Al cumplirse 90 años de la fundación de la Confederación General del Trabajo, quiero repasar brevemente su historia, la recordación de nuestros predecesores porque creo que hacerlo vale como faro para orientar nuestra trayectoria de desafíos futuros como Nación. Sobre todo en tiempos de grandes dificultades como consecuencia de la pandemia y la pérdida de puestos de trabajo. Pero también ante las transformaciones tecnológicas y productivas que debemos afrontar. Corresponde esforzarnos para caminar en medio de muchas incertidumbres por las transformaciones que ha experimentado nuestra sociedad en los planos del trabajo, lo económico social y político.
En el caso de la organización en nuestra actividad se remonta a 1904 cuando los trabajadores hoteleros y gastronómicos comenzaron a sindicalizarse en distintas zonas del país por rama de actividad, dando lugar a sindicatos de cocineros, mozos, mucamas, barmans, etc., o por ejemplo, de cocineros, mozos y afines, cuando el gremio agrupaba a varias ramas. Es así como la vocación gremial de los trabajadores hoteleros y gastronómicos argentinos lleva 116 años de vida, a lo largo de los cuales fuimos forjando con tesón y sacrificios, la unión monolítica de todos los compañeros del sector, lo que hoy nos permite negociar de igual a igual con el sector empresario a fin de lograr el respeto y la consideración de los legítimos derechos de todos nuestros afiliados y al mismo tiempo contribuir al desarrollo de la hotelería y la gastronomía nacional.
El movimiento obrero organizado se consolidó desde el pensamiento y la obra del entonces coronel Juan Perón que lo afirmó como columna vertebral del peronismo, fue un hecho irreversible de nuestra historia. A mí me infundió desde chico la fuerza para trabajar por un modelo de país, que con avances y retrocesos no volvió a ser el de antes de su aparición con su secuela de explotación y abusos. Su trayectoria me guía para resolver actuar en un determinado sentido: la dignidad del trabajador, la dignidad que debe otorgar el trabajo y la formación de una sociedad que debe buscar y perseverar más, como fue en épocas de dictaduras pero también de la democracia, contra las desigualdades aumentadas en diversos períodos y bajo el principio concreto de la Justicia Social. Un principio del peronismo custodiado por las organizaciones sindicales.
No es solamente en una distribución justa sino también, las condiciones del trabajo y la participación en las grandes decisiones nacionales. Ese rol fue, siempre nuestro camino hacia una comunidad de fraternidad y solidaridad no declarativa sino real. La aguda desigualdad es un obstáculo para el desarrollo del país y su sociedad. La Revolución del 4 de junio de 1943 terminó con un gobierno, encabezado por Ramón Castillo, que fue el último tramo de un período extendido en fraude electoral y carencia de legitimidad política. Era tiempos en la que los partidos políticos no dieron respuestas adecuadas a un tiempo en el que cambiaban las formas productivas en un contexto en que se había agotado el modelo de desarrollo que venía del siglo XIX. Hoy parecería que la historia, en alguna forma, vuelve a repetirse.
El gobierno militar de 1943-1946 llevó a cabo una reorganización estatal que resulta fundamental para comprender el ulterior derrotero del peronismo en el poder y también en la resistencia ante la proscripción, persecución y muertes desde el derrocamiento del presidente Perón en 1955. Vaya, entonces, en esta evocación la honra de todos aquellos dirigentes que condujeron una resistencia durante 18 años, a muchos de los cuales conocí cuando me iba formando como dirigente.
En esa asociación de un grupo de oficiales unidos, empezó a desplegar sus ideas y acción el coronel Juan Domingo Perón. Se imponía una nueva organización social con capacidad, a través de muchas instituciones nuevas o remozadas.
No fue fácil esa organización. Los sindicatos estaban divididos: comunistas, socialistas, anarquistas y trotskistas… Perón forjó durante los dos años de la Secretaría de Trabajo y Previsión la unidad de los sindicatos de actividades, bajo una organización madre, los sindicatos por rama. Es decir, grandes frentes de lucha. Desde ahí devino la gran fortaleza del sindicalismo argentino, que en años posteriores iba a concretar esta unidad que se consolidaba desde 1943 bajo el paraguas de la CGT como lo dejó estampada en mi memoria cuando Perón regresó en 1973 y ya como presidente por tercera vez el 1º de mayo de 1974 expresó:
“Compañeros: hace hoy 19 años que en este mismo balcón y con un día luminoso como éste, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan”, refiriéndose a los montoneros que habían asesinado a otro mártir, José Ignacio Rucci.
La figura de Rucci y otros dirigentes de aquel entonces, cuando yo ya había decidido mi vocación como dirigente gremial fueron un ejemplo y una guía en lo que sintetizaba la política y la acción gremial.
Perón se fundó en algunos principios que continúan hasta hoy. Concebir a la sociedad con conflictos pero buscando los mecanismos para la armonía entre el trabajo y la producción. La lucha no se interpretaba como “lucha de clases”, como lo hacia el marxismo, ni exclusivamente el individualismo como lo hacía el liberalismo. Por eso insistirá que hay una sola clase de personas: los que trabajan en una comunidad organizada. El trabajador tendría derechos. A los que hay que cuidar en su dignidad contra los abusos de las patronales.
Perón irá tejiendo la nueva organización desde una Dirección a la que paulatinamente le dio una mayor jerarquía. En ese contexto, la jerarquización de los problemas del trabajo dentro de la estructura administrativa del Estado fue notable. Después de casi cuatro décadas de funcionamiento del Departamento Nacional del Trabajo, en octubre de 1943, el Coronel Juan Domingo Perón llegó allí, motorizando la creación de la institución que lo sucedería, la Secretaría de Trabajo y Previsión. El estudio de la STyP, como aditamento, se encuentra condicionado por la destrucción de buena parte de los archivos estatales del que a partir de 1949 se transformaría en Ministerio de Trabajo y Previsión. Esta nueva Secretaría produjo cambios fundamentales respecto de los gobiernos anteriores, tendientes a establecer una relación más fluida con el movimiento obrero. Para lograr tal objetivo se sancionaron una serie de reformas en la legislación laboral. Las principales medidas fueron:
– El Estatuto del Peón, que estableció un salario mínimo y procuró mejorar las condiciones de alimentación, vivienda y trabajo de los trabajadores rurales.
– El establecimiento del seguro social y la jubilación que benefició a 2 millones de personas.
– La creación de Tribunales de Trabajo, cuyas sentencias, en líneas generales, resultaron favorables a las demandas obreras.
– La fijación de mejoras salariales y el establecimiento del aguinaldo para todos los trabajadores.
– El reconocimiento de la asociaciones profesionales, con lo cual el sindicalismo obtuvo una mejora sustancial de su posición en el plano jurídico.
Estas reformas impulsadas por Perón trajeron como consecuencia un acercamiento político entre el Estado y el movimiento obrero. Su primer discurso como secretario el día 2 de diciembre de 1943 deja perfectamente en claro el rumbo de su accionar político.
“El Estado se mantenía alejado de la población trabajadora. No regulaba las actividades sociales como era su deber. Solo tomaba contacto en forma aislada, cuando el temor de ver turbado el orden aparente de la calle, le obligaba a descender de la torre de marfil de su abstencionismo suicida. No advertían los gobernantes que la indiferencia adoptada antes las contiendas sociales facilitaba la propagación de la rebeldía, porque era precisamente el olvido de los deberes patronales que, libres de la tutela estatal, sometían a los trabajadores a la única ley de su conveniencia…”.
Y agrega: “Con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión se inicia la era de la política social argentina. Atrás quedará para siempre la época de la inestabilidad y del desorden en que estaban sumidas las relaciones entre patrones y trabajadores. De ahora en adelante, las empresas podrán trazar sus previsiones para el futuro desarrollo de sus actividades, tendrán la garantía de que, si las retribuciones y el trato que otorgan a su personal concuerdan con las sanas reglas de convivencia humana, no habrán de encontrar por parte del Estado sino el reconocimiento de su esfuerzo en pro del mejoramiento y de la economía general y por consiguiente del engrandecimiento del país. Los obreros, por su parte, tendrán la garantía de que las normas de trabajo que se establezcan, enumerando los derechos y deberes de cada cual, habrán de ser exigidas por las autoridades del trabajo con el mayor celo, y sancionando con inflexibilidad su incumplimiento. Unos y otros deberán persuadirse de que ni bajo la astucia ni la violencia podrán ejercitarse en la vida del trabajo, porque una voluntad inquebrantable exigirá por igual el disfrute de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones”.
Perón debía ahora producir los hechos que confirmaran la verdadera creencia social de lo que será el peronismo. Principios, hechos que los corroboran y que generan nuevos principios. Nada más alejado del sistema de pensamiento liberal y marxista que no puede desarrollar su acción si no es dentro del marco inmutable de la ideología preexistente. No es así en Perón, los hechos tienen peso específico propio y determinan las doctrinas y los principios ideológicos que correspondan. El peronismo se convertirá más tarde en una doctrina nacional vigente hasta ahora.
El Movimiento Obrero Organizado, fue la piedra fundante El capitalismo quería tener sindicatos débiles y divididos en muchas partes, sin centrales obreras, porque el movimiento obrero dividido va perdiendo totalmente fuerza. Nosotros luchamos por formar un organismo que sea verdaderamente director de todo el movimiento obrero argentino para defender las fuerzas del capitalismo con una idea de conjunto.
No puede negarse que en la historia de la Confederación General del Trabajo (CGT) existieron conflictos internos y divisiones pero casi siempre retornando a la unidad. En los tiempos que corren, la tecnología no impone una única forma de utilizarla ni tiene un impacto que siempre se pueda anticipar. El cambio social es típicamente impulsado por las decisiones que tomamos sobre cómo organizar nuestro mundo. Solo después llega la tecnología para acelerar y consolidar estos cambios.
En el caso del mundo del trabajo, la precarización y los intentos de desmontarlos derechos laborales tanto a escala nacional como global empezaron mucho antes del auge de las plataformas o de la industria 4.0. Fue parte de la transnacionalización de las cadenas de producción, de la agenda neoliberal y de las mutaciones del capitalismo en su fase financiarizada. Ese proceso, y no la tecnología, es la razón por la cual ahora se acepta que en la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se hable del trabajo «atípico» en lugar de llamarlo precario, o que el trabajo mediante plataformas sea llamado «autónomo», «independiente» o «por cuenta propia», a pesar de que sus protagonistas tienen poco margen para negociar las condiciones de su trabajo.
Se están produciendo cambios tecnológicos importantes, pero el impacto del cambio tecnológico sobre los mercados laborales y sobre las economías y las sociedades es también una cuestión de opciones políticas. En efecto, el impacto socioeconómico del cambio tecnológico dependerá esencialmente de las decisiones sobre inserción internacional y política económica y social, cuyos márgenes de acción deben ser aprovechados por los gobiernos, los sindicatos y el empresariado con sentido de responsabilidad. Si todo sigue como está, el cambio tecnológico va a funcionar como amplificador de las tendencias de desigualdad.
Esto obliga a nuestras organizaciones a redoblar esfuerzos por la educación y capacitación para asegurar la integración de la sociedad para todas las mujeres, hombres, niños y ancianos que habitan nuestro suelo patrio y pueden desde su fortaleza interior tener un lugar digno en el mundo.
Por Luis Barrionuevo, Secretario General UTHGRA - Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina –
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