sábado, 22 de febrero de 2020

CUERPOS VIGOROSOS EN ESPÍRITUS ANÉMICOS

Por Norma Pimienta
Seguir tratando de explicar lo que “nos pasa” desde axiomas viejos y obsoletos no sólo frustra cualquier intento analítico, si no que incrementa la posibilidad fáctica de ocurrencia de similares eventos. ¿Cómo explicar desde el materialismo (concepción dual del mundo en el que vivimos por la cual las cosas ocurren por fuera de nosotros mismos, colocándonos inevitablemente en “víctimas” externas, sin implicarnos en lo acontecido) la muerte de un joven de 19 años en manos (y pies) de un grupo de diez u once jóvenes desbordados emocionalmente, que admiten haber matado “por placer”?. No hay ninguna posibilidad de encontrar respuestas desde este paradigma: los efectos analizados (violencia-muerte) son los mismos que operan a nivel individual y colectivo, en todas partes del planeta, en la actualidad. Toman distintas formas: guerras; narcocriminalidad; migración de expulsados por causas económicas, políticas, de violencia o climáticas; virus inventados; trata de personas, entre otras. Cuando una conducta expresa Causas que no son abordadas desde la integralidad del ser humano (cuerpo, mente y Espíritu), todo se vuelve banal e incomprensible para la razón. La conducta humana no deviene de la emoción, puesto que NO somos seres emocionales, sino que manifiesta raíces profundas (del subconsciente, en el marco freudiano del axioma sustentado culturalmente) que no están siendo analizadas , dada la ignorancia de la configuración energética del ser humano. Si un joven de 18/20 años manifiesta actitudes de ira incontrolable, soberbia, subestimación del otro, avasallamiento e insensibilidad es porque está sumido en un juego letal de energías de victimismo, crítica y culpabilización. Se siente víctima de sus padres, de la sociedad y del mundo que habita; reclama atención (dineraria, por ejemplo) para transitar lo más cómodamente posible la vida, sin exigencias, sin pautas, sin límites , porque eso provocaría en sus espejos existenciales (sus padres) la culpa proyectada de no complacer al otro para que “no sufra”. Vivimos proyectando el sufrimiento que el mundo nos devuelve. Eso se llama dualidad. La crítica encallada en el joven en cuestión lo hará denostar despiadadamente a todo aquél que no sea como el cree que es mejor ser: avasallante, discriminador y soberbio. El “otro” se sitúa justo en la línea de recibir aquello por lo que ha venido a esta vida a luchar para que se desmantele; pero una actitud sumisa, apocada, mansa y suave, no es lo que el actual paradigma dual permite socialmente: Fernando tenía “pasta” de querer cambiar este entramado, pero le faltaba experiencia, y la Vida lo puso ahí para que toda una sociedad “se de cuenta” de que lo viejo tiene que caer, de una vez por todas. Cumplió con su Misión: vino a este mundo para hacer lo que hizo, mostrando las miserias que hay que cambiar. El cumplió . Falta que cumplamos los demás, los que quedamos para analizar lo ocurrido con responsabilidad energética. Para qué? Para elevar el nivel de consciencia , individual y colectivo. El tercer componente, la culpabilización, es nodal a la hora de comprender estos patrones conductuales: el “otro” está allí para sacarme el enojo, violentamente; nació para que yo pueda destruirlo y así expiar el fracaso de mi propia existencia. Es lógico desde el paradigma material, es todo lo que puede ocurrir si seguimos alimentándolo. ¿Hay solución? SI, pero pasa por otro lado: no es más seguridad policial, ni mejores jueces, ni padres más comprensivos, ni deportes más suavecitos… Pasa por comprender que una conducta manifiesta lo que CREEMOS que somos. Si creo que soy emocional, no me ocupo por purificar mis emociones: En cambio, si creo que soy un ser pensante, que puedo direccionar mis pensamientos hacia los baluartes espirituales que dan sentido a mi vida, puedo explicarlo todo desde un paradigma No-dual de existencia. Me autodomino porque me conozco. Respeto al otro porque me respeto a mi mismo. Reconozco mis emociones porque sé que devienen del pensamiento y que, por lo tanto, las puedo cambiar hacia otras de mayor calidad vibracional. SOMOS FRECUENCIA: la “suavidad” de la bondad de Fernando no es permitida socialmente por jóvenes que resuenan con la discordia, la música electrónica , la dilapidación de dinero, la comida chatarra, los gritos y el cuerpo inflado por deportes que deforman el diseño original sagrado del cuerpo físico humano. Pero la frecuencia vibratoria de Fernando de falta de firmeza se acopla , energéticamente, de manera fenomenal a la hora de crear eventos de esta naturaleza. Pero el “vino” para esto. Cumplió su cometido. Ahora hay que ver qué hacemos nosotros con esta “realidad” creada colectivamente para aprender una lección que puede hacernos evolucionar un poco.

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