Marzo era el mes del relanzamiento del gobierno de Alberto Fernández. La pandemia quedaba detrás, se cerraba el acuerdo con el FMI y la actividad retomaba su nivel prepandemia. El Gobierno se iba a enfocar en una agenda distinta, más propositiva, la que debió pausar con el Covid, para encaminarse electoralmente tras el traspié del 2021. La suba de la inflación, agravada por la fantasía bélica e imperial de Rusia y la tensión al interior de la coalición, que está en su peor momento desde la llegada al poder, han postergado ese reinicio pensado en la gestión. A su manera, el Gobierno intenta contener ambos frentes. Para los precios, la "guerra" y para el kirchnerismo, pedidos de unidad. Hasta ahora, infructuosos. Ayer, Fernández endureció su discurso y sentó una posición más firme. La interna con el sector kirchnerista lo complica en varios frentes. "Valoro a Máximo y a Cristina, pero no existe la presidencia colegiada y las decisiones las tomo yo", dijo. Además, señaló que "la política no es imponer una mirada sino sentarse a negociar". También agregó: "No podemos darnos el lujo, por la causa que sea, de desunirnos".
Fuente: El Economista
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