En un largo y penoso proceso el país perdió la confianza. Prácticamente, en todo y en todos. No sólo en sus dirigentes y en sus instituciones. Ha extraviado su confianza en el país. Los argentinos descreen del porvenir de la Argentina. Nada más gravoso y agobiante. Embarga nuestras perspectivas hasta lo sombrío.
Empecemos por la amenaza autoritaria que el régimen actual expresa confesamente. Tan manifiesta es que en su comunicación no usan subterfugios. Por caso, “no nos va a temblar la mano para prohibir las exportaciones de carne si bajan los precios internos”
¿Prohibir? ¿En qué queda el artículo 14 de la Constitución y el derecho de comerciar? ¿Reglamentar incluye prohibir un derecho constitucional? El régimen no vacila. La Constitución es apenas una valla a sortear. Habituados a ‘colarse en la fila’ – “no es delito”,
presidente dixit -, ¿qué obstáculo podría significar la letra de la Constitución? Para el régimen, las de la Constitución son palabras muertas o a lo sumo moribundas. Se sabe, la mentira es letal para la confianza. Pues el régimen miente todos los días. Consciente o inconscientemente, pero miente. La superlativa probanza lo dio el INDEC falso de 2007 a 2015 ¿Quiérese mayor demasía?
Las promesas de campaña se insertan entre la extensa lista de asuntos que nutren la desconfianza. Esto viene de lejos. Incluye aquella frase de un presidente electo que confidencialmente le expresó al a la sazón uno de los líderes opositores: “mi programa es el de usted, pero si lo decía no ganaba las elecciones”. No puede sustentarse la credibilidad de una sociedad en la mendacidad sistemática. Por el contrario, el efecto corrosivo del engaño es devastador. La tierra arrasada es más fértil que la mentira exorbitada.
En 2013 el entonces ministro de Economía – hoy gobernador bonaerense – fue a negociar con el llamado “Club de París” una deuda que al partir de Buenos Aires era de us$5.500 millones y al regresar – con el acuerdo bajo el brazo – devino en más de us$9.000 millones, pagaderos en cuatro cuotas. En estos días, el actual ministro estuvo en París…negociando con el Club homónimo.
Es de nunca acabar, pero también es un formidable ejemplo de que enajenamos la confianza afuera. El desprestigio argentino en el mundo angustia. Sin confianza vernácula – ni siquiera en el futuro – ni foránea, ¿qué podemos hacer?
Nuestro país posee una sola fórmula para emerger de esta decadencia moral y material. En el primer aspecto, volver a creer. El punto de partida es la autenticidad de sus dirigentes. Que nos transmitan desde el desayuno confiabilidad, que se conduzcan con valores. Que respeten, nos respeten, se auto respeten. Que sepan la inmensidad de lo que significan responsabilidad, compromiso, solidaridad, servicio al interés general.
Que sepan que honradez se escribe con hache y que es exigible para ejercer cargos públicos. Que el vocablo verdad sea de una sustantividad pétrea y que nadie se atreva a relativizarla. Que ninguno nunca más haga filosofía barata y bastarda sobre que “nada es verdad ni mentira”. Hay verdad y hay mentira. Aquella es crecientemente hundida en el relativismo moral y ésta es ascendentemente encumbrada hasta naturalizarla. Esta ecuación debe revertirse de cuajo.
En el plano material, no habrá munificencia – ‘Ifes’, ‘Auh’, ‘aportes diversos’, ‘bonos’ – que nos pueda sacar del empobrecimiento general. Precisamente, por ese camino nos dirigimos a la pobreza para todos. El excluyente derrotero es la inversión privada de riesgo, obviamente que no se materializa con un mercado cautivo o asegurado. Esa es la prebendaria, la de los ‘amigos’ del poder. De lo que se trata es de estimular a los emprendedores antes de que se vayan a Australia o Nueva Zelanda.
Es insoslayable para incrementar la tasa de inversión – generadora de trabajo - que vuelva la confianza en instituciones, dirigentes, en el país. ¿Volverá? No es el caso de que se fue sin que la echen y por ende
volverá sin que la llamen. A la confianza la echamos y malamente. La destratamos, la infamamos, la ignoramos, la menoscabamos. La desvalorizamos hasta el desprecio.
Por tanto, para que vuelva deberemos hacer mucho mérito. ¡Sí, mérito! El mismo que el régimen execra. Primer problema para que el mérito retorne a su legítimo trono: demoler los sofismas que el relato construyó acerca de él. El ejemplo en las cumbres es una de las claves para el regreso de la confianza. Traigo conceptos memorables de Ortega y Gasset sobre la ejemplaridad. El mal que nos aqueja caló hondo y por ello no es esperable que sólo lo superemos desde el llano.
Se requiere un movimiento simultáneo desde arriba y desde abajo. En la explanada de la ciudadanía ya se va perfilando una dinámica hacia la recuperación de la confianza. Comienza tibiamente en ganar fe en su propia fortaleza. En los planos superiores, también se dibujan actitudes de algunos mentores que pareciera que seriamente se comprometen con los valores.
Por ahora, esa confianza perdida alimenta la incertidumbre sobre el futuro. No sabemos si podrá volver. Pero sí estamos en claro que la necesitamos porque es vital para la salud social integral del país argentino.
*Diputado nacional (UNIR, Juntos por el Cambio).
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