Por Miguel Saredi
El Peronismo no debe abandonar la Justicia Social, ni resignar la Independencia Económica o la Soberanía Política. El verdadero debate es otro: el movimiento necesita cambiar su paradigma.
Un paradigma es la forma en que interpretamos la realidad. Cuando esa interpretación queda desfasada, la política se vuelve ineficaz. Tener un mapa viejo en un mundo nuevo es el camino más rápido hacia el fracaso.
Esto ya ocurrió en otros ámbitos. Lo viví cuando creé Pampa Sur y puedo ilustrarlo con un ejemplo de la cadena productiva. Durante décadas, el campo se pensó desde el paradigma del arado y la labranza. Era lógico: funcionó durante miles de años. Sin embargo, la aparición de la siembra directa demostró que ese modelo estaba agotado. Se evidenciaron la erosión, la pérdida de humedad y los daños del sistema tradicional.
No se trató de una crítica al pasado, sino de un aprendizaje. El arado fue útil, pero dejó de serlo.

Los paradigmas funcionan así: generan progreso hasta que ya no alcanzan. Y cuando eso ocurre, aferrarse a ellos no significa defender una tradición, sino negar la realidad.
Algo similar le sucede hoy al Peronismo. El mundo cambió: las relaciones económicas, la producción y la sociedad ya no son las mismas. Seguir mirando todo con categorías viejas no es lealtad doctrinaria, sino inmovilismo.
Cambiar el paradigma no implica traicionar los principios. Al contrario, es la única manera de mantenerlos vivos.
El Peronismo no debe abandonar la Justicia Social, ni resignar la Independencia Económica o la Soberanía Política. El verdadero debate es otro: el movimiento necesita cambiar su paradigma.
Un paradigma es la forma en que interpretamos la realidad. Cuando esa interpretación queda desfasada, la política se vuelve ineficaz. Tener un mapa viejo en un mundo nuevo es el camino más rápido hacia el fracaso.
Esto ya ocurrió en otros ámbitos. Lo viví cuando creé Pampa Sur y puedo ilustrarlo con un ejemplo de la cadena productiva. Durante décadas, el campo se pensó desde el paradigma del arado y la labranza. Era lógico: funcionó durante miles de años. Sin embargo, la aparición de la siembra directa demostró que ese modelo estaba agotado. Se evidenciaron la erosión, la pérdida de humedad y los daños del sistema tradicional.
No se trató de una crítica al pasado, sino de un aprendizaje. El arado fue útil, pero dejó de serlo.
Los paradigmas funcionan así: generan progreso hasta que ya no alcanzan. Y cuando eso ocurre, aferrarse a ellos no significa defender una tradición, sino negar la realidad.
Algo similar le sucede hoy al Peronismo. El mundo cambió: las relaciones económicas, la producción y la sociedad ya no son las mismas. Seguir mirando todo con categorías viejas no es lealtad doctrinaria, sino inmovilismo.
Cambiar el paradigma no implica traicionar los principios. Al contrario, es la única manera de mantenerlos vivos.
Fuente: elnacionaldematanza.com.ar
2 comentarios:
El mundo cambió la economía también, pero la antigua palabra cipayo adquiere hoy más vigencia que nunca .La batalla cultural la ha ganado la derecha , el colonialismo y la dependencia política están en auge.Mas que nunca hace falta la tercera posición. Tal vez con los BRICS ,pero hace falta justicia social soberanía política e independencia económica, adaptadas a la etapa actual.El CONICET es un arma fundamental en esta etapa
Las 2 posiciones tienen razón. El cambio y los viejos objetivos.
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