Mientras observaba las imágenes de un hombre, -Pablo, desocupado, de 35 años- que desde los andamios dispuestos por la refacción de la fachada del Congreso Nacional- con una soga al cuello gritaba que se arrojaría al vacío por falta de trabajo, recordaba las palabras que alguna vez - hace muchos años, cuando era adolescente- mi madre me dijo:
“Esfuérzate en tu quehacer como si de cada detalle que piensas, de cada palabra que dices, de cada pieza que pones, de cada golpe de tu martillo, dependiera la salvación de la humanidad… Si haces cuanto puedes en tu trabajo harás más que el que inventa teorías universales para satisfacer sólo su vanidad, harás más que el político, que el agitador, que el que gobierna. El mundo se arreglará bien solo, con sólo hacer cada uno todo su deber con amor… ”
Pobre del joven-viejo o el viejo-joven que se queda sin trabajo antes o después de los 40. Y ésta es la dramática situación por la que atraviesan millones de personas en nuestro país, y es lo que -entre otros items como la división de poderes, Justicia independiente, sesiones presenciales en el Congreso, cárcel a los corruptos- vienen reclamando los ciudadanos a través de las distintas marchas en todo el país y el oficialismo parece que no quiere, o no puede ver. Son autoconvocados, no planeros que viven de las dádivas del Estado.
Muchos jóvenes han recorrido décadas a través del camino legítimo del estudio y la especialización profesional y lamentablemente deben asumir a su edad, una moral dispuesta a las reglas del juego de la vida, en las que hay que demostrar mucha entereza para poder llevar esta nueva frustración o directamente -los que pueden- alejarse del país.
La clase política está alejada de estas realidades y parecen vivir en un mundo virtual. Ellos siguen cobrando, puntualmente, sus sueldos desde que comenzó la cuarentena. Ellos, sin sensibilidad social, no han reducido sus dietas y privilegios mientras millones de personas están sin trabajo y esto tardará en normalizarse.
La gente honorable muestra su amor profundo por los demás a través de sus acciones.
Puede resultar muy difícil decidir cómo actuar con honor en cualquier situación, pero para ser honorable tienen que ser confiables.
Creemos en las instituciones y no nos podemos permitir que por ignorancia, estupidez o desidia la ofuscación del hombre pueda elegir lo funesto en lugar de proyectar su conducta hacia un desenlace venturoso.
La democracia que intentamos desarrollar en nuestra República requiere definir –con lúcida conciencia y sentido común- un proyecto ideal y factible de país donde los buenos ejemplos ayuden a su imitación, se castiguen con dureza a los funcionarios, empresarios y empleados que no cumplan con sus deberes y obligaciones; se premie y reconozca a aquellos que sí lo hacen.
Sólo es necesario llevar a cabo esa virtud que enaltece a todo ser humano: TRABAJAR.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario