El desdoblamiento cambiario, originado en el intento de impedir la fuga de divisas, finaliza transformándose en el nudo gordiano que impide el libre flujo de la economía, tanto en el sector interno como en el externo, favoreciendo la importación y perjudicando seriamente la exportación de bienes y servicios, desalentando el ingreso de dólares por esa vía.
Inunda de distorsiones el desenvolvimiento de los negocios y da pie a las trapisondas de sobre y subfacturación y a su vez, impide la llegada de inversiones, de las que ya están resueltas como aquellas todavía bajo estudio.
No garantiza el acumulamiento de reservas, tampoco al ahorro de excedentes, la formación de mercado de capitales, etc. etc.
El difícil tránsito hacia la normalidad, no está exento del abordaje de decisiones bruscas, que violentan la vida normal y exponen a las personas a sufrir consecuencias y vivencias no deseadas, rodrigazo, devaluaciones, ajustes, corralitos, indigencia, pobreza.
Obvio, a la luz de los hechos, es sencillo decir que el desdoblamiento cambiario es muy mal negocio, pero tenemos la obligación de mencionar que, a pesar de sus efectos conocidos, nos reiteramos en su aplicación.
Ya que tenemos la oportunidad de saber con el resultado puesto, el final de la película, rescatemos al menos, la posibilidad de observar cómo arribamos a esos puertos.
Nuestro comportamiento social nos muestra que tenemos múltiples motores que determinan nuestro accionar, el amor, el deseo, el sexo, el poder, el dinero, la solidaridad, el egoísmo, el miedo, la avaricia, y así hasta el infinito, pero si hay uno de estos enunciados que es parte constituyente y fundamental del modo asociativo que elegimos como organización social, en este caso particular, el capitalismo, es el de obtener ganancias por encima de las necesidades primarias, un plus qué, en el imaginario y luego en la realidad, nos permite acceder a múltiples satisfacciones que aplacan el miedo ancestral a la pérdida del ancla de la supervivencia.
La verdad concreta es que, si se bloquea este estímulo, en virtud de las normas que impiden su concreción, nos desviamos por vericuetos que nos permitan alcanzar este deseo primario.
Conociendo esto y valorándolo en su verdadera dimensión, las decisiones a tomar tienen que estar basadas en la comprensión de la naturaleza de los hechos y no en la alquimia ejercida por aprendices de brujos. Y no solo eso, también hay que hacer el agregado de la creatividad, objetividad, innovación, búsqueda de nuevos instrumentos basada en el estudio, el conocimiento y la intuición, pero acotada por el rigor científico qué exige la aplicación de las medidas y sus probables consecuencias.
Ya hay ideas lanzadas en ese sentido y son variopinto. Se puede bucear en ellas y otras para alcanzar un resultado que este conteste con el objeto que se pretende alcanzar. Aquí nos estamos refiriendo específicamente a la creación de un peso fuerte, peso oro, al que le asignamos la virtud de expandir la economía, desvincular al dólar como objeto para canalizar los ahorros y también otras funciones, sobre las que nos hemos extendido abundantemente en nuestro trabajo “Creación de un peso fuerte, el patacón de oro” publicado en eldesafíosemanario.blogspot.com y en otros medios.
Lo que visiblemente está ausente, es la voluntad política de ir por esa búsqueda y también la notable falta de entendimiento sobre la oportunidad de actuar con previsibilidad, realizando los estudios pertinentes de las acciones a tomar, con la debida anticipación antes de que la realidad nos explote dejándonos expuestos a la aventura de medidas insuficientemente consideradas y factibles de ser cambiadas en lo inmediato ante la evidencia del fracaso inminente.
Es tan poco el esfuerzo a realizar en ese sentido y tanto el riesgo que se asume, que es difícil conceptualizar qué es lo falla en la valoración de las prioridades, salvo que un manto de distracción cubra a los responsables oscureciendo y ralentizando la toma de decisiones.
Ricardo Bianchi
No hay comentarios.:
Publicar un comentario