miércoles, 10 de septiembre de 2025

Sarmiento: El visionario

 

          Por Ernesto Martinchuk             

“Sarmiento no formula máximas, pero finca la obra del estadista en educar. Porque la educación es lo único que iguala, a despecho de todos los accidentes biológicos y sociales”. Leopoldo Lugones

El 11 de septiembre de 1888 muere Domingo Faustino Sarmiento, por tal motivo se celebra el Día del Maestro. Borges lo consideraba nuestro mayor escritor y prócer. En “Facundo” desarrolló en detalle el plan de un país moderno y liberal en contraste a Juan Manuel de Rosas y el oscurantismo.

Durante su vida Sarmiento enfrentó con acierto el desafío de transformar un desierto feudal y atrasado como el de nuestro territorio nacional, en una república moderna e institucionalizada. Y lo hizo dotándolo de la infraestructura necesaria, a lo largo y a lo ancho de la nación. Su aporte fundamental en relación con la obra pública y las comunicaciones fue el desarrollo del ferrocarril y del telégrafo, porque sabía que ambos eran esenciales para integrar el extenso territorio hacia adentro y hacia el mundo.

Una de las facetas poco conocidas de Sarmiento es su acción de difundir temas científicos a través de la traducción y publicación de obras de origen europeo. Algunas publicaciones fueron pensadas como textos educativos, por ejemplo, el libro de física, El por qué? de Levi Alvares. Otras estuvieron destinadas a públicos más amplios, como la traducción que Sarmiento publicará en 1854 de un libro titulado: Exposition et Historie des principales découvertes scientifiques modernes, del autor francés Louis Figuier, que dedica gran parte de su contenido al incipiente telégrafo eléctrico.

Sarmiento bregaba para que los libros llegasen a manos de todos, distribuyendo versiones en español a través de las bibliotecas populares. Sarmiento tenía un objetivo claro de difusión e instrucción, de la ciencia en general y de las comunicaciones en particular.

Sarmiento presidente

Con la llegada de Sarmiento a la presidencia en 1868, a pesar del contexto de la Guerra del Paraguay, se dio un nuevo impulso al desarrollo del sistema telegráfico en todo el país. En 1869, se firmó el contrato Hopkins para la construcción de una línea telegráfica que uniría las provincias del litoral entre Rosario, Santa Fe y Federación, Corrientes.

El plan de expansión del sistema telegráfico continuó con la creación de la Inspección General de Telégrafos en 1869, encargada de administrar y operar las líneas telegráficas en todo el país. Para 1870, ya estaban en funcionamiento 836 millas de líneas telegráficas, con otras mil en construcción. Este crecimiento continuó en los años siguientes, con la extensión de las líneas a provincias como Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Catamarca y La Rioja.

En 1872, se alcanzó un hito significativo con la finalización de la red nacional de telegrafía, que cubría toda la República Argentina con 4.000 millas de líneas en funcionamiento. Durante este período, el número de telegramas despachados experimentó un rápido aumento, reflejando la creciente importancia y utilidad del sistema telegráfico para la comunicación en el país. Lo que a un jinete a caballo le llevaba días, las redes ópticas lo hacían en horas.

Además de la expansión a nivel nacional, Sarmiento también propuso la instalación de una línea telegráfica trasandina para conectar Argentina con Chile. Esta iniciativa culminó en 1872 con la finalización de una línea telegráfica internacional entre Valparaíso y Buenos Aires, que pasaba por diversas ciudades de ambos países. Al inaugurarla Sarmiento expresó: "para que los Andes no sean barrera demasiado alta y al Atlántico y Pacífico, sólo los separe un continente”. Siempre reconoció la buena gestión de Dalmacio Vélez Sarsfield en la rápida expansión del telégrafo, aún a costa de utilizar partidas para caminos, considerando "que los telégrafos eran los caminos de las palabras”.

Finalmente, el sueño de Sarmiento de establecer una conexión telegráfica argentina con Europa se hizo realidad en 1874, cuando el miércoles 5 de agosto, a las dos de la tarde, inauguró en la Casa de Gobierno las comunicaciones internacionales de la Argentina con el viejo continente, a través de un cable de telégrafo transatlántico. La conexión unía Buenos Aires y Montevideo, subía hasta Brasil hasta llegar a Pernambuco. Desde allí cruzaba el océano Atlántico hasta Lisboa. Ese día fue feriado y en la tapa del diario La Nación, bajo el título “Gran fiesta nacional”, se leía: “La República se halla desde hoy al habla con todos los países del mundo civilizado. De hoy en adelante, las pulsaciones del pensamiento humano podrán repercutir, casi simultáneamente, en todas las naciones de la tierra. ¡Gloria al progreso y a la civilización de nuestro siglo!”.

Sarmiento, el mayor impulsor del invento, decía que, a partir de ese día, los pueblos alejados comenzaban a convertirse en “una familia sola, un barrio”. Sus palabras eran, poco más de un siglo antes de la aparición de internet, una premonición de la idea de la Red, de “la gran aldea” de seres humanos comunicados sin importar su ubicación en el mapa, tema que, recién a partir de 1960 comenzó a analizar Marshall McLuhan, uno de los teóricos de la comunicación más célebres del mundo.

La primera línea telegráfica de Misiones fue inaugurada el 15 de agosto de 1882, marcando un hito en las comunicaciones de la región. Este avance permitió conectar más eficientemente a Misiones con el resto del país, facilitando el intercambio de información y fortaleciendo el desarrollo institucional y comercial de la provincia. El telégrafo óptico acortó distancias como nunca antes se había logrado

Al finalizar su mandato, la red telegráfica unía todas las provincias y Argentina estaba vinculada por el telégrafo con todos los países limítrofes, Europa, Asia, África, Oceanía y Estados Unidos.

Sarmiento y la educación

La Ley 1420 fue promulgada en Argentina el 8 de julio de 1884 y sentó las bases del sistema educativo nacional al establecer la educación primaria obligatoria, gratuita, común y laica para toda la población. Impulsada durante la presidencia de Julio Argentino Roca, con el fuerte impulso de Domingo Faustino Sarmiento, esta ley buscó universalizar la educación, formando ciudadanos en un marco de igualdad de oportunidades y marcando un hito en la modernización del país. Fue pionera y ejemplar para América Latina, expresó los ideales y la visión de futuro de la generación de 1880 y simbolizó la vocación democrática de las dirigencias de entonces: “Educar al soberano” fue la consigna y con ese mandato rigió más de cien años.

Tan polémico y apasionado, Sarmiento entendió que el Estado debía avanzar sobre el derecho de los padres de no educar a sus hijos, y apostó, convencido, por la educación pública de calidad, obligatoria y accesible a todos para empezar a resolver los múltiples problemas que tenía nuestro país en ese momento. Hoy -siglo XXI ese problema reapareció con chicos de 10 años que no saben leer ni escribir, alumnos secundarios que no interpretan textos y Universitarios que no saben resolver problemas matemáticos simples. Sarmiento Logró transformar, un país en donde 7 de cada 10 personas eran analfabetas y donde más del 80% de los chicos no recibía educación, en uno que supo ubicarse en pocas décadas entre los primeros puestos en el mundo en materia educativa y, consecuentemente también, por su desarrollo económico.

Hoy la discusión se ha banalizado, todos están pendientes por lo que se dice en los programas de chimentos, el valor del dólar, las reservas del Banco Central, pero cuántos advierten que las reservas fundamentales de un país son sus aulas y sus educandos. Tanto los padres como el Estado hace décadas que vienen retrocediendo y nunca, nunca, existen responsables. Hasta el momento nuestra historia no conoce un juicio político a un ministro de Educación por su falta de idoneidad, criterio, autoridad o sentido común, el más ausente de los sentidos en estos tiempos…

¿De quién son las escuelas?

La pregunta es de quién son las escuelas ¿Son de los sindicatos que deciden cuándo hay o no clases? ¿Son del Estado que legisla y regula sobre todas? ¿Son del gobierno de turno cuando hace sus anuncios? ¿Son del mercado que regula la oferta y la demanda? ¿Son de los padres que envían a sus hijos? ¿Son de los alumnos que las toman? ¿Quién tiene autoridad sobre ellas…?

Para conocer cómo es un país, sólo hay que visitar sus escuelas. Muchas de las nuestras, se han quedado en el tiempo. Nadie, y mucho menos los legisladores, las sueña. En las aulas se aprecia el retorno a lo mismo, sus ventanas y sus puertas tienen rejas, candados, y sus salones hace décadas se han convertido en comedores… Esa estética carcelaria parece anunciar un futuro inexorable para muchos de esos “alumnos”, que asisten sólo por el plato de comida o que ya tienen a sus padres presos por robo, prostitución, tráfico de drogas, o muertos en algún enfrentamiento. Un lugar dónde los guardapolvos de los chicos han dejado de ser blancos, les faltan botones, están sin planchar, sucios. Se ha perdido el orgullo de vestir el guardapolvo blanco, emblema de la igualdad de todos los estudiantes y muchos maestros, sin los conocimientos necesarios, deben contener a sus alumnos desbordados por las situaciones que deben sobrellevar.

¿Qué pasó con esa escuela pública que nos constituyó como sociedad, nos integró y dio identidad? Hoy los maestros tienen miedo de ser acusados por los padres de autoritarios, discriminadores… El maestro perdió su autoridad. No sólo entró en crisis la concepción pedagógica de la escuela, sino también la arquitectura cultural que le daba sentido y valores. Ese modelo educativo hacía un culto la asimetría y las jerarquías. Los maestros estaban sobre alumnos y padres, los directores de los maestros y luego los supervisores. Cada uno tenía derechos y obligaciones bien definidas, con jerarquías que no se discutían, no estaban en crisis como hoy.

En el infame adoctrinamiento que hizo el peronismo, el kirchnerismo y el sindicalismo, durante décadas en mucha gente, desde adultos hasta niños de jardín de infantes, los más perjudicados en cuanto a la biografía de Sarmiento fueron los adolescentes y los jóvenes, que fueron sumergidos en una atroz confusión. Hoy navegan en los mares de la ignorancia de los conocimientos históricos, repitiendo como loros lo que los que los adoctrinaron les enseñaron. Así, nos encontramos con graves calumnias y mucho odio hacia su persona expresadas en distintos medios. Es admirable, la liviandad y la ligereza con la que esa gente se refiere a Sarmiento, a punto tal de no incluir o cantar el himno, que celebra su vida de lucha y trabajo para iluminar la razón y educar a la niñez argentina.

Para hablar del Maestro, es necesario, por lo menos, haber leído los dos libros de su autoría más fáciles de conseguir: “Facundo” y “Recuerdos de provincia”. En ellos se puede advertir la intencionalidad que tuvo el hombre para con nuestra Patria y nuestro pueblo, en su tiempo y para la posteridad. A todos los jóvenes, especialmente a los estudiantes, es importante que lo relean para tener una mayor sensatez en los juicios que emiten acerca suyo. Y para que dejen de ser considerados ganado por los bandidos que los confunden y los empecinan en el fanatismo por sus falsos ídolos.

A los jóvenes y adolescentes que no saben nada de su vida, es necesario recordarles algo respecto a Sarmiento. Fueron palabras suyas: “Juzgarme sin oírme, no es propio de hombres cultos”.

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