La estructura social del campo en el momento en que se desata la rebelión, estaba integrada por terratenientes, arrendatarios y subarrendatarios. Estos últimos se encontraban sometidos a los terratenientes a través de contratos que establecían, entre otras cosas, rentas impagables y la obligación de comprar herramientas e insumos a quien el terrateniente mandare, e imponían al colono las responsabilidades de una mala cosecha.
El 25 de junio de 1912, en la Sociedad Francesa de Alcorta, unos 300 agricultores decidieron en asamblea iniciar una huelga por tiempo indeterminado para reclamar también rebajas en el precio de lo alquileres y plazos mínimos de cuatro años en los contratos.
El Grito... No es una Historia más. Un siglo atrás miles de brazos y corazones, personas de bien y de trabajo, dieron vida a una gesta inédita y revolucionaria que trascendería y marcaria no solo las crónicas argentinas, si no las de todo el mundo. Se da en un marco de protesta social y laboral acompañada por las reivindicaciones anarquistas y socialistas.
Ese acontecimiento obtuvo una significativa proyección y estipuló la unidad de acción y propósitos de los arrendatarios, estableció la legalidad de los reclamos, luego aceptados por la sociedad y el Estado; impulsó una legislación nacional de contratos agrarios de arrendamiento de predios e impidió las exigencias exorbitantes de los arrendadores; sumado a la incorporación y desarrollo del cooperativismo agrario a través de las leyes 11.380 y 11.388 del año 1926.
Hoy se cumple el centenario del “Grito de Alcorta”, de manifiesta legitimidad. Es un hito de nuestra historia, que condujo válidamente a la aplicación adecuada de principios y valores constitucionales y que marcó que la organización de los trabajadores es la garantía de sus derechos.
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