Chile celebrará elecciones regionales y locales a fines de octubre. No sería una noticia demasiado relevante fuera de sus fronteras, ni siquiera por un par de particularidades formales, si no fuera porque un candidato a alcalde se llama Augusto Pinochet.
Los comicios tendrán lugar luego de recientes y polémicas reformas a la legislación electoral, que incluyeron vetos parciales del presidente Gabriel Boric. En lo esencial, quedó ratificada la obligatoriedad del voto, que fuera abandonada en 2012 y repuesta en 2022, y la cita se desdoblará en dos jornadas, el sábado 26 y el domingo 27, con las urnas selladas y resguardadas por las Fuerzas Armadas en la noche intermedia.
Pero, sin duda, el dato más atractivo es la candidatura de Augusto Pinochet Molina, nieto del dictador Augusto Pinochet Ugarte, a la alcaldía de Santo Domingo, un municipio de la región costera de Valparaíso.
Pinochet Molina se presenta por el Partido Social Cristiano, una agrupación ultraconservadora en lo político y de carácter evangélico, y aspira a destronar al actual alcalde, Dino Lotito, que aspira a ser reelecto y pertenece a Renovación Nacional (RN), el partido conservador del expresidente Sebastián Piñera e integrante de la coalición de centroderecha Chile Vamos.
Aunque dejó el gobierno en marzo de 1990 y murió en diciembre de 2006, Pinochet Ugarte nunca abandonó el escenario político chileno. De hecho, tras permanecer 16 años y medio al frente del Palacio de la Moneda, conservó el cargo de comandante del Ejército hasta marzo de 1998 y desde entonces fue senador vitalicio hasta julio de 2002. De ese modo condicionó la transición a la democracia y evitó en gran parte –o aplazó, en otros casos– la revisión judicial de las múltiples violaciones de derechos humanos y demás actos de una de las peores dictaduras de la época en América Latina.
La recuperación de la democracia trajo la novedad, que el tiempo iría extendiendo a la mayor parte de la región, de la debilidad competitiva de los partidos y la formación de dos grandes coaliciones de fuerza bastante pareja, una de centroizquierda y otra de centroderecha.
La coalición de centroderecha fue conformada alrededor de RN, un partido conservador liberal, y la Unión Demócrata Independiente (UDI), una fuerza nacionalista que se identificó tanto con el anticomunismo extremo del pinochetismo como con la orientación económica neoliberal de la dictadura. La UDI predominó en tres de los cuatro primeros procesos electorales tras la recuperación de la democracia, pero luego fue perdiendo terreno a manos de RN.
A medida que fue avanzando el siglo XXI, las dos grandes coaliciones fueron desgastándose –por más que siguieron alternándose en el gobierno– y les resultó cada vez más difícil contener a los extremos. Así como la izquierda se manifestó en las protestas estudiantiles y el estallido social de 2019, la derecha más acérrima fue reconfigurándose a partir de los ejemplos que florecieron en abundancia en distintas regiones del mundo y se consolidó bajo el liderazgo de José Antonio Kast y su joven Partido Republicano, fundado en el mismo 2019 como escición de la UDI. Lo que significa que el pinochetismo no se agotó, sino que, en todo caso, se diversificó y se actualizó.
En ese contexto surgió la candidatura de Pinochet Molina, cuyo mayor capital político parece ser, al menos hasta ahora, su nombre y su apellido. De 51 años –nació el 24 de abril de 1973, cuatro meses y medio antes de que Pinochet Ugarte iniciara su larga dictadura–, cumplió la tradición familiar de cursar la Escuela Militar, pero su carrera de oficial del Ejército terminó abruptamente con el grado de capitán, en diciembre de 2006, cuando fue dado de baja tras la polémica que generó su discurso en el sepelio de su abuelo.
Volvió a ser noticia a fines de 2014, cuando anunció la fundación del partido Orden Republicano Por Mi Patria –derivado de la ONG Por Mi Patria, que había creado seis años antes–, al que presentó como una fuerza “patriótica, libertaria e integradora”. Entonces dijo que era parte del “movimiento pinochetista”, sostuvo que el régimen encabezado por su abuelo no fue una dictadura, y explicó: “La idea es plantear una nueva opción; una derecha más derecha, sin ninguna vergüenza de lo que somos”.
Sin embargo, meses antes parecía tener alguna duda sobre la herencia política de Pinochet Ugarte. “El pinochetismo no existe, salvo la gente que tiene admiración y un recuerdo por mi abuelo”, dijo al portal Terra, aunque a continuación indicó que el pinochetismo representaba “los ideales del programa del gobierno militar”, y subrayó: “Nosotros adherimos un ciento por ciento a eso y vamos a trabajar con la gente por esas cosas”.
Como haya sido, Orden Republicano no logró ser registrado por no haber podido reunir la cantidad mínima de firmas de ciudadanos requerida, y se disolvió en 2016. En el ínterin, en mayo de 2015, Pinochet Molina fue detenido por posesión y consumo de cocaína en la vía pública.
Tras otra etapa de bajo perfil, en mayo de este año afirmó que la de su abuelo fue una “dictablanda” y dijo que pensaba ser candidato a gobernador de Valparaíso. En agosto, sin embargo, argumentó que “el desafío era considerable” y había “un período demasiado corto” para la campaña, por lo que resolvió postularse para la alcaldía de Santo Domingo.
¿Puede ganar Pinochet Molina?
Hasta ahora carece de rodaje político, pero hay un contexto que podría convertir su nombre en ventaja competitiva. “En Chile hay cerca de un 15% de pinochetismo, entendiendo por tal a personas que son de extrema derecha y apoyan un régimen autoritario por sobre una democracia, y la postulación de un nieto de Pinochet es una señal de que la marca Pinochet sigue vigente”, dijo el politólogo chileno Mauricio Morales al diario La Nación. Y su colega Luis Felipe Vergara agregó que en la actualidad que “prolifera con mucha más fuerza el pinochetismo entre quienes no vivieron la dictadura y han idealizado a Pinochet con un desconocimiento absoluto de lo que fue ese período, y profesan y defienden esa mirada dictatorial de aquella época”.
Fuente: Nuevos Papeles
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