sábado, 25 de enero de 2014

El "tufillo" del "Caso Lebbos" en la "República de Pepe"...parte 2

En este fin de semana y suponiendo que tenemos más tiempo para la lectura le aconsejamos un material publicado hace casi dos meses por nuestro colega, el director de Redacción 24, Juan Carlos Fernández quien investigó y entrevistó a policías, fiscales, jueces y sospechosos involucrados en el expediente judicial poniendo en juego su integridad al ingresar a barrios complicados y a zonas de la investigación mucho más complicadas aún, con preguntas que hoy siguen sin respuestas que complementan otro material escrito también por él sobre algunas cosas muy extrañas que acontecen en la "República de Pepe". El texto sobre esta causa judicial tucumana:
He sentido la necesidad de escribir sobre los pormenores que forman parte de la investigación -realizada en 2006 y algunos meses de 2007- sobre las circunstancias que llevaron a la muerte a la jóven Paulina Lebbos. Esto lo hago, con la firme convicción de que la indiferencia y la falta de compromiso, no tan solo como periodista, sino como ciudadano, me convertirían en un cómplice más de la impunidad que, desde hace bastante tiempo, se regodea en la Provincia, esmerilando impiadosamente valores, principios, dignidad, y el respeto que nos debemos cada uno por el otro, para poder conformar una ciudadanía plena, laboriosa, forjadora de futuro, pletórica por la vida que tenemos, y sabernos capaces de experimentar su existencia con los matices que nos toque a cada uno, y no tener que padecer las angustias por los espantos que parecen gozar de la libertad plena para dar cuenta, de quien se les ocurra, con sus andanzas carroñeras. En esos años mencionados integraba el staff de la sección Política del semanario El Periódico, y lejos estaba de ocuparme de algunas líneas de lo que correspondía a Policiales. Salvo, algunos temas puntuales que tenían conexión con la Justicia Federal. Pero luego del hallazgo del cuerpo de la jóven Lebbos (a la vera de la ruta que conduce a Raco) mi natural curiosidad por un hecho que me conmovió sensiblemente, me llevó a ocupar el resto de mi tiempo a "meter las narices" en los lugares que tenía como referencia de la causa, lo que fue entregándome datos, nombres, situaciones, alternativas, e infinidad de versiones con las que fui armando un complejo rompecabezas que, paradójicamente, desconocía su formato aproximado. De lo que siempre estuve seguro, un poco por esa intuición inhata que dicen que solemos poseer, y otra por las "increíbles e inadmisibles desprolijidades y sospechosas omisiones" que daba cuenta la propia investigación (Justicia-Policía), era que "esa muerte" iba en camino directo al "callejón del ocultamiento", porque lo que había que proteger era demasiado delicado para gente con mucho poder. Caso contrario no me explicaba como la Policía, un organismo auxiliar de la Justicia, estuviera tan preocupada, pero desentendida a la vez, en no preservar evidencias; cometer errores groseros, como tomarse licencias de procedimientos que eran de competencia de la autoridad judicial; plantar pistas falsas; oficiales comprometidos en maniobras sospechosas; suministrar informaciones falsas que desviaran la investigación, y hasta involucrar nombres de supuestos sospechosos, que jamás pudieron probárseles absolutamente relacion con el hecho. Todo esto, me consta, sucedió en el devenir de esos días con el caso Lebbos. Incluyendo, lógicamente, el revuelo político originado como consecuencia de la inevitable difusión del tema en los medios periodísticos. Tal es así que le costó la cabeza al entonces ministro de Seguridad, Pablo Baíllo. Y para colmo, el gobernador, José Alperovich salió a decir una mañana que "En 48 horas estaremos en condiciones de decir el nombre del o los asesinos de Paulina". Claro que, lamentablemente, a partir de entonces el reloj del mandatario tucumano dejó de funcionar. En relación a las irregularidades aportadas por la Policía al esclarecimiento del hecho, puedo citar algunas. Un oficial que prestaba servicio en una comisaría del norte de la Provincia, y que está imputado en la causa por falsificación de instrumento público, Enrique Antonio García, no tengo noticias que halla sido citado a declarar por el fiscal Carlos Albaca, por ejemplo. Dos veces hablé por teléfono con García. Sorprendido el policía de como había obtenido su número telefónico, aceptó a dialogar conmigo, sin aceptar que él haya tenido participacón alguna. En la segunda llamada fui llevándolo en la conversación, y en un momento me dice: "Y sí, yo se que es una macana, pero usted sabe como es esto". Acto seguido quedamos con García a encontrarnos en un bar para que me relatara lo ocurrido, pero jamás apareció, ni volvió a atenderme el teléfono. Pregunto, ese dato lo sabía Albaca, porque se lo transmití personalmente. La fuente perdió mi secreto de confidencialidad porque incumplió su pacto al que habíamos llegado. Como se explica que el secretario de Seguridad, Eduardo Di Lella, y el entonces jefe de Policía, Hugo Sánchez llegaran con bastante tiempo de antelación al lugar donde fue encontrado el cuerpo de Paulina, sin haberle notificado al instante al fiscal a cargo de la causa, Alejandro Noguera? Y no conforme con eso ya tenían todo preparado para levantar el cuerpo, cosa que no ocurrió porque Noguera llegó a tiempo para que eso no ocurriese. Como testimonio de ese instante, se produjo el siguiente diálogo: Di Lella: ----No se preocupe doctor, ya está todo arreglado. Encontramos el cuerpo de la chica y tenemos todo dispuesto para llevarlo. A lo que Noguera, casi fuera de sí, le respondió: Noguera: ----Di Lella, vos sos boludo?. Alguien llega a tocar o levantar algo, y lo mando preso. Di Lella y Sánchez jamás prestaron testimonio en la causa para explicar porqué querían levantar el cuerpo con tanta premura, a pesar de que el fiscal, responsable de las actuaciones no había determinado absolutamente nada sobre la misma. Situación que la Justicia jamás se ocupó en dilucidar. Otras de las preguntas que jamás fueron respondidas. ¿Porque la Justicia jamás hizo tomas inmediatas de muestras de las diferentes partes del cuerpo de Paulina para la búsquedas de posibles ADN secundarios que pudieran existir?. ¿Porqué la Justicia jamás profundizó las indagatorias de Virgina Mercado, la muchacha salteña que salió de "Gitana" esa madrugada de Febrero junto a Paulina, si es que la misma Justicia sospechaba que Mercado no dijo la verdad en su única declaración ante Noguera?. Detalle que hoy, vuelve a tener vital preponderancia para el reencausamiento de la investigación. Otra de las preguntas que en este momento me hago en silencio. ¿Leyó el fiscal actual de la causa el informe completo realizado por los peritos de criminología de Gendarmería Nacional, que en ese entónces si mal no recuerdo estaban al frente del oficial, Muñoz? El fiscal debería prestarle muchísima atención a ese informe porque tiene datos que son de enorme valía para saber con que instrumentos procesales se debería atacar. Creo que fui el único periodista que lo ha leído. Albaca lo guardaba bajo siete llaves. La pista de El Cadillal, que ahora tomó predicamento, y que mencioné en el momento de escribir esa nota en El Periódico, estaba contemplada por algunas informaciones que me habían llegado. Pero la más fuerte, y sobre la cual también me aventuré a averiguar, era la de Raco. Inclusive en una oportunidad visité un country sobre el costado derecho de la ruta que lleva a la villa turística, que para más datos, tiene o solía tener al lado de la entrada del mismo una parrilla, y allí solo pude recabar datos con el personal de seguridad, quien me describió que los propietarios de las viviendas eran casi todos residentes de la ciudad capital. Y entre ellos, me señaló una propiedad que todavía le faltaba terminación fina de construcción, pero que solía ser habitada los fines de semana y que pertenecía a un señor de apellido Zeitune. Tras cartón le pregunté si solían hacer reuniones de índole privada. El hombre se sonrío y me respondió: "Y sí, una que otra vez, no falta". Esto también estaba en conocimiento del fiscal Albaca. A quien lo visité en dos oportunidades en su domicilio que era una casona ubicada en Chacabuco primera cuadra. Sobre la existencia de droga, en la supuesta fiesta, fue una información suministrada por la gente de Gendarmería Nacional. En cuanto a la Policía, jamás pude obtener ninguna información sobre el trabajo realizado en la investigación. Tal es así que, en una oportunidad me entrevisté con el jefe de Investigaciones, que había asumido por esos días. La respuesta del hombre me dejó atónito: "Yo no le puedo decir nada. Asumí hace poco y no tengo idea lo que se hizo hasta ahora. Así que no lo puedo ayudar". No contento con ello, pedí una entrevista con el ministro de Seguridad, López Herrera, con el cual estuvimos hablando más de una hora en su despacho de Casa de Gobierno. Resultado, sabía menos que yo, y que mi vecina que solo le preocupaban las novelas de la siesta. Para ser más preciso, hasta tuve la osadía, si así se puede llamar a mi decisión de internarme en el Barrio dónde vivía o vive la familia Acevedo-González. Llegar allí fue una aventura, ningún taxista quería llevarnos, hasta que Gustavo González (que ahora fue llamado a declarar nuevamente) tuvo que ir a recibirme para que pudiera tener acceso al barrio y a su vivienda. Me esperaba toda la familia: La madre y su marido (padre y padrastro) de los Acevedo-González y toda su familia. El motivo era que la Policiía y parte de la prensa lo sindicaban como partícipes en el hecho. Hablé con cada uno de ellos, sin subestimarlos, y sin ser absorbido por el escenario. Inconscientemente metí el cuchillo a fondo en mis preguntas. Varios de los integrantes de la familia me admitieron sus legajos, tropelías y famas desparramadas. Pero me perjuraron que le querían pasar una factura que tenía que ver con su actividad en Atlético Tucumán. Cuando les pregunté quien. Recuerdo como si fuese hoy, "Chichilo" Acevedo me dice: "Ese es Alperovich que nos quiere sacar del club, cuando bien que le servimos en muchas ocasiones. O a lo mejor tendrá algo que esconder". Todavía me resuenan esas frases. Afortunadamente, tengo testigos de esa tarde de mate y facturas que llevamos con mis compañeros. También me sigo preguntando hasta hoy. ¿Porqué el poder político de Tucumán, que fue o pretendió ser tan severo con Alicia Feidenberg, haciéndole juicio político, que después tuvo que pagar con creces y restituirle su cargo, no repitió la receta con la inacción, omisión y desidia profesional en ejercicio de su condición de funcionario judicial con Carlos Albaca? Acaso la vara no es para todos de la misma medida?. Aquí se trata de una muerte que está en la antesala de la impunidad, o en el mausoleo del olvido por ser parte de la desafortunada condición de pobre. Entonces, como si fuese una regla preestablecida por la rutina impuesta por los que tienen la posibilidad de acomodar las acciones inapropiadas de sus caprichos ocurrentes sin ninguna obligación de rendir cuentas, todo lo que le ocurra a los demás, no cuenta. La muerte de Paulina Lebbos debe ser la muerte probable, o por suerte no ocurrida da cada uno de nosotros o de un hijo o hija nuestro. Y como tal nos debe doler, pesar y condicionar para andar con la frente en alto, o poder descansar los sueños que la vida nos presenta. Y es por eso que hoy, más que nunca, cada uno de los integrantes de la sociedad tucumana debe sentirse partícipe y protagonista de esta lucha por encontrar la verdad. Para que termine la impunidad. Para que haya Justica sin condicionamientos. Para que nuestros gobernantes cumplan con sus deberes delegados por el voto popular. Y para que nadie, pero absolutamente nadie, tenga el privilegio regalado de considerarse mejor que otro, y por ende, con mayores derechos. Los Derechos Humanos nos pertenecen a todos. Solo es cuestión de respetarlos y exigirlos como tal. Juan Carlos Fernández

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