“No puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes comenzar donde estás y cambiar el final”. C. S. Lewis
Por Ernesto Martinchuk
Ella está ahí. Sentada y observando todo… Su rojiza cabellera le sombrea su semblante, caprichosamente surcado por enérgicas arrugas que algunas intervenciones no han podido hacer desaparecer. Hay en la indiferencia de su mirada una serena tristeza, una calma aparente, desconsoladora, algo así como la imaginaria mansedumbre de un apóstol…
Ella, por momentos, tiene la boca entreabierta y a ratos mueve silenciosamente sus curtidos labios, para intercambiar alguna directiva o para entonar, junto a sus adoradores, conocidas consignas de mediados del siglo pasado, como si musitase una plegaria… Pero en la exagerada dilatación de su nariz, imprimen a esa faz robusta, el sello de la fatiga que le hacen destacar una mueca de tedio, una especie de rictus desdeñoso. En sus facciones, a pesar del abundante maquillaje, se nota el sello de los años, de la fatiga…
A Ella, le cuelgan los férreos brazos, disimulados por la vestimenta y, bien abiertas, también le cuelgan, como ave de rapiña, sus manos, sus expresivas manos, en algunos momentos, y como para marcar una diferencia, y distraer la mirada, se mueven junto a delicado abanico. Encorvada ya la espalda, arqueados los hombros, echados levemente hacia adelante, la perpendicular de su cuerpo sobre la línea del nivel del suelo otorga a su figura el simbólico recuerdo de un viviente ángulo agudo.
Más que por su fortaleza física, esa mujer impresiona por su pose. Impávida, para Ella las cosas y las personas que transitan a su alrededor, fueron, son y serán cosas sin importancia, sólo un elemento más en la creación del decorado de su puesta en escena para cada momento…
¿Qué piensa? ¿Tiene alguna duda? ¿Una preocupación, quizá?... Su mirada fija, indiferente, se ha posado ahora sobre un papelito que juega con el viento, mientras los presentes creen que esa mirada va dirigida a cada uno de ellos. Qué bien trasluce en su actitud el esfuerzo realizado, de quienes desde su interpretación artística y comunicacional han difundido y defendido la visión política de “la jefa”, sin el más mínimo cuestionamiento.
Y su boca… sus labios de gimiente mueca que lo dice todo sin haber dicho nada. Tal vez no dude ni se encuentre preocupada. Es posible que, en este caso, su reflexión no sea tan profunda. Pero en Ella, -para quienes la idolatran- todo irradia grandeza; majestuosidad… un momento de gloria, de éctasis... desde el menú elegido hasta las bebidas. Ella tiene todo programado y todo juega en su puesta en escena, donde todo le resulta intrascendente… Gente, luces, cánticos, participa, aunque, en su interior, no le llaman la atención. Es parte del rito para mantener a sus seguidores.
Ella, sin embargo, aunque distante, en su misma indiferencia predomina una virilidad de conceptos. Una fortaleza sobre la cual descansa la salud total de su pétreo organismo, donde se nota la despreocupación perniciosa de su espíritu y su moral, que no han comprimido sus facultades, es más, en algún momento las exacerba. Conoce al dolor, pero no por eso es un esclavo de sus males. Para Ella, las cosas y personas que transitan -en este u otro escenario- son motivos sin importancia, aunque muestre lo contrario.
Todo en Ella es indiferencia… La pandemia, la muerte, el dolor, la salud, el hambre, la inseguridad, el narcotráfico, las jubilaciones de privilegio, la educación, el desastre económico, el futuro de los niños y los jóvenes…
Algo curioso, -a la inversa de lo que sucede en Perú, Bolivia, Paraguay o Senegal- en la Argentina, los pobres no se van del país, porque existe una gran maquinaria para mantenerlos y cada vez son más los parientes y amigos que vienen de otros países, porque, de una u otra forma, logran obtener uno o varios planes sin trabajar, o hacerlo también en negro como complemento. El Estado los asiste gratis con educación, salud, pensiones, subsidios y todos sus reclamos son mantenidos -durante años- por políticos y gerentes de la pobreza, que además de hacer “diferencia” por su gestión… los tienen cautivos -cuando la situación lo amerite- para las manifestaciones, eventuales saqueos y las elecciones.
Pero volvamos a lo nuestro, en Ella, todo es serenidad mientras no toquen sus intereses. Ella, la misma que involucró a sus hijos en todo tipo de delitos y preparó a su primogénito -con poco estudio y menos mundo recorrido- para ser el heredero de su imperio, logrado a través de la estafa a su “querido pueblo”, se ha definido como una “buena madre”. Ella es un boceto que asombra, pintura inesperada de una casta política. Ella es una peregrina en el asfalto, donde parece enmudecer el fragor ciudadano derrotado por un nuevo oscurecer del día. Como dijo Giuseppe Tomasi di Lampedusa: “Su vanidad es más grande que su miseria”.
La gloriosa armonía del ruido se diluye en el avance nocturnal. Sus seguidores gritan su nombre. Ella está ahí… como un extraño viajero en una pausa ocasional. Ella es la silueta de un artístico motivo para ser captado por las cámaras de fotos y videos. El motivo adecuado para un lienzo augusto… Sombras y luces la dividen en dos partes creando en ella un efecto admirable: Tiene esculpido medio cuerpo; la otra mitad se diluye en las tinieblas, toda bruma… Por momentos, aparece cortada verticalmente por un sombreado ideal.
Se ha movido. Ha caminado unos pasos y ha vuelto a detenerse… Arenga a sus seguidores ¿En qué piensa? Permanece allí, creciente en luminosidad; radiante sobre la oscuridad de un segundo plano…
Todos ven su frente altiva, su mirada desafiante y profunda, como los rayos de su pensamiento que ha abarcado la admirable armonía del universo, fuerza sublime que en los momentos de cansancio crean los dioses y en los momentos de valor los pisotea y aniquila.
Todos los presentes, como un enjambre de moscas, daban vueltas a su alrededor poseídos de dolorosa excitación, aumentándose mutuamente el dolor y las heridas con la amarga pena que expresaban sus lamentos y sus glorias. Y en medio de aquel concierto macabro, de aquellos rugidos de desesperación, de sordideces morbosas, sonaban las voces despreocupadas como el rumor de un lejano manantial que ofreciera en holocausto a la vida la grata risa que produce la embriaguez de las fuerzas por ellos creadas…
Aliada a la mentira, Ella les canta las alegrías que desean escuchar, la dulce felicidad del acomodamiento, ilusionando con dulces y engañosas palabras el espíritu soñoliento, empujándolos al vacío de continuar con sólo su relato… Y bajo la sugestión de sentimientos limitados, sacia prematuramente el cerebro y el corazón con el agradable veneno de la Mentira cínica, que muestra como único camino que conduce a la ruina moral, y es la tranquila satisfacción de su egoísmo. El poder es vergonzoso, la riqueza, penosa y estúpida…
Así como los planetas rodean al sol, Ella se encuentra estrechamente acometida por las obras de su fantaseador espíritu; su Amor nunca satisfecho, con la Esperanza cansada; he ahí el Odio que, encolerizado, da en sus brazos, con las cadenas de la resignación, y la Fe, de mirada taciturna, continúa contemplando su actitud…
El pensamiento advierte en el corazón marchito su maquiavélica prudencia. El pensamiento ve la fuerza del odio y sabe que si se le quitaran las cadenas todo lo destruiría en el desbordamiento, sin reparar siquiera los brotes de justicia.
Únicamente el Pensamiento es el amigo del ser humano, su compañero inseparable; sólo la llama del Pensamiento ilumina los obstáculos de su camino, los enigmas de la vida, el crepúsculo de los misterios de la Naturaleza y el caos horrible de tinieblas en el corazón.
Ella es monótona… es mezquina… Ha visto las ruinas del pasado y desconoce las angustias y las esperanzas del presente. ¿Le importa el porvenir? Creyó que sus dones eran infinitos y que era inagotable la generosidad del Estado. Ya no hay en todo el mundo nada que aspire a poseer. Lo tiene todo, menos lo que no se puede comprar, el tiempo… pero ya es tarde, está exhausta, agotada, tan mísera y tan limitada como una mendiga…
Ella sacó de la vida todo lo que pudo y se aprovechó de su generosidad y aunque se encamine hacia el poniente de su existencia, marchará hacia las tinieblas del olvido, hacia el abismo del eterno silencio, donde sólo se recordará el mal que le hizo a la Nación y a las generaciones venideras.
Ella es sólo un cuerpo biológico, aquellos cuerpos de los cuales se apropian las dictaduras, pues no tiene espíritu, no tiene nada. Ella nunca será una Estadista… Ella es, no sólo aquello que se luce para ocultar, sino también para revelar, el cuerpo de una idealización…
Si el ser humano no reconoce y considera la mentira como una verdad, entonces nunca sabrá lo que necesita hacer. Los privilegiados por este sistema, -todos partícipes necesarios- han llevado tan adelante la falsa vía, que los instruidos necesitaran ahora una gran audacia y el pueblo mucho sufrimiento para volver atrás y reconocer esa mentira de la cual vivimos muchas, tal vez, demasiadas décadas.
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