Por Ernesto Martinchuk
¡Qué interesante el debate que se ha instalado en la educación! Pero, al mismo tiempo, ¿un cambio de tanta envergadura como el que se pretende, en cuánto tiempo se puede articular?
La Ley 1420 de Educación Común –fue pionera y ejemplar para América Latina- expresó los ideales y la visión de futuro de la generación de 1880 y simbolizó la vocación democrática de las dirigencias de entonces: “Educar al soberano” fue la consigna y con ese mandato rigió más de cien años.
Hoy todos discuten por lo que se dice en los programas de chimentos, el valor del dólar, las reservas del Banco Central, pero cuántos advierten que las reservas fundamentales de un país son sus aulas y sus educandos. El Estado hace décadas que viene retrocediendo y nunca, nunca, existen responsables. Hasta el momento nuestra historia no conoce un juicio político a un Ministro de Educación por su falta de idoneidad, criterio, autoridad o sentido común, el más ausente de los sentidos en estos tiempos…
Las escuelas
La pregunta es de quién son las escuelas ¿Son de los sindicatos que deciden cuándo hay o no clases? ¿Son del Estado que legisla y regula sobre todas? ¿Son del gobierno de turno cuando hace sus anuncios? ¿Son del mercado que regula la oferta y la demanda? ¿Son de los padres que envían a sus hijos? ¿Son de los alumnos que las toman? ¿Quién tiene autoridad sobre ellas…?
Para conocer cómo es un país, sólo hay que visitar sus escuelas. Muchas de las nuestras se han quedado en el tiempo. Nadie las sueña. Sólo queda el retorno a lo mismo, sus ventanas y sus puertas tienen rejas, candados, y sus salones hace décadas se han convertido en comedores… Esa estética carcelaria parece anunciar un futuro inexorable para muchos de esos “alumnos”, que ya tienen a sus padres presos por robo, prostitución, tráfico de drogas, o muertos en algún enfrentamiento. Un lugar dónde los guardapolvos de los chicos han dejado de ser blancos, les faltan botones, están sin planchar, sucios. Se ha perdido el orgullo de vestir el guardapolvo blanco, emblema de la igualdad de todos los estudiantes y muchos maestros deben contener a sus alumnos desbordados por las situaciones que deben sobrellevar.
¡Qué pasó con esa escuela pública que nos construyó como sociedad, nos integró y dio identidad? Hoy los maestros tienen miedo de ser acusados por los padres de autoritarios, discriminadores… No sólo entró en crisis la concepción pedagógica de la escuela, sino también la arquitectura cultural que le daba sentido y valores. Ese modelo educativo hacía un culto la asimetría y las jerarquías. Los maestros estaban sobre alumnos y padres, los directores de los maestros y luego los supervisores. Cada uno tenía derechos y obligaciones bien definidas, con jerarquías que no se discutían, no estaban en crisis como hoy.
Detenidos en el tiempo
El sindicalismo docente se ha quedado detenido en el tiempo. No piensa en la escuela pública sino, en la lucha que se desarrolló durante la instalación de la “Carpa Blanca”. La misma –ese momento, mereció el apoyo de toda la población- fue emplazada frente al Congreso Nacional durante 1000 días en abril de 1997, durante el gobierno de Carlos Menem y la gestión de Susana Decive y Daniel Filmus. El principal motivo de esa protesta fue el aumento de los fondos para la educación, pero también reclamaron por políticas productivas, sustitución de importaciones, y la suspensión del pago de la deuda externa al FMI. Fue liderada por diferentes organizaciones, principalmente la CTERA, cuya titular era la docente Marta Maffei y Hugo Yasky su secretario adjunto, hoy diputado nacional por el Frente de Todos.
Las actuales conducciones gremiales son emergentes de aquella carpa, en las que el maestro o el profesor han dado paso al “trabajador de la educación”, al “compañero docente”, que son el símbolo de una arquitectura ideológica que no reivindica la educación, sino la lucha. La idea de enseñanza ha perdido ascendiente y se prefiere hablar de aprendizaje evitando sentir que existe esa obligación para con los chicos. La educación, también fue banalizada.
Las escuelas han sido –ante la mirada cómplice del Estado- cooptadas por un sindicalismo ideologizado y combativo cuya única bandera es luchar y adoctrinar más que educar. Esto motivó que la Ministra de Educación de CABA, Soledad Acuña, convocará a los padres a que “denuncien” situaciones de “adoctrinamiento” dentro de las aulas, generando el repudio de los sindicalistas, pero el apoyo de muchos padres que han detectado esas maniobras.
Los constantes paro de actividades generada desde los sindicatos, ha logrado el abandono de miles de los alumnos de la escuela pública donde los padres advierten una enseñanza cada vez más degradada y una profesión docente desjerarquizada. Sólo basta ver los videos que circulan en las redes o los errores que se emiten, en directo, por la televisión pública. Tal vez ahí este el rechazo a la jerarquización docente.
Este año el sindicalismo docente, como un acto de militancia –con el apoyo del Ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta- mantuvo las escuelas cerradas por la cuarentena eterna, sin discutir las consecuencias de una medida que no tiene antecedentes en el mundo. Una vez más, el “sindicalismo combativo” que confunde docentes con afiliados, ha perdido su combate contra la escuela de calidad para salvar a la escuela pública, a la que dicen defender. Para muchos docentes, la obediencia parece ser más fuerte que el debate y la crítica.
Las escuelas son de la comunidad
El Estado educador de fines del siglo XIX acuño la convicción de que las escuelas eran de la Nación Argentina, o sea “las escuelas son de todos”, porque son públicas, independientemente de quien las gestione y de quién las habite, son de la comunidad.
Las escuelas son demasiado importantes para dejarlas en manos de funcionarios, académicos o sindicatos. Las escuelas son el enclave de un entramado social diverso y atravesado por múltiples intereses que necesitan responsables.
La crisis educativa tiene un importante componente cultural. Es imposible imaginar una escuela que eduque sin recuperar autoridad, respeto, mérito y construcción por lo común.
Fuera del sistema educativo, los líderes políticos debieran dar el ejemplo de estudiar la problemática del sector y acordar políticas de largo plazo, sea quien sea el gobernante de turno. Eliminar la destructiva cultura fundacional que lo único que hace es perder el valioso tiempo por el que se escapan generaciones enteras sin buena educación.
Generar cultura es jerarquizar el esfuerzo, el trabajo, el mérito, la buena moral, la vida democrática, el respeto a las personas y a las leyes, la búsqueda y el apego a la verdad, en una palabra, dar honorabilidad al cargo que se representa. El ejemplo se ejerce de arriba hacia abajo y deben hacerse cargo quienes gobiernan y si no cumplen, la sociedad debe reclamar y castigar a sus gobernantes de los modos establecidos en una República. Educar es perdurar en el tiempo.
miércoles, 25 de noviembre de 2020
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1 comentario:
Excelente nota, el autor hace una reseña en el tiempo y comparte un análisis completo de los acontecimientos que fueron dañando la estructura educativa y social de nuestro país.
Es de lectura obligada para aquellos funcionarios que intenten o pretendan realizar los cambios necesarios para dar de una vez y por todas, con la razones y las soluciones de nuestro constante deterioro educativo.
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