Por Federico González
Una presentación en sociedad
Ayer, en Córdoba, Patricia Bullrich presentó en sociedad a Carlos Melconián, su virtual ministro de economía en caso de ser electa. Acorde con su contenido y con el perfil de sus protagonistas, el acto fue prolijo, sobrio, bien organizado y con una puesta en escena mediterránea.
Carlos Melconián, fiel a su estilo, se mostró firme y seguro. En su discurso abundaron definiciones económicas, políticas, sociales y humanas. Aunque sus palabras tuvieron una alta impronta conceptual, también expresó la pasión que lo animaba. Melconián transmitió esa sensación privilegiada que tienen quienes están exactamente donde quieren estar.
Aunque el economista que acompañará a Patricia Bullrich es un profesional formado y un hombre plantado, en algún intersticio de su decir podía intuirse al joven que alguna habrá soñado con jugar en las ligas mayores. Más simplemente: Melconián irradiaba la felicidad de quien se ha venido preparando para algo desde hace tiempo y que, ahora, puede divisar el ancho horizonte donde los antiguos deseos pueden consumarse en realidades.
El plan de Melconián
Al inicio, el economista lo enunció con énfasis: el objetivo del grupo que lidera fue la elaboración de un programa económico integral a la altura de los desafíos del país. Un programa que implica un cambio de régimen.
Para caracterizar al programa Carlos Melconián se valió de cuatro adjetivos: capitalista, federal, productivo e institucional. Luego, en el orden quinto, agregó el sello distintivo: Se trata de un plan disruptivo, pero realizable dentro del sistema.
Aclaró que, al inicio del proceso gestado por el grupo IERAL (la agrupación que preside en el marco de la Fundación Mediterránea) la meta era elaborar un plan de estabilidad. Pero luego evolucionó hacia algo más ambicioso: un programa capaz de generar un horizonte para el futuro del país. Una auténtica reforma integral con la potencia para salir de la frustración recurrente.
Luego, refirió a la necesidad de encuadrar el programa dentro de una plena institucionalidad. Lo cual implica, además del marco democrático, la transparencia ética y moral de gobernantes y dirigentes.
Volvió a insistir en que no estaba bajo consideración una transformación cualquiera, sino una de índole más profunda y disruptiva que vaya a la raíz del problema. Un cambio en los incentivos que tome el respeto de la propiedad privada como móvil para la Inversión y que apalanque el crecimiento y el empleo.
También refirió a la necesidad de lograr una transformación permanente e irreversible. Un cambio que irradie hacia la sociedad y que ésta la incorpore como propio. Además, enfatizo que, fiel al ideario de la Fundación Mediterránea, el plan no es una entelequia teórica sino un conjunto de directrices para la acción, condición de posibilidad para marcar un horizonte, un camino, una esperanza para el país que podría advenir.
Refirió a la agenda moderna contemplada en el plan, la cual incluye el cambio climático, la economía verde, los temas de género y la inteligencia artificial. Sentenció que desde su espacio se encuentran listos para desembarcar ya, enfatizando la importancia de hacerlo bajo el liderazgo político de Patricia Bullrich.
También se dirigió a la sociedad argentina para decirle que puede estar y quedarse tranquila. Porque (acaso en símil con la sentencia vaticana de “¡Habemus Papam!”) “Hay plan; hay un programa; y este es realista asible, implementable, con sentido común, más práctico que dogmático, capaz de mostrar un horizonte, un futuro, un anticipo de luz al final del túnel, y que conlleva el potencial de sacar a la Argentina de la postración”.
Por si no hubiese quedado claro, volvió a insistir sobre el realismo y la aplicabilidad del plan, descontando, por la negativa —y acaso en alusión directa a los planes de Javier Milei— que acá no se trata de saltar al vacío.
Adicionalmente, Carlos Melconián destacó la importancia de que —al momento de ejecutarse el plan— se lo haga con sensibilidad, transparencia, austeridad y estricto cuidado en el manejo de los fondos públicos.
Complementariamente, destacó la necesidad de arbitrar sobre intereses del sector privado de modo inflexible, toda vez que sea necesario. Enumeró con detalle las áreas y/o aspectos y/o sectores que abarca el plan, tales como la política fiscal y monetaria, la política cambiaria, la deuda pública, las relaciones fiscales con las provincias,
el agro, la energía, el trabajo, el transporte, las políticas sociales, la modernización del Estado, la infraestructura, el comercio exterior, la previsión social y la inserción argentina en el mundo En un singular pasaje, advirtió que “lo único que está prohibido decir es que no sabíamos que íbamos a recibir algo así”.
No obstante, no se privó tampoco de trazar una pintura oscura sobre los males de la actual economía: estancamiento económico, gasto público no financiable, presión impositiva asfixiante, alta Inflación, banco central quebrado, costo del capital inaccesible, desinversión crónica, debilidad exportadora por falta de competitividad, empleo degradado y pobreza arraigada.
En otro pasaje, de alto tono emocional, Melconián volvió a sentenciar que “La gente debe saber que el plan presentado no es el del ajuste, porque el ajuste es lo que ya está ocurriendo. En cambio, prefirió aseverar que (desde su espacio) vienen por la solución y no por el ajuste.
“Venimos a dar tranquilidad, a decir que hay solución, que se logrará entre todos y no por ningún mago o por un pase de magia”. Y, ya casi al cierre, volvió a enfatizar: “Con el apoyo político de Patricia Bullrich, quien nos honró al convocarnos bajo su liderazgo”.
El liderazgo de Patricia Bullrich
Mientras Carlos Melconián disertaba, Patricia Bullrich escuchaba con atención. Asintiendo y aplaudiendo. No hace falta demasiada perspicacia para suponer que, para la candidata de JXC, ese discurso sonaba como música para sus oídos. Luego llegó su turno.
Conforme a su estilo y carácter, Bullrich desarrolló su discurso centrado en la ética del coraje, el orden y los valores. En algunos pasajes hizo referencia a grandes líderes de la historia, como Konrad Adenauer y Winston Churchill destacando su determinación para cambiar el rumbo del mundo en que les tocó actuar. Tal parangón deslizaba sutilmente su dimensión de líder política. Su anhelo secreto, o meditado, de pensarse como potencial estadista.
Su discurso fue solvente. Tanto como el de Melconián. Con la salvedad de que, como corresponde a una aspirante a presidente, los temas fueros más abarcativos. La educación, la seguridad, la institucionalidad, los valores republicanos.
El contenido de ese discurso ameritaría otro trabajo. Pero aquí cabe concluir con algunas consideraciones básicas:
Patricia Bullrich necesitaba relanzar su campaña. Y lo hizo empoderándose. Porque solo los verdaderos líderes son capaces de convocar a los más destacados. De habilitar el mérito. Podría discutirse si Carlos Melconián es o no el economista más preparado para afrontar los males de Argentina. Pero lo que es indudable es que pertenece la categoría de los más idóneos.
Patricia Bullrich no dudó entonces en convocar al mérito. Sin temor a las posibles sombras que pudiera proyectar el saber de otro. Porque los verdaderos líderes se piensan a sí mismos con la suficiente luz como para que nada los opaque.
O porque, como reza una clásica definición del liderazgo “Lo verdadera misión de los auténticos líderes no radica tanto en conseguir más seguidores, como en engendrar nuevos líderes”. En tal sentido la sociedad naciente entre Bullrich y Melconián, recuerda algunas otras, históricas y exitosas, como la de Menem y Cavallo, o la de Duhalde y Lavagna.
Cerremos entonces con una sentencia de síntesis: Patricia Bullrich y Carlos Melconián: una sinergia virtuosa.
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