martes, 1 de febrero de 2022

Los peronistas abandonaron a los niños

Existen dos maneras de ser engañados. Una es creer lo que no es verdad, la otra negarse a aceptar lo que sí es verdad”.  Soren Kierkegaard

Por Ernesto Martinchuk

 

Todo movimiento que tienda a la justicia social, toda empresa generosa de elevación humana, debe procurar, como una de las etapas fundamentales de su obra, acudir en ayuda del niño. Si se legisla o realiza a fin de establecer mejores condiciones de vida por los hombres del presente, ¿cómo no hacerlo, de modo especial, para los que mañana serán hombres?

 

Lo que se hace por la infancia no influye únicamente en los días de cada niñez: incide en la existencia, toda, de quien en la primera edad recibe los beneficios y, por extensión, afianza los mejores valores de la sociedad. Sólo de niños sanos de cuerpo y de espíritu pueden surgir los adultos cuya integración humana alcanza a servir de prototipo, porque si bien es cierto que la infancia desamparada, la que no cuenta con vivienda higiénica, alimentación adecuada y educación, en la tranquilidad de un ambiente en que se forman tantas facetas del carácter, brinda a la colectividad, hombres que son ejemplo de su propio esfuerzo. Su triunfo individual representa la seguridad que todo orden basado en la justicia social debe procurar para la propia seguridad de su victoria, rezan los postulados del justicialismo.

 

Desnutrido, mal abrigado, carente del cuidado y la ternura de la “madre enferma”, o absorbida por el trabajo agotador, cuando no abandonado por padres sin conciencia de su alta misión, el niño es la primera víctima entre cuantas sufren los rigores de una desviación o una ignominia.

 

Los niños son quienes reclaman, con su sola presencia, los mayores cuidados porque de ellos depende la armoniosa prolongación de todo un pueblo. En todos los tiempos ha podido apreciarse el grado de adelanto de los pueblos, por los elementos que han hecho uso para satisfacer sus necesidades esenciales de la vida doméstica.

 

La realidad es la única verdad

 

La educación argentina de principios del siglo pasado pasó de ser un modelo para Latinoamérica, a la triste realidad que vivimos hoy. La escuela argentina se había formado como un territorio neutral sin discriminación política, racial ni religiosa, pero durante el gobierno peronista no sólo los militantes, sino también los docentes estaban obligados a comentar los actos de gobierno y hacer propaganda favorable al gobierno de Juan Domingo Perón y Eva Duarte de Perón.

 

Desde la llegada de la democracia en 1983, hemos sido mudos testigos de cómo las administraciones peronistas, con sus distintos ismos, y la complicidad de muchos padres, han deteriorado la vida educativa de los niños.

 

Los chicos necesitan guía, reglas, límites claros, atención, afecto y acompañamiento. Hasta la década del 90 los padres cuestionaban a sus hijos por los malos resultados de sus estudios. Después, los padres pasaron a cuestionar a los docentes por el desempeño de sus hijos.  Hoy la figura del abanderado, como modelo a seguir por su esfuerzo y dedicación, ya no es necesario. En síntesis, desde Susana Decibe, Filmus, Sileoni, Nicolás Trotta, y Jaime Perczyk la educación ha ido en franco deterioro, a pesar de que sus estadísticas los muestran con excelentes resultados, siempre nivelaron hacia abajo. ¿No merecerían todos, un Juicio Político por mal desempeño de sus funciones?

 

Las evaluaciones

 

Según los informes realizados, antes de la pandemia ya había deficiencias severas de aprendizajes en la Argentina y más de un millón de alumnos desertaron de las escuelas.

 

Los alumnos de tercer y sexto grado rindieron por debajo del promedio de América Latina y el Caribe en cuatro de las cinco materias evaluadas, lo que refleja la mayor caída registrada en los resultados de aprendizajes. En lengua, el 46% de los chicos rindió en el nivel 1, el más bajo, mientras que en matemática el 49% registró los desempeños más básicos.

 

En una consulta que constaba de 100 preguntas acerca de la Argentina, de su historia, de su economía y, en parte de su geografía, los alumnos de 1° y 5° año debían responder preguntas fundamentales a lo que habría deseado saber un extranjero visitante respecto de los rasgos esenciales de nuestra patria. Los resultados fueron catastróficos, mostraron una ignorancia inexcusable con la poca o ninguna preparación que mostraban esos alumnos en materia de conocimientos básicos de nuestra historia nacional. Ignorantes de todo, tampoco serían capaces de brindarles a un extranjero, con solvencia, léxico y entusiasmo, nuestra verdad histórica como pueblo.

 

Hasta el momento había consenso en que los mayores problemas del sistema educativo radicaban en la escuela secundaria. Las pruebas nacionales respaldaban esa afirmación, con números muy flojos para el último año de la educación obligatoria

 

Según las estadísticas oficiales las mayores incidencias de la pobreza en personas se observaron en las regiones Noreste (NEA), 46%; y Noroeste (NOA), 45%, en las regiones Patagónicas, 35%; y GBA, 40%. La Argentina tiene más de 1100 Institutos de Formación Docente y 65 Universidades que capacitan a los docentes, pero hace más de una década que el 60% de los adolescentes argentinos no entienden lo que leen y más del 70% no es capaz de resolver un ejercicio simple de matemática. Por otra parte, existen niños de 7 y 8 años que no saben leer y escribir.

 

El sistema educativo argentino ha perdido fuerza, capacidad de reacción y energía para volver a construir un modelo de equilibrios. El problema de la educación se juega en cada aula, en cada escuela, con maestros y directores trabajando y autoridades que los apoyan, los asisten, que trabajan sobre los problemas, cuando existen y la escuela lo pide.

 

Estamos frente a un sistema que gasta más, pero que no logra traducir el aumento de recursos en resultados, y además, que sus actores no tienen una idea clara de ¿dónde están y para dónde deben ir?

 

Aprovecho la oportunidad para manifestar mi profundo dolor por el fallecimiento de Gustavo Iaies. Un gran defensor de la educación inclusiva y de calidad. Fue de los primeros especialistas en advertir en medio de las restricciones impuestas por el gobierno nacional por la pandemia de Covid-19 que debían reabrirse las escuelas y que los chicos debían volver a clases. No sólo fue crítico de las políticas educativas que impulsaban los distintos gobiernos, sino también de la responsabilidad que también les tocaba a los gremios y a los educadores.

 

El Titanic se hunde

 

En general el mitómano está sistemáticamente diciendo mentiras, y en determinados casos lindan ya no en la psicología, sino en la psiquiatría para llegar a creer en sus propias mentiras.

 

La clase media “progresista” -aquellos que piensan de izquierda pero viven de derecha- preparó con su voto un viaje que sólo fomenta esclavos comandados por delincuentes que prometían una tierra de riquezas, sólo existente en el relato. La banda sigue tocando en la cubierta del Titanic, mientras el relato ya no tiene su magia, y mientras la dirigencia nunca distinguió que la prioridad era implementar las reformas necesarias para crear trabajo privado, desarrollo, seguridad, educación, estabilidad y progreso en las distintas clases sociales.

 

La educación ayuda a construir la identidad, a motivar el propósito y a potenciar los recursos cognitivos, emocionales y sociales de los chicos, más allá de los contenidos. Es la educación la que genera mejores condiciones de justicia, porque educar evita la necesidad de castigar. Hoy esa falta de educación nos permite ver que los delitos son cometidos por menores cada vez más chicos, muchas veces inducidos por mayores.

 

Por otra parte, el silencio de los centros de estudiantes universitarios es vergonzoso. En otras épocas cualquier cosa era motivo para manifestaciones. Hoy sin clases desde hace dos años, pase sanitario, atraso en la entrega de títulos, permanecen callados, acatando órdenes. Como expresara Jean Paul Sartre: Cada palabra tiene consecuencias, cada silencio también”…

 

El Titanic se hunde, mientras la pobreza y la miseria no presagian un buen final. Cuba, Venezuela y Nicaragua, son el ejemplo de los barcos que naufragaron y se hundieron. Son los testigos -como el reciente relato de la caída del Muro de Berlín- de una historia fatídica que no todos se atreven a contar.

 

Cristina Fernández Vda. de Kirchner tuvo dos presidencias, a la que se le suma la de su marido. Hoy es vice, pero ejerce la presidencia real. Con todo, y la idea de la existencia de una “década ganada” no logró generar empleo privado, ni mejorar la educación. El kirchnerismo atribuyó al "neoliberalismo" las más negras intenciones respecto de la escuela pública, mientras la palabra "inclusión" saturaba todos los discursos, instaló el plan Fines (hoy es Progresar) que resultó una estafa pedagógica, y muchos, en lugar de estudiar, aprendían a ser militantes de la causa.

 

No mejoraron la Educación como tampoco la calidad de vida de los argentinos. En muchas provincias se vive hoy como en la década del 50. Sin agua, sin luz, sin combustible, sin gas, sin vivienda digna, sin seguridad, sin educación, pero con senadores, diputados, intendentes, sindicalistas y militantes millonarios.

 

¿En 30 años de gobierno, cuál es el proyecto de país que generaron los peronistas? Nunca se enfocaron en un proyecto de desarrollo a mediano y largo plazo. Eso sí siempre destruyeron, y degradaron la calidad de vida de los argentinos. A los docentes los convirtieron en trabajadores de la educación. Lo mismo ocurrió con la salud, la justicia y el periodismo.

 

 

Decíamos ayer que, las generaciones pasadas alimentan a las generaciones presentes y nuestras calamidades son la ramificación de las calamidades antiguas, que no pudieron o no quisieron ser detenidas o acabadas en su origen.

 

El poder absoluto, que busca ser un poder para siempre, establece sus propias falsedades y mentiras como verdad, aplicando una gruesa capa de desinformación para borrar o tergiversar  los hechos, escribiendo un nuevo relato con la ambición de que llegará a ser creído como único, como verdadero.

 

Hoy sólo basta recorrer las calles, viajar en un transporte público, o simplemente observar el comportamiento de la gente, para advertir que sus almas se han teñido de la melancolía fatídica de la resignación… Todos somos testigos privilegiados de una tranquila guerra doméstica, donde sabemos que no es la letra, los conceptos o el sentido común, lo que rige en nuestro país, sino los eternos instintos fundamentales de nuestra animalidad, falta de educación y respeto por los demás, lo público y también por nosotros mismos.

 

Este modelo está agotado. Nunca llegará a la tierra prometida. Lo que viene es un futuro negro. El cuerpo desnudo de fantasmas, es sólo un cuerpo biológico, aquellos cuerpos de los cuales se apropian las dictaduras, pues no tiene espíritu, no tiene nada, y cree que puede disponer de la vida y de la muerte. El cuerpo y la máscara del relato están en el escenario de la contemporaneidad.

 

La máscara, es el relato, como figuración del fantasma, arcaica y contemporánea. Se connota con la máscara en el fenómeno de ocultar y revelar; una definición extendida que abarca a todo el cuerpo, en el rostro, el maquillaje, las máscaras sociales, las ideologías y las teorías.

 

Todos los peronistas -y sus distintas versiones en lo político, sindical, económico, social y educativo- son partícipes necesarios de esta triste realidad. El hambre en los niños, con sus consecuencias es cada vez mayor. La máscara, ese relato del oficialismo, no es sólo aquello que se luce para ocultar, sino también para revelar el fracaso de esta gestión. Los que creyeron en el canto de sirena que decidió quemar las naves para seguir manteniendo vivo el relato, chocan con la miseria económica y moral que vivimos día a día.

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