como seres de discernimiento y juicio enteramente aprovechables. Esa modalidad latente en ella es preciso se convierta en actuante, formando la firme resolución de ofrecer su noble y generoso esfuerzo.
Se puede prever y calcular la amplitud de sus servicios en procura de consolidar la paz mundial y de organizar las contramedidas en la guerra integral, con todas sus consecuencias, como lo estamos viendo en distintos escenarios.
En la guerra moderna y en los desastres climatológicos, toda una nación entera participa de sus peligros, y es preciso que esté lista para sufrir la terrible prueba en todo el conjunto de su territorio. Existe esta concepción de la guerra, una gestión del capital humano llevado hasta los más pequeños detalles, con una repartición lógica de todos los hombres y mujeres en los ejércitos de tierra, mar y aire, en los de adelante y en los de retaguardia. En la industria que provee de material a las fuerzas en campaña, en la protección antiaérea, en la fabricación y manejo de drones, y en el servicio de abastecimiento de víveres a la población. En la utilización de las nuevas tecnologías para la proyección de estadísticas en todos los ámbitos.
Actualmente los ejemplos de las principales potencias mundiales son convergentes y forman parte de una educación cívica y social general. Si el ejemplo no puede ser imitado, debe obtenerse, por lo menos, una enseñanza. Y esa enseñanza es que la juventud necesita encaminarse con voluntad en una fuerte educación, sin violencias para sus espíritus de personas libres, henchidos de confianza en un futuro mejor y de saberse cada día más capaces, de formar sus propios destinos jugando sus roles dentro del mundo contemporáneo.
Carpe Diem
Pasamos los días, los meses y los años sin tomar conciencia del "aquí y ahora". Por eso hoy, más que nunca, compartimos este poema atribuido al genial Walt Whitman (1819-1892) sobre la belleza de saber apreciar y vivir el momento.
La frase Carpe Diem proviene de la antigua Roma y fue popularizada por el poeta Horacio en su obra "Odas". El autor de esta frase, “Carpe Diem” (aprovecha el día), es el poeta romano Quinto Horacio Flaco (65 A.C.- 8 A. C). La frase se hizo famosa en la película “La Sociedad de los poetas muertos”.
En ella, Horacio expresa que el tiempo es efímero y, por lo tanto, debemos aprovechar el presente. El concepto detrás de Carpe Diem también se conecta con la filosofía epicúrea, que pone énfasis en la búsqueda de la felicidad a través del disfrute moderado y la ausencia de dolor. Sin embargo, la idea detrás de Carpe Diem no se limita a simplemente disfrutar del presente, sino que implica una reflexión sobre la brevedad de la vida y la importancia de no dejar pasar las oportunidades.
Adoptar la filosofía de Carpe Diem en nuestra vida personal puede tener un impacto profundo. En lugar de quedarnos atrapados en la rutina diaria o preocupados por el futuro, podemos enfocarnos en lo que realmente importa en el presente. Practicar Carpe Diem nos anima a vivir de manera más auténtica y a aprovechar cada oportunidad que se presenta.
En este contexto, Carpe Diem no solo se refiere a disfrutar de los momentos de placer, sino también a ser conscientes de nuestras decisiones y su impacto en nuestra vida a largo plazo. Aprovechar el día significa estar completamente involucrados en nuestras experiencias y hacer un esfuerzo por aprovechar al máximo las circunstancias en las que nos encontramos. Ya sea en nuestras relaciones personales, en nuestro trabajo o en nuestras pasiones, Carpe Diem nos recuerda que la vida es ahora, y que el mejor momento para actuar es el presente.
El rol de los políticos
Es necesario que los políticos hagan una lectura de la realidad. No es posible, en pleno siglo XXI que haya chicos de 10 años que no saben leer ni escribir, jóvenes que no entienden textos y universitarios que no saben resolver cálculos matemáticos simples. ¿Qué futuro nos espera? En China, los chicos de 6 años ya saben programar.
El servicio militar obligatorio en Argentina dejó de serlo el 31 de agosto de 1994, cuando el presidente Carlos Saúl Menem derogó la Ley Nº 4.031, mientras se investigaba la muerte del soldado Omar Octavio Carrasco en una unidad militar de Neuquén. Hoy los jóvenes de entre 18 y 24 años, que no trabajan ni estudian pueden ingresar al Servicio Militar Voluntario por decisión propia.
Señores políticos, hemos perdido décadas siguiendo un canto de sirenas que nos ha llevado a esta decadencia en todos los niveles. Es necesario presentar un proyecto de ley para que, el servicio militar vuelva a ser obligatorio para los hombres y mujeres mayores de entre 18 años, como lo tienen las grandes potencias. La finalidad de la ley no sería sólo fortalecer la defensa nacional, asegurando que el país cuente con un número suficiente de personas capacitadas para responder a situaciones de emergencia o conflictos. También sería una forma de crear oportunidades de formación y desarrollo personal para los jóvenes
Dentro de la realidad, la tradición asume su verdadero significado. La patria es una presencia. No se ama lo que no se conoce. Su historia no se ve como un conjunto de cromos pintorescos. Si algún canto nacido de las entrañas suena en las tardes de la conscripción, la voz que lo entona parece llegar desde los campamentos en que halló momentáneo reposo a sus fatigas, el soldado desconocido de la Independencia -uno y todos- cuyo paso por estas tierras, marcó la ruta a la dignidad de un país en el continente.
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