El fastidio se notó en su tono de voz rápidamente. Sus íntimos, con los que trabaja en el municipio todos los días, tienen registrado otras formas de expresión. Por eso se dieron cuenta al instante del enojo que tenía. Estaba molesto. Indignado.
Fernando Gray, que gobierna el municipio de Esteban Echeverría desde el 2007 y es el actual vicepresidente del PJ Bonaerense (el año anterior fue presidente), aún no digirió el arribo de Máximo Kirchner a la presidencia del partido. A la fórmula que conforma con Gustavo “Tano” Menéndez le queda un año más de mandato. Vence en diciembre de este año y quiere cumplir con los tiempos electorales. Está dispuesto a resistir la llegada del hijo de Cristina Kirchner hasta que pueda. Incluso, si es necesario, en soledad.
Gray no acepta que lo quieran correr. Siente que La Cámpora se lo quiso llevar puesto a él y a un puñado de intendentes que está cerca pero que no asoman la cabeza para darle volumen a la resistencia. A la mayoría de los intendentes del conurbano no les gustaron las formas con las que el kirchnerismo impulsó a Máximo para llegar a la cúpula del partido, pero bajaron las armas cuando escucharon a Alberto Fernández decir que el hijo de su compañera de fórmula era la mejor opción para la presidencia.
Los intendentes son pragmáticos y conocen los límites dentro del micromundo de la política. Y, sobre todo, los que existen en territorio bonaerense, donde se mueven con la sutiliza de los peces en el agua. Por eso nadie dudó que el domingo pasado, cuando el Presidente dijo que Máximo tenía “todas las virtudes” para ocupar el cargo, la discusión se había terminado.
“Si estás en contra de Alberto, Cristina y Máximo, mucho lugar no te queda en el peronismo”, sentenció un jefe comunal con experiencia y llegada a la Casa Rosada. Otro, con recorrido dentro del partido, advirtió: “Te puede gustar o no, pero nuestro partido es verticalista y si el Presidente dio su opinión, ya no hay nada que discutir”. La mayoría entendió que la palabra del Presidente es indiscutible. Punto final.
Los jefes comunales, junto a los gobernadores, no solo obedecen el mandato de Fernández, sino que buscan construir sobre su figura la autoridad que Cristina Kirchner destruye en cada una de sus críticas a la gestión. En definitiva, fueron esos dirigentes los que, desde la política, forzaron la llegada de un candidato con perfil dialoguista a la primera línea del peronismo. Luego, la jugada electoral de la ex presidenta, los encolumnó a todos.
Gray trata de mantener alineado a un grupo minoritario que integran intendentes, legisladores y consejeros. Asume que le costará resistir la embestida que implica la proclamación de Máximo como nuevo presidente del PJ Bonaerense y espera que un instrumento para poder hacerlo sea el mecanismo de elección del partido. Formalidades que, para los impulsores de Kirchner, no son un problema a tener en cuenta.
Para que el líder de La Cámpora asuma tiene que renunciar la mitad más uno del Consejo del PJ de la provincia. Son 48 miembros y 24 suplentes. Si renuncia un titular debe ingresar un suplente. Luego, el Congreso debe declarar acéfalo el partido y, una vez pasados 60 días, convocar a elecciones. En esos comicios se presentarían las listas que pretendan competir o una lista única de unidad, como suele suceder en el peronismo. Gray confía en que ese proceso no se pueda llevar adelante con absoluta normalidad.
En un video de fin de año, que hizo circular en las redes sociales el 31 de diciembre, envío un mensaje entre líneas dirigido a Máximo Kirchner y el amplio sector del peronismo que respalda su arribo al PJ. “Vienen tiempos distintos, vienen tiempos de diálogo, de apertura y de consensos. No de imposiciones. Vienen tiempos de respeto a las instituciones democráticas en la pluralidad y la diversidad”, sostuvo. Más que una crítica encubierta, fue una declaración de guerra sin nombre y apellido.
En el 2017 los intendentes de la primera y la tercera sección electoral de la provincia, donde están los distritos más poblados de Buenos Aires, acordaron que haya una alternancia en la presidencia del PJ. El “Tano” Menéndez, jefe comunal de Merlo, ingresó a la fórmula como representante de la primera y Gray lo hizo por la tercera. Con ese consenso mantuvieron la unidad y dieron una señal más en el largo camino de gestos que el peronismo recorrió en los últimos dos años antes de aglutinarse en el Frente de Todos.
En diciembre de 2018, con una fuerte impronta kirchnerista y respaldo sindical, el intendente que resiste la llegada de Máximo asumió la conducción del partido. En ese entonces la ex presidenta Cristina Kirchner le envió una carta de apoyo y Máximo lo recibió en el Instituto Patria. Entre los jefes comunales dicen que Gray es uno de los más vinculados al kirchnerismo y que les extraña su oposición tan dura en la nueva interna. “Lo van a terminar dejando afuera de todo en los próximos años”, le confesó a Infobae un intendente que lo estima y que se caracteriza por hacer equilibrio en la rosca peronista.
En primera instancia la resistencia a la llegada de Máximo Kirchner había sido compartida con Menéndez y “Juanchi” Zabaleta, el intendente de Hurlingham. A ninguno les había gustado la imposición del candidato, un movimiento que desmienten en el kirchnerismo, donde aseguran que fueron los intendentes los que le pidieron a Máximo que sea el presidente del PJ y que él solo pidió consenso total para ocupar el lugar.
Sin embargo, tanto Menéndez como Zabaleta se corrieron del conflicto con rapidez. Ya habían aflojado su postura la semana pasada luego de reuniones y llamados encabezados por Eduardo “Wado” De Pedro y Gabriel Katopodis para distender la discusión y buscar un acuerdo, y terminaron de aceptar el arribo de Máximo cuando Alberto Fernández habló el último domingo. Si lo dijo el Presidente, se terminó la discusión. Ambos aceptaron que no tenía sentido resquebrajar la unidad de la coalición por un debate de poder.
El último gesto que realizaron para dejar en claro esa posición fue su presencia en un asado que se realizó el miércoles en José C. Paz, donde gobierna el histórico Mario Ishii, y en el que estuvieron el Presidente, Máximo Kirchner, “Wado” De Pedro, Santiago Cafiero, funcionarios de la provincia de Buenos Aires y un grupo de intendentes del conurbano. Esa imagen intentó ser un gesto de respaldo al presidente del bloque de diputados del Frente de Todos, pero faltaron más jefes comunales para que tenga realmente volumen.
La llegada de Máximo Kirchner a la presidencia del PJ Bonaerense sería en marzo, en el mismo momento que Fernández asuma la presidencia del partido a nivel nacional. El jefe de Estado quiere fortalecer la unidad peronista y revalorizar la identidad del partido. La presidencia de Fernández y Kirchner es un gesto de equilibrio de poder en la coalición. Por eso también el Jefe de Estado aceptó la candidatura del líder camporista. El contrapeso interno es sinónimo de gobernabilidad.
Gray resistirá hasta donde pueda. El arribo de Kirchner al partido parece ser un hecho. Hay un consenso mayoritario para que suceda. Y, sobre todo, su arribo al PJ Bonaerense tiene el respaldo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. No hay poder territorial que pueda frenar esa decisión. La mayoría de los intendentes hicieron uso de su cintura política particular y aceptaron en silencio. Un peso pesado del conurbano lo describió en un lenguaje coloquial: “A los muchachos no les gustaron las formas de la llegada de Máximo. Les hizo ruido la imposición. Pero todo se va a encaminar porque lo pidió el Presi”.
Por Joaquín Mugica Díaz para Infobae
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