El antiguo conflicto comenzó luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando el territorio dominado por Japón quedó dividido en dos bloques: el Norte, bajo el control de la URSS y China y el Sur, de EE.UU. En 1948 esa división desembocó en la creación de dos países según estas ubicaciones: la República Popular Democrática de Corea y la República de Corea, respectivamente. En 1950 las fuerzas del Norte invadieron el Sur y así comenzó la Guerra de Corea, en la cual tanto EE.UU. como China estuvieron involucrados. Ambos ejércitos quedaron paralizados frente a frente en el paralelo 38° y, ante la muerte de 3.000.000 de soldados y la imposibilidad de lograr la paz, el 27 de julio de 1953 firmaron un armisticio que estipulaba un alto el fuego definitivo y ordenaba la creación de una zona desmilitarizada en la frontera entre ambos países.
La actual oposición es una de las pocas disputas entre capitalismo y comunismo que ha sobrevivido a la caída del Muro de Berlín, lo cual motivó que estas alianzas con las grandes potencias se mantuvieran hasta el día de hoy, repercutiendo directamente en el actual enfrentamiento entre EE.UU., abanderado histórico del liberalismo, y China, quien aplica un “socialismo de naturaleza propia”, que combina características del comunismo con una economía de mercado.
Casi 70 años después del inicio de la guerra se ha generado una nueva escalada de tensiones, que desencadenó en la renuncia del Ministro de Unificación de Corea del Sur, Kim Yeon-chul, el 17 de junio. Por su parte, Corea del Norte, que el 8 de junio había anunciado que no contestaría más las dos llamadas diarias que eran realizadas por el país del Sur desde hace casi 2 años, recientemente ha enviado soldados a los puestos fronterizos desocupados desde los “acuerdos de paz”.
La principal responsable de la destrucción de esta Oficina de Enlace fue Kim Yo-jong, hermana menor de Kim Jong-un, quien en los últimos meses ha tomado mayor protagonismo en las decisiones políticas de su país. Kim Yo-jong fue una pieza clave en el inicio del proceso intercoreano de paz, ya que en 2018 asistió a la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno en el país vecino y fue el primer miembro de su familia invitada para ingresar en la residencia presidencial. En dichos sucesos se sentaron las bases para el encuentro de los líderes de ambos países, los cuales desembocaron en un acercamiento sin precedentes.
Pese a la información oficial, la aparición del coronavirus también podría explicar los actuales sucesos. El virus ha impactado fuertemente en la economía norcoreana a causa del menor comercio con China, lo cual, sumado a las antiguas sanciones económicas impuestas contra el régimen, ha vuelto crítica la situación.
En 2018, cuando Donald Trump y Kim Jong-un se reunieron en la cumbre de Singapur, el mundo presenció un hecho histórico en la relación bilateral entre ambos países. Era la primera vez que mandatarios de estas naciones se encontraban oficialmente. Durante 2017, los dos países habían tensionado sus relaciones al máximo, luego de amenazarse mutuamente con realizar ataques nucleares. El presidente estadounidense asistía al encuentro en busca de varios objetivos: reducir las tensiones entre ambos, aumentar su prestigio como estadista internacional y, principalmente, obtener la desnuclearización del régimen del Norte. Por su parte, el líder supremo del país asiático deseaba una reducción de las sanciones económicas que se le habían impuesto y, a su vez, ser aceptado en la comunidad internacional. La declaración conjunta firmada por ambos no obtuvo los resultados esperados, pero fue un gran avance. Suspendía las maniobras militares estadounidenses en la península coreana e incitaba a ambos países a seguir cooperando para obtener mancomunadamente sus objetivos.
Se podría decir que fue Trump quien mejor salió parado de esta cumbre. No solo logró aumentar la seguridad de su país, una de sus principales metas; también significó un gran triunfo diplomático por la simple razón de haber logrado lo que ninguno de sus antecesores pudo.
Pero la cumbre de Hanói, en 2019, no tuvo un desenlace tan positivo como su antecesora. Corea del Norte había asistido a Vietnam con la intención de que se suavizaran las sanciones económicas y, para ello, ofreció desnuclearizar importantes áreas de su país. Pero los estadounidesne no consideraron esto suficiente, ya que, desde su punto de vista, importantes zonas nucleares de la península no eran incluidas en dicho proceso, lo cual hacía inaceptable la reducción de las penas. Así la cumbre finalizó en buenos términos, pero sin ningún logro concreto, y esto no fue del todo bien aceptado por Pyongyang.
Allí Trump comprendió que el proceso de desnuclearización iba a demandar mucho tiempo. La cumbre de Singapur ya le había otorgado el prestigio que buscaba, por lo que realizar amplias concesiones no habría sido oportuno teniendo en cuenta la seguridad internacional. Por ello nadie veía con malos ojos posponer dicho asunto y centrarse en objetivos realizables a corto plazo que asegurasen la reelección presidencial. Pero ni el presidente estadounidense ni nadie jamás imaginó que, en 2020, aparecería el Covid-19, el cual ha generado una gran crisis económica internacional, golpeando fuertemente a todos los países, pero aún más a Corea del Norte. Seguramente el líder norcoreano se siente traicionado por EE.UU., aunque principalmente por Corea del Sur, de quienes esperaba mayor apoyo en este contexto de crisis. Por su parte, la relación entre Washington y Seúl no está en su mejor momento, ya que continuamente EE.UU. demanda que Corea aumente su gasto militar respecto a las tropas estadounidense en la región.
Por eso los políticos surcoreanos han optado por mantenerse alineados a EE.UU, su principal aliado en este conflicto, y no impulsar los proyectos intercoreanos que podrían erosionar aún más su relación con el país occidental y dejarlos indefensos.
La crisis sanitaria y económica que afronta EE.UU. ha debilitado fuertemente a Donald Trump en relación a las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. Si desea permanecer en la Casa Blanca, deberá resolver estos problemas internos. En este caso, no podemos ser muy optimistas en cuanto a su intervención y mediación en el nuevo conflicto coreano. Sin embargo, no involucrarse también podría echar a perder todos los avances obtenidos hasta el momento.
Fuente: El Economista
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