domingo, 9 de febrero de 2020
Rosario taurino: Toros, corridas y un coliseo imponente en pleno centro
La entrada era por Córdoba y Dorrego y los boletos se compraban en Córdoba e Italia.
Pensar en un estadio en el microcentro actual es tan inverosímil como imaginar un coliseo taurino en una de las esquinas más transitadas de la ciudad. Sin embargo, existió durante poco más de 10 años en Córdoba y Dorrego. Ni la perseverancia de la Sociedad Protectora de Animales de Rosario pudo frenar la construcción de una estructura imponente de madera en la que entraban 6 mil personas, que llegó a albergar 10 mil espectadores en su inauguración, pero que quedó obsoleta con el paso del tiempo por el desinterés que fue teniendo la actividad.
Las corridas tuvieron una buena recepción en la ciudad antes de la construcción de lo que luego se conoció como el Coliseo Taurino, pero a medida que los años avanzaban, la sociedad dejó de prestarle atención a una práctica que tuvo varias sedes en la ciudad, algunas clandestinas y otras que no llegaron a concretarse.
A pesar de la obvia falta de fuentes directas, la información que aportaron Federico Dunger, a través de su grupo de Facebook “Fotografías y estampas del Rosario antiguo”, y la Junta de Historia de Rosario fueron indispensables para reconstruir una parte del pasado taurino en la ciudad.
La plaza de toros se inauguró como circo y espacio para realizar corridas el 10 de noviembre de 1899 en lo que hoy es Córdoba y Dorrego; precisamente, frente a la plaza San Martín. Entraban 6 mil personas, aunque distintos registros de la época cuentan que el día de la apertura la capacidad llegó a los 10 mil concurrentes.
Con su entrada principal en la esquina de Dorrego y la boletería en la esquina de Córdoba e Italia, los archivos de la época hablan de una estructura de madera que costó entre 70.000 y 80.000 pesos.
Pero el coliseo levantado en lo que hoy es pleno centro tenía como fin reinsertar una práctica que tuvo poco menos de 20 años de idas y venidas en la ciudad, sumado a un interés real por los españoles que ya vivían en Rosario. En sus comienzos hubo buena participación del público en este tipo de encuentrod, pero con el tiempo, luego de varios errores en la organización y una escasez de interés de la gente, se fueron perdiendo asistentes y las corridas sumaron quejas y rechazo. Principalmente, por una sociedad que persiguió siempre estas prácticas para terminarlas definitivamente: la Sociedad Protectora de Animales de Rosario.
Inicio con desmanes.
En 1870 se creó la Sociedad Protectora de los Animales de Rosario, que entre sus propósitos fundacionales buscaba “aliviar el sufrimiento innecesario de las bestias y mejorar los hábitos y sentimientos de las personas” que usaban a las mal llamadas bestias para distintos trabajos.
A pesar de varios intentos por impedirlo, la agrupación local no pudo frenar la inauguración de las corridas en febrero de 1872. Las primeras se hicieron en la actual plaza San Martín, hasta donde se acercaron alrededor de 4 mil personas, pero la ceremonia que se programó como una fiesta terminó en un escándalo.
Cientos de personas se descontrolaron en plena plaza de toros, tirándole piedras a los animales y, en algunos casos, clavándoles banderillas. Incluso, según el trabajo de José Amaro referido a este particular suceso en la historia de la ciudad, distintos grupos de personas con varias copas de más invadieron el terreno.
Los espectadores fueron calmando los ánimos a medida que las corridas seguían desarrollándose el mismo año, aunque la tranquilidad volvió a desaparecer el 30 de mayo, cuando hubo desmanes peores que los de las primeras fechas. Todo terminó con la venta de la plaza a un nuevo grupo de tres empresarios, pocas semanas después de los nuevos incidentes.
En el ínterin, la Sociedad Protectora seguía intentando frenar las presentaciones, aunque sin éxito. La plaza de toros se trasladó al sitio donde hoy está la plaza General López (hoy, Buenos Aires y Pellegrini) hasta julio de 1874, cuando la Municipalidad dictó una prohibición para las corridas de toros. Con esto, las actividades legales desaparecieron hasta marzo de 1875, momento en que un empresario solicitó desarrollar seis nuevas corridas a pesar de la prohibición.
Después de concretar casi todas ellas, de las corridas no volvería a hablarse por las calles de Rosario hasta 1883, cuando corrieron rumores de la construcción de una nueva plaza de toros.
Por los dichos, dos figuras fuertes se meterían en el medio para interceder y truncar la posibilidad: Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre.
La bronca de Sarmiento
No contento sólo con pedirle al entonces ministro del Interior, Bernardo de Irigoyen, que intercediera, Sarmiento vino a Rosario a tratar de impedir que se construyera la plaza de toros para “evitar a la segunda ciudad de la república la afrenta de que en su seno se funde una plaza de toros”, según indica Amaro en su trabajo.
En el mismo material, marca cómo el propio Mitre confirmó la presencia de Sarmiento en la ciudad, con una carta que le mandó a un juez federal de Rosario para avisar de la visita del presidente de la Sociedad Protectora de Animales “con el objeto de demandar ante la justicia federal al concesionario de una plaza de toros”.
“Acompaño al señor Sarmiento con mis votos y espero que alcanzará (sic) su objeto y que será amparado por la Justicia nacional”, agregó. Hubo otros episodios durante la década de 1880, aunque la prohibición hacia las corridas se extendió por varios años más.
En 1899, el coliseo taurino se materializó. Acá se suceden dos nombres distintos (Pedro Ríos y Enrique Ruiz) de responsables que consiguieron la autorización del Concejo Deliberante para construir un circo en donde, además, pudieran hacerse corridas de toros.
A modo de resguardo, en el artículo 4 de la ordenanza que habilitaba la construcción del coliseo se mencionó la posibilidad de romper automáticamente el permiso acordado en caso de un nuevo dictamen de una ley, decreto o reglamentación que prohibiera las corridas. Y para sacar algo más de provecho, se acordó un impuesto para que el 10% de las ganancias brutas del lugar fueran directo a las cuentas de la ciudad.
Así, el 10 de noviembre de 1899 se inaugura el Coliseo Taurino de Córdoba y Dorrego. La intención fue reactivar una vieja actividad, añorada principalmente por los inmigrantes españoles de la ciudad. Pero antes de cumplir un año, algunas medidas tomadas desde el Concejo evidenciaron la falta de interés de la mayoría de los rosarinos por asistir a las corridas.
“Castigo” y advertencia
En octubre de 1900, el Concejo Deliberante bajó a la mitad las contribuciones que debía aportar el coliseo al municipio. La falta de interés saltaba en las cuentas del lugar, un negocio que no cerraba por ningún lado. Alrededor de 1910, el coliseo fue demolido.
Se quiso insistir en la implementación de otra plaza de toros en 1910, esta vez en la plaza Santos Dumont (Freyre y Alvarez Thomas) de Pueblo Alberdi (hoy, barrio Alberdi), que en ese entonces no estaba anexado a Rosario. Ahí estaba, otra vez, la sociedad protectora local para pedirle al entonces ministro de Gobierno de la provincia que intercediera para hacer cumplir la ley 2.786 (hoy, ley 14.346 conocida como “ley Sarmiento”).
Incluso se sumó la sociedad protectora nacional y se tomó una medida drástica: el Ministerio del Interior de la Nación dispuso la demolición de la plaza entera, a modo de “castigo” y advertencia a quienes intentaran violar la ley.
En marzo de 1910, una nueva prohibición de estos “espectáculos” dentro del municipio se sumó a la falta de interés por las corridas de toros, y estas exhibiciones, las plazas de toros y el Coliseo Taurino quedaron en la historia.
Fuente: La Capital
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