Dicen que la historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan.
Camille Sée (1847-1919)

El periodismo es la primera versión de la historia. El pasado reciente se ha visto visitado por una multitud de historiadores, periodistas y divulgadores de todo tipo, autores de un sinfín de textos que se disputan el relato y la interpretación de los hechos pretéritos. Mientras el historiador -a sabiendas de ser hijo de su tiempo y de que su mirada ha sido moldeada por su cultura y su contexto- defiende a rajatabla su imparcialidad, el periodista (y muchos divulgadores) no se molestan en ocultar el sesgo político de sus interpretaciones históricas, repartiendo los papeles de “héroes” y “villanos” al servicio de la línea editorial de su medio, o de “la historia de los vencidos”.
Otro rasgo distintivo de la “historia popular” confeccionada por los periodistas lo pone su estilo literario de redacción. Aleccionados por el Nuevo Periodismo, quienes asumen la tarea de reconstruir acontecimientos históricos no dudan en echar mano de técnicas novelescas para describir escenas, imaginar diálogos y trazar semblanzas de individuos convertidos en personajes de un relato cargado de dramatismo. En ese menester, tienden a privilegiar la narración por encima del análisis, enmarcándola en una ideología nacionalista y, en última instancia, romántica, poniendo al individuo y su heroicidad en el centro del escenario.
El historiador aprende en su etapa universitaria los retos que plantea el uso de documentos y las diferentes perspectivas de las corrientes historiográficas; el periodista tan sólo aprende en su etapa formativa las técnicas básicas de abordaje de la actualidad, aprendizaje que culmina en las redacciones con la absorción de la cultura profesional de forma acrítica, y abordará el pretérito con la misma disposición y las mismas herramientas que frente a cualquier asunto contemporáneo.
La historia es, ante todo, memoria archivada, manifestó Paúl Ricoeur. El archivo marca una ruptura con el rumor. Al fijarse en un soporte material, trasciende el testimonio oral. Con los documentos conservados se puede “desarmar a los negacionistas de los grandes crímenes que deben encontrar su derrota en los archivos”, nos recuerda Ricoeur.
La desaparición y quema de archivos es un eslabón, de forma premeditada, que elude el camino que comienza con la generación de un documento y termina con la selección y preservación ajustada a normas estrictas de expurgo.
La precariedad y descuido de gran parte de nuestros archivos, tanto en bibliotecas como hemerotecas de todo el país, tienen mucha influencia en la administración y puesta en servicio de los documentos que custodian y en el uso que el historiador puede hacer de ellos.
Esto también contrasta con la supervivencia, aún, de mentalidades y prácticas de funcionarios que obstaculizan el acceso a los investigadores, a fondos documentales que los consideran como una extensión de su patrimonio personal, o niegan el acceso bajo el pretexto de que: “están siendo clasificados” o “están en proceso de digitalización”.
Esta desaprensión demostrada por algunos directores o funcionarios, pueden incitar a algunos historiadores, escritores o cronistas, también desaprensivos, a sustituir el relato histórico riguroso, por panfletos propagandísticos a gusto del poder o de una facción. Por otra parte, una larga lista de olvidos deliberados por parte de historiadores politizados, marcan nuestra historia.
Un poco de historia
La corriente historiográfica del revisionismo nace hacia 1930, de una fractura profunda que cuestiona los valores aceptados desde los tiempos de la Organización Nacional e incluso desde la misma Revolución de Mayo. Este movimiento es impulsado por la crisis del modelo económico basado en las exportaciones agropecuarias y el auge de las ideologías totalitarias, sumado a problemas internos como el rol de los inmigrantes en la nueva sociedad democrática, posterior a la ley Sáenz Peña.
Muchos historiadores revisionistas se empeñan en denostar algunas figuras prominentes del liberalismo como Belgrano, Moreno, Sarmiento, Mitre, Roca, entre otros, y exaltar a Rosas y las dictaduras paternalistas, poniendo en evidencia el papel desempeñado por el imperialismo inglés en la formación del país.
Es importante recordar el enfrentamiento entre peronismo y antiperonismo que en 1955 sintetizó la diferente valoración de hechos y protagonistas. Aquí se diferenciaron los dos bandos: el que reconocía a las figuras fundadoras de la nacionalidad en San Martín, Rosas y Perón. El año 1950, -a instancias de Perón- fue el Año del Libertador general San Martín y todos los medios e historiadores afines se dedicaron a exaltar su figura. Por el otro, el más reducido resaltaba los valores de la Revolución de Mayo, Caseros y septiembre del 55 como hitos de la formación de la Argentina moderna.
Resulta evidente que estos rasgos aún persisten, a pesar de los años de democracia transcurridos y se reavivan con matices en las luchas por la memoria, donde las versiones de la historia, por bien estructuradas que sean, provocan resistencia cuando niegan al adversario. Precisamente, la historiografía, debería preocuparse por no excluir de su análisis las motivaciones de los vencidos. La historiografía no sólo se enfoca en el contenido de la historia, sino también, en cómo se ha construido ese conocimiento histórico, lo que permite comprender las perspectivas, sesgos y evolución en la comprensión del pasado. Por lo tanto, estudia cómo se ha escrito la historia a lo largo del tiempo, incluyendo los métodos, fuentes y enfoques utilizados por los historiadores.
Mitre es considerado el padre de la historia nacional al tomar las vidas de Belgrano y San Martín como hilo conductor de la interpretación de la memoria colectiva de la revolución argentina, sobre la base de un consenso liberal. Mientras exaltaba la figura de determinados próceres, excluía a las poblaciones indígenas, los conquistadores españoles, y a caudillos como Artigas y Rosas.
Tanto Mitre como Adolfo Saldías, quién luego escribió la Historia de la Confederación Argentina, pertenecían a la masonería, lo que constituía un importante punto de referencia en común. Pero Mitre le advierte a Saldías que su obra no es imparcial “al glorificar a un hombre que fue un tirano, altera el juicio histórico de la humanidad”.
A todo esto, cuando la “historia oficial” de Mitre y sus seguidores pareció haber triunfado, la crisis de 1930, niega al adversario su condición de intelectual y reina la intolerancia. Los defensores de la historia, como disciplina aséptica, quedaron arrinconados en sus debates académicos, y la historia fue un campo de lucha política superada por la ideología.
Atilio García Mellid en su libro Proceso al liberalismo argentino (1957) desde el nacionalismo de derecha sostuvo que el liberalismo era “un cuerpo extraño” a la Nación y era preciso extirparlo. Y agrega que: “puesto que el país debe sobrevivir, es forzoso que perezcan los liberales”.
Por su parte, Juan José Hernández Arregui -considerado uno de los intelectuales más importantes de la corriente del peronismo revolucionario- en la década de 1970, mentor político del llamado “socialismo nacional” sostenía que: de un lado está la Nación y el pueblo, del otro, los vendepatria y el antipueblo, por lo tanto, “No hay coexistencia pacífica entre las dos Argentinas. La guerra contra el imperialismo y sus lacayos es a muerte”.
El régimen conservador, que dio al país prosperidad y aparente unidad, dentro de la generación del 80, encabezada por el general Julio A. Roca, no fueron en la acción política santos, pero acometieron la tarea de inventar una nación organizada y aplicaron el criterio de excelencia. Sesenta años después, resultaba imprescindible una renovación. El país necesitaba un De Gaulle y apareció Perón. Éste, a su modo, cultivó el gatopardismo: cambiemos algo en la superficie para que, en el fondo, todo siga igual.
Algunos atribuyen el origen de nuestra decadencia al recordado lema “Alpargatas sí, libros no”, lo que representaría la imagen invertida de otra antinomia “civilización o barbarie”.
Así es que, la enfermedad de la memoria, comienza a manifestase como olvido o como exceso de la misma y el exceso de cualquiera de las dos, no es remedio para lograr un equilibrio, sino que se trata de algo perjudicial.
Una breve síntesis
Nos remontamos a la asunción de Cámpora-Solano Lima en 1973, en ese entonces, el Ministro de Educación de la Nación, Jorge Taiana, produjo distintas transformaciones en las universidades con el objetivo de adecuarlas al proyecto de reconstrucción nacional y dispuso que grupos estudiantiles desarrollaran actividades sociales y cooperativas hacia la comunidad. Bajo el lema “Universidad al servicio del Pueblo” había que encaminar las acciones para su concreción.
Mientras tanto, y como sucedió en todas las universidades nacionales, dejaba cesantes a todos los docentes que no estaban identificados con la doctrina peronista. Predominaban los actos políticos sobre las ideas y sobre las prácticas de tipo académico. La práctica política condiciona la manera de pensar, leer los textos y de actuar.
La acción del intelectual significaba la militancia volcada a lo popular y la Revolución. Había una fuerte politización y las organizaciones de izquierda con sus respectivos brazos armados como Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
“Un país que destruye la Escuela Pública no lo hace nunca por dinero, porque falten recursos o su costo sea excesivo. Un país que desmonta la Educación, las Artes o las Culturas, está gobernado por aquellos que sólo tienen algo que perder con la difusión del saber”, dijo Italo Calviño
El modelo “Universidad al servicio del Pueblo” no prosperó cuando Perón notó el avance de la izquierda y solicitó la renuncia de Cámpora. Tras las elecciones de 1973, reemplazó a Taiana por Ivanissevich provocando un giro en la política universitaria.
Tras el fallecimiento de Perón, asume María Estela de Perón. Durante su gestión la situación política y económica del país empeoró y comenzó a funcionar la Triple A con López Rega. Las crisis de autoridad, las luchas facciosas, la crisis económica y la muerte presente en la vida cotidiana, fueron creando las condiciones para un golpe de Estado cívico-militar que se concretó el 24 de marzo de 1976.
Una vez en el poder los militares impusieron un nuevo modelo de país y cargando una Dictadura con toda la fuerza semántica que le corresponde, articularon políticas neoliberales frenando el avance del movimiento obrero, atentando contra toda forma de organización y participación social.
En cuanto a la educación señalaban: “lograr el reordenamiento institucional académico de las Universidades y de los niveles secundario, técnico y primario prometiendo igualdad de oportunidades para estudiar y perfeccionarse en todos los niveles. No se permitirá el desorden, la demagogia, la prédica de ideologías disolventes o el dispendio de recursos humanos y materiales”. La Universidad fue concebida como uno de los lugares de infiltración ideológica
La educación
Hasta la década del 90 los padres cuestionaban a sus hijos por los malos resultados de sus estudios. Después, los padres pasaron a cuestionar a los docentes por el desempeño de sus hijos. El peronismo en general y el kirchnerismo en particular, dieron por tierra con la meritocracia y lo realizaron abiertamente desde la televisión. Adriana Puiggrós, -Viceministra de Educación del kirchnerismo- doctora en Pedagogía con una abundante producción escrita sobre temáticas educativas, consideró que "evaluar no es un elemento de la enseñanza" sino "un instrumento de control y de selección y está pensado desde una lógica empresarial" que busca "reducir cantidad de alumnos, de docentes, desde una idea meritocrática".
En síntesis, el declive de la educación comenzó en el gobierno de Perón, y luego con Carlos Menem, durante la gestión de Susana Decibe, a la que siguió Daniel Filmus. Luego continuó Alberto Sileoni designado viceministro de Educación en junio de 2003, con el ministro Daniel Filmus que implementó el plan FinEs, denominado por los especialistas como "estafa pedagógica". Luego siguieron Nicolás Trotta, y Jaime Perczyk continuador de la línea Filmus-Sileoni. Los resultados marcan que la educación ha ido en franco deterioro, a pesar de que todos ellos, muestran sus estadísticas con excelentes resultados, lo cierto es que siempre nivelaron hacia abajo y nadie, nunca, les ha pedido explicaciones…
Al igual que las 17 universidades inauguradas durante el gobierno de Cristina Fernández Vda de Kirchner, junto a escuelas primarias y secundarias, se convirtieron en centros de militancia y adoctrinamiento como pudo advertirse en un video que se viralizó, protagonizado por la docente Laura Radetich, defendida, no sólo por el expresidente Alberto Fernández, sino también por sindicalistas afines al kirchnerismo que siempre se negaron a que los docentes sean evaluados.
El mayor desastre ocasionado por el peronismo (y todos sus ismos) fue intentar, -a través de sus historiadores- la abolición de la historia anterior a él. Pocos prestan atención a las enseñanzas de la historia. La Revolución Rusa de 1917, que pretendió liberar al pueblo de la tiranía zarista, terminó por entregarlo a un grupo de hombres tan crueles como los depuestos.
La “Nueva Argentina” proclamada en tiempos del peronismo, pretendía cortar lazo con el pasado e inaugurar la era del líder indiscutido, el estadista genial, el general que venía a rescatarnos de la “década infame” y a inaugurar la “hora del pueblo”. El precio de algunas presuntas mejoras en la vida de los ciudadanos, suele ser un sometimiento, no muy lejano, a la esclavitud que se imaginaba abolir.
La realidad nos golpea. Hoy existen chicos de 10 años que no saben leer ni escribir, incluso muchos de sus padres no finalizaron sus estudios primarios. Alumnos de escuelas secundarias no interpretan textos y estudiantes universitarios no pueden resolver cálculos matemáticos simples. ¿Qué futuro les espera?
Las “décadas ganadas”, -instalada por la máquina de la propaganda peronista- produjo en 20 años, padres con poca instrucción, incapaces de analizar lo que sucede, que se dejan llevar por opiniones de terceros, sin una formación de pensamiento crítico propia, que en definitiva repercute, también, en la educación de sus hijos.
Aseguraba Robespierre: “El secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes”. El niño es la primera víctima para un futuro cercano.
Si el pasado cambia, el presente cambiará
El peronismo y su última versión, el kirchnerismo, ha sido el vampiro de la República Argentina, en los últimos ochenta años, anonadando la acción de un terreno para una gran cultura que estaba en desarrollo y era motivo de observación en todo el mundo. La hipocresía, las ideas sombrías, el sacrificio de inocentes, como la unión mística –“Para un peronista no nada mejor que otro peronista”- se hizo dueña del país, con políticos e historiadores que no estaban interesados en la verdad, sino en el poder y cómo mantenerlo. Es evidente que, cuando la ley no protege a la sociedad de los corruptos, sino que los protege, lamentablemente, está condenada.
El país cambiará cuando la mayoría de la sociedad civil priorice la Ética y el republicanismo. Y los que votan corrupción y autoritarismo queden reducidos a una minoría irrelevante, sin chances siquiera, de tener un concejal en algún pueblito remoto. El PJ y el PJ-K o cualquiera de sus variantes, manejó a la sociedad argentina con tres palabras: miedo, resentimiento y mentiras.
El peronismo puso el acento en el adoctrinamiento desde 1946. Perón lo admitía en público y de esa manera marcharon sobre varias generaciones desde la niñez. Lo que el peronismo presenta como "los principios sociales que Perón ha establecido…" fue fruto de una larga lucha de la sociedad argentina que contó con el apoyo de la mayoría de los partidos, la prensa en general y los historiadores, cuya mayoría es de tendencia peronista.
Estas son algunas consignas que el peronismo tomó como propias: El descanso dominical es de 1905, gobierno de Roca; las vacaciones pagas son de 1933 (Uriburu); la jornada de ocho horas es de Yrigoyen (1929), y la primera ley de jubilaciones fue sancionada durante el gobierno de Alvear (1924). También fueron fundamentales los aportes de los diputados socialistas. De su autoría, fue la primera ley de protección del trabajo de mujeres y niños (1907, Figueroa Alcorta); la de accidentes de trabajo (1915, Sáenz Peña); la primera reglamentación del trabajo a domicilio (1918, Victorino de la Plaza), y las leyes de indemnización por despido sin causa, protección de la maternidad y licencia paga por enfermedades (1933, Uriburu). Eso se subestimó y no se refutó, creando en la sociedad el mito del peronismo.
Fueron muchas décadas de dar glamour al descontrol. De creer que la música sólo es popular si es degradada. De glorificar a delincuentes. De pintar desmanes en edificios públicos como una gesta. De creer que el orden y el respeto son para los demás, denunciándolos como represión.
El peronismo sólo recuerda dos golpes militares: los de 1955 y 1976, dónde fueron derrocados dos gobiernos de ese signo. Pero omiten el de 1930 (donde participó Perón) el de 1943 (que organizó Perón) y los de 1962 y 1966 (a los que apoyó Perón). Por otra parte, Perón era admirador de Benito Mussolini y trajo al país prácticas y normas fascistas. También fue el protagonista del traslado organizado de criminales nazis de Europa a la Argentina después de la II Guerra Mundial. Este es uno de los capítulos más oscuros de la historia argentina. En octubre de 1947, transcurridos dos años de la primera presidencia de Perón, la Gendarmería Nacional al mando de Natalio Faverio masacró a no menos de mil indígenas pilagás, y doscientos aún continúan desaparecidos en Rincón Bomba, Formosa. En 1973 y 1974 Perón le vendió armas a la dictadura Pinochet.
La burguesía kirchnerista ha creado una “cultura” que se impregnó en las mentes de los explotados hasta “naturalizarla”. A través del relato, el PJ-K se ha creado una secta donde la única verdad es la que emana de su líder. El enemigo a combatir es aquel que piensa distinto.
Muchos, recordarán los golpes a Frondizi, Illia; la dictadura de Onganía; la guerrilla de Montoneros y el ERP; el final de “Isabelita”; el Proceso de Reorganización Nacional; la guerra de Malvinas; los golpes de mercado a Alfonsín, La Tablada, el informe de la CONADEP; Menem, el 1 a 1, y la destrucción de la red ferroviaria; cinco Presidentes en una semana; los saqueos; la dinastía Kirchner; tres crisis económicas brutales y una pandemia mundial, pero lo que nunca hemos visto ha sido al peronismo –en cualquiera de sus ismos-, creando riqueza y bienestar, salvo la de ellos mismos.
Basta con seguir de cerca las cotidianas discusiones políticas para advertir de qué modo el estancamiento en las ideas está acompañado de un deterioro en el modo de expresarlas. El avance de la grosería en el lenguaje de los políticos y los medios, los pobrísimos índices en la educación, el culto a la frivolidad y la falta de respeto por el prójimo.
Este es un grito silencioso. La crisis no desata una queja contra el pasado. Por qué estamos cómo estamos. Por el contrario, ese malestar parece estimular el surgimiento de visiones idealizadas de un pasado, dibujado como una supuesta edad de oro cuya restauración abrirá las puertas de un brillante porvenir. La frase "miente, miente, que algo queda" es la adaptación de un principio de propaganda atribuido a Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del régimen nazi.
Hace pocos días viaje en un colectivo colmado de pasajeros en La Matanza y el conductor nos decía: “Por favor, avancen hacia atrás…” Todas nuestras frustraciones como sociedad, siempre nos empuja hacia atrás, abriendo las puertas a la irracionalidad y al fanatismo.
El país necesita otro planteamiento de la política que, hace mucho tiempo, está alejada de las necesidades de los ciudadanos. Es necesario empezar a valorar a las personas por lo que realmente valen, por sus ideas, sus acciones, sus propuestas, su capacidad, su esfuerzo, su honestidad, su talento y sus méritos.
“Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen, los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van”, sostenía José Ingenieros
El cólera popular y el cansancio social, deben ser aceptados como un fenómeno atmosférico, sin contar los desastres y aprovechando los beneficios. Los dirigentes de las últimas décadas destruyeron, pero también construyeron, segaron plantas fecundas, pero también lograron con su mala praxis que muchos comenzaran a ver lo que no se debe hacer, lo que atenta contra el interés público. Sintieron la embriaguez del delincuente, ese cruel que nos arranca diariamente el corazón, pero también es necesario que conozcan y recuerden los pensamientos y desvelos de nuestros Patriotas.
Nacidos en chozas o palacios, pobres o ricos, ignorantes o sabios, al final todos tenemos por único abrigo la mortaja, por lecho la tierra, por sol la oscuridad y por últimos amigos a los gusanos. La muerte unas veces nos deja morir y otras nos asesina. Algunos se consumen con suave lentitud, mientras otros sucumben desesperadamente, como si les arrancaran la vida, pedazo a pedazo. Tanto en la vejez como en la juventud se debe combatir siempre, porque esa es una forma de estar vivos…. es hora de hacer cada uno de nosotros, -desde la cátedra, el púlpito, la bancada, el pensamiento, la calle- algo por esta bendita Patria.