Mientras Mitre hacia la comedia de “la neutralidad”, el 16 de octubre de 1864 el imperio invade el territorio Oriental con doce mil hombres al mando del general Mena Barreto, ocupando Cerro largo. El 28 de noviembre fue tomada la ciudad de Salto, siendo enseguida sitiada la ciudad de Paysandú, que resiste tenazmente la agresión.
Ante la primera acción de guerra de la Triple Alianza, el ataque a Paysandú, Urquiza permanece impasible en Entre Ríos, ante el clamor de los federales entrerrianos que se salían de la vaina por acudir en ayuda de sus “hermanos orientales”. Muchos ya no confiaban de don Justo, y algunos cruzan el Uruguay, entre ellos Rafael Hernández, hermano del autor del Martín Fierro, quien salva milagrosamente su vida luego de la caída de Paysandú. “La heroica Paysandú” resiste por varios días el ataque de tropas muy superiores, incluido el bombardeo de la escuadra brasilera abastecida en pleno día en la rada de Buenos Aires por el gobierno de Mitre, quien se decía “neutral”.
Pese a las declaraciones de “neutral” de Mitre, el Vizconde de Río Branco refiere lo siguiente:
¡Singular manera de Mitre de interpretar la palabra “neutral” !
El padre Ereño le reclama a Urquiza: “Estoy llorando, Sor. Gral. de rabia y de desesperación a presencia del crímenes tan atroces que se perpetran bajo capa de libertad y civilización en el año 64” (Fermín Chávez. José Hernández, pluma y espada de la Confederación Argentina.)
El jefe colorado le pide a Urquiza que le venda unos “caballos marca flor” que necesita, y don Justo le contesta el 16 de diciembre por intermedio de Melitón Lescano: “Nuestro amigo Enrique Castro me escribe pidiéndome unos caballos de mi marca y le contesto que yo no mando caballos marca flor a los aliados de los macacos”. Sin embargo el estanciero de San José no perdería la venta y en la carta a Lescano lo ordena que buscase diez o doce caballos “por ahí” y se los enviara al jefe colorado. Tampoco perdería el negocio de caballos con “los macacos” a quienes más tarde le vende prácticamente toda la caballada entrerriana.
El 1° de enero de 1865 comienza la matanza, y el “Diario del sitio y defensa” da el siguiente detalle:
“A la una de la tarde es muerto de un balazo de fusil el coronel Tristán Azambuya. Así, sin disminuir pelea, viene la noche. La mitad de la guarnición ha quedado fuera de combate, y por falta de gente no es posible enterrar nuestros muertos queridos. ¡Duerman en paz al pie de los débiles y arruinados muros que con tanta valentía defendieron! ¿Cuántos seguirán mañana? ¡Pero morir por la patria es gloria! Somos dignos de Artigas y de los Treinta y Tres. Nuestra sangre no ha degenerado”. (Julio César Vignale. Consecuencias de Caseros. 1946)
Entre Ríos entera se desespera por la agresión a Paysandú ante la pasividad del señor de San José, y un testigo urquicista, Julio Victorica, ante los estragos de los cañones brasileños, comenta: “La contemplación paciente de semejante cuadro era insoportable. Entre Ríos ardía indignado ante el sacrificio de un pueblo hermano, consumado por nación extraña. El general Urquiza no sabía ya cómo contener a los que no esperaban sino una señal para ir en auxilio de tanto infortunio” (Julio Victorica. Reminiscencias históricas, en Revista de Derecho, Historia y Letras, tomo VI. Buenos ires, 1900) Urquiza permanecía imperturbable.
Asesinato de Leandro Gómez - El "infame espectáculo"
El poeta Guido y Spano califica los sucesos como “infame espectáculo”. Paysandú resiste heróicamente durante varios días hasta quedar prácticamente derrumbada totalmente por el bombardeo de la escuadra brasileña y los incendios y saqueos unitarios. Defendida hasta las últimas consecuencias y hasta el completo agotamiento de hombres, armas y municiones, finalmente Leandro Gómez se rinde, y comienza la matanza de la Paysandú rendida.
Leandro Gómez se rinde con un puñado de hombres ante el Jefe de la tercera brigada de Río Grande, quien le indica que será conducido ante le barón de Tamandaré. Un testigo presencial describe los hechos:
“El jefe brasileño dobla una calle y se encuentra con un oficial de Flores, el comandante Francisco Belén, acompañado de treinta hombres; éste se dirige al jefe brasileño e invocando el nombre del general Flores, le exige la entrega del general Gómez; éste se resiste, el otro insiste. El jefe brasileño le dice que el Barón es garantía de la capitulación, y por último le pide orden por escrito de Flores.
En ese interín llegó Goyo Suárez y a nombre del general Flores pide nuevamente la entrega del general Gómez y sus compañeros; el jefe brasileño los entrega.
"Comandante Belén, recíbase Ud. de esos hombres – dice Goyo Suárez – Echan a andar y llegan a un portón de fierro. Belén da la vos de “Aquí nomás”. Por la parte de adentro de eso portón se ejecuta el terrible suplicio de la víctima ilustre...Lo estropean, lo desnudan y lo cosen a puñaladas. Uno de los Mujica (Eleuterio) le descarna la pera, estando aún vivo el general. Los compañeros siguen la misma suerte: reciben la muerte a puñaladas y balazos” (Julio César Vignale. Consecuencias de Caseros. 1946)
De esta forma actuaba “la civilización”, y el diario la “La Nación” del 3 de enero de 1865 leemos: “La gran cuestión para nosotros no es saber si Leandro Gómez le tiene miedo a las balas. Es saber lo que mejor conviene a la libertad y a la civilización en el Río de La Plata. Quiroga, el Chacho, López Quebracho, el fraile Aldao, eran hombres muy valientes ¿Qué ha dado a su valor a la civilización de los pueblos argentinos?”
Al menos le reconocía la “valentía” de aquellos hombres. Por otra parte me pregunto que ha dado a los pueblos argentinos la “cobardía” de Mitre, que presenciando la batalla de Caseros escondido en un monte cercano, al ser preguntado por parte del general César Díaz las razones de su actitud, Mitre le confiesa: “Estoy economizando sangre”.
“Vive en Entre Ríos un anciano coronel Espíndola, a quien en otro tiempo le oí decir que en Caseros encontró al comandante Mitre, con su batería, detrás de un monte y que habiéndole preguntado por lo que allí hacia, Mitre le contestó: Estoy economizando sangre” (Alfredo F. de Urquiza. “Campañas de Urquiza. Rectificaciones y ratificaciones históricas. Buenos Aires. 1924) (AGM.PLA.p.301)
Nunca, general...
Mi querido general:
Acabamos de saber con profundo sentimiento la toma de Paysandú y la muerte de sus principales jefes. Los atentados y crímenes que cada día cometen los infames brasileños, nos llenan de coraje y solo ansiamos el momento de vengar la sangre de los mártires de Paysandú.
Los amigos creemos y esperamos que V.E. no podrá mirar con calma las bárbaros crímenes de los brasileros”
Pero Urquiza se mantiene imperturbable y ya no se borraría de los oídos federales que observaban y escuchaban impotentes desde la otra orilla, el tronar de los cañones de Paysandú. Mitre le miente a Urquiza diciendo que no quiere la guerra, y le miente a la Nación Argentina ocultando una declaración de guerra que ya tenía en mano, para poder actuar como “país agredido”. Este ocultamiento premeditado puede consultarse en las investigaciónes históricas realizadas entre otros por José Maria Rosas y Fermín Chávez.
El desprestigio de Urquiza ante los federales de Entre Ríos ya era grande, y ante la orden a López Jordán de convocar soldados para formar en el ejército para la guerra del Paraguay, los bravos entrerrianos se niegan a marchar hacia el norte, produciéndose rebeliones y dispersiones. Nuevamente don Ricardo López Jordán se lo dirá a Urquiza con todas las letras:
“Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca general, ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos a pelear a porteños y brasileros. Estamos pronto. Esos son nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo entrerriano” (Chávez. Fermín. Vida y muerte de López Jordán.p.133)
Los entrerrianos están dispuestos incorporase para hacer al guerra a “porteños y macacos”, pero se resisten a pelear contra paraguay, y las tropas convocadas por Urquiza, se desbandan en Basualdo y en Toledo.
La comedia continúa
El 2 de enero cae Paysandú a sangre y fuego, y al Imperio solo le faltaba atar en forma pública a sus aliados Mitre y Flores, para asegurar su próximo paso: sojuzgar al Paraguay. Fue encargado de esta misión el Vizconde de Río Branco, que llegó a Buenos Aires el 2 de noviembre de 1864.
Mitre, que seguía con la comedia de la neutralidad, no quiso comprometerse todavía en un pacto de alianza, pero prometió solemnemente que no permitiría al Paraguay el paso de sus ejércitos por territorio argentino, en caso de que lo solicitase para operar contra Brasil. Esta promesa tenía el valor de un pacto; la experta diplomacia brasileña sabía que el Paraguay tendría que solicitar ese permiso y forzar el paso si se le negaba, en cuyo caso la alianza era fatal. Mitre negará luego el permiso de paso, y luego demoraría en dar a conocer la declaración de guerra recibida del Paraguay, para considerarse “agredido” por Paraguay, tal como lo demuestra el historiador José Maria Rosa a través de los documentos analizados.
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