Los eventos climáticos extremos se volvieron parte de nuestra nueva realidad. Este año, el mundo registró varios récords, siendo el calor el extremo el más destacado y el que peores consecuencias trajo aparejadas. Lejos de cesar, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advirtió que es muy probable que esto continúe con el pasar del tiempo.
“Esta es la nueva normalidad y no es una sorpresa”, dijo Álvaro Silva, experto en clima de la OMM en una conferencia de prensa la semana pasada. Esta afirmación deja en evidencia la imposibilidad de revertir estos fenómenos y la necesidad urgente de buscar alternativas para hacer frente a estos escenarios cada vez más habituales, como es el caso de la vida subterránea.
En Coober Pedy, una ciudad minera en el sur de Australia, cerca del 60% de la población se refugia de las altas temperaturas en construcciones subterráneas rodeados de masas de roca y tierra que absorben y retienen el calor. En esta localidad se encuentran las minas de ópalos más grandes del mundo y casi dos tercios de sus 3.000 habitantes viven de actividades vinculadas a la actividad minera.
Los veranos llegan a picos de 50°C, mientras que los inviernos traen consigo temperaturas de aproximadamente 2°C. Sin embargo, la temperatura para ellos no es un problema, ya que las excavaciones la mantienen entre 19°C y 24°C, por lo que el aire acondicionado se vuelve un equipo totalmente innecesario.
Sobre la superficie, las altas temperaturas del verano pueden hacer que los pájaros caigan del cielo y que los dispositivos electrónicos se sobrecalienten. Pero bajo tierra el panorama es diferente, e incluso, muchos residentes edificaron ambientes lujosos, con salas amplias y hasta piscinas.
Las casas deben estar, al menos, a 2,5 metros por debajo de la superficie para evitar que el techo se derrumbe. Pese a esta regulación, los derrumbes ocurren con bastante frecuencia.
Una vida bajo tierra
La ciudad de Coober Pedy se fundó a principios del siglo pasado, aunque los aborígenes habitaron sus tierras durante miles de años. Su nombre, en lengua aborigen, significa “agujero del hombre blanco”.
Se estima que entre el 60 y 70% de ellos vive en construcciones subterráneas, algunos por cortos periodos y otros pocos de manera permanente. “No pertenecemos allí, ni biológicamente ni fisiológicamente. Nuestros cuerpos simplemente no están diseñados para la vida subterránea”, dijo el investigador Will Hunt, autor del libro Underground.
Las personas a lo largo de la historia vivieron temporalmente debajo de la superficie por varias razones:
- Si no había materiales para construir casas, cavaban casas subterráneas.
- En lugares con climas extremos, la gente iba bajo tierra en verano para mantenerse fresca y en invierno para calentarse.
- El subsuelo también era un lugar seguro para esconderse de los enemigos.
- Pese a los beneficios de este modo de vida, la vida bajo tierra presenta desafíos. Las construcciones subterráneas requieren materiales más pesados y costosos que puedan resistir las presiones del subsuelo. Además, las temperaturas subterráneas también están afectadas por lo que sucede en la superficie, por ende, se puede decir que no es una alternativa perdurable en el tiempo.
El antecedente de la antigüedad
Por otra parte, la ciudad subterránea de Derinkuyu en Turquía es otro ejemplo de cómo las civilizaciones pasadas se adaptaron a las condiciones extremas. Construida alrededor del 2000 a.C., la metrópoli tenía una red de túneles que se extendía por 76 metros bajo tierra y podría albergar hasta 20.000 personas.
Se cree que la región se utilizó durante miles de años como refugio en tiempos de guerra. A pesar de las temperaturas extremas en la superficie, la ciudad subterránea mantiene una temperatura fresca y constante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario