Por Ernesto Martinchuk
Entre el 22 y 23 de agosto de 1812, la ciudad de San Salvador de Jujuy dio lugar a una de las estrategias más significativas para alcanzar la independencia frente al ejército realista. El denominado como Éxodo jujeño comandado por el Gral. Manuel Belgrano, significó el traslado de más de 1500 personas hacia San Miguel de Tucumán. Partieron de San Salvador Jujuy para dejarla deshabitada y sin recursos que pudieran ser de utilidad para las fuerzas realistas. Sucedió hace 212 años y representó un hito en la épica de la independencia que culminó en la batalla de Tucumán, una de las más importantes dentro del proceso de la independencia
El enemigo avanza a las órdenes de Goyeneche que puso a la vanguardia con más de 3.000 hombres y 10 cañones al mando del general Pío Tristán. Más de 800 realistas, de la primera columna de esa avanzada, parte de Suipacha el 1ro de agosto.
El grueso de las fuerzas patriotas -que integraban el Ejército del Norte- se hallan concentradas en San Salvador de Jujuy y la vanguardia en Humahuaca. Ante esta situación, el 14 de julio de 1812 el Gral. Belgrano emite un bando convocando a las armas a los habitantes de Jujuy, compuesta -en su gran mayoría- por un alto grado de campesinos de naciones originarias como los Ocloyas, Omaguacas, Chichas, Quechuas, Kollas, Atacamas, Fiscaras, Cochinocas, Tilianes, Casabindos, Paypayas, Guarani, Tastiles, Tonokote entre otros pueblos, con intereses y demandas concretas que sumaron honor y sangre a los sueños de independencia y respondieron con entusiasmo al llamado del prócer, quién los exhorta a la lucha en términos que revelan un profundo amor a la Patria:
“Cuando el interés general exige las atenciones de la sociedad, deben callar los intereses particulares, sean cuales fuesen los perjuicios que experimentasen; este es un principio que sólo desconocen los egoístas, los esclavos y que no quieren admitir los enemigos de la Patria; causa a que están obligados cuantos disfrutan de los derechos de propiedad, libertad y seguridad en nuestro suelo, debiendo saber que no hay derecho sin obligación y que quien sólo aspira a aquel, sin cumplir con ésta, es un monstruo abominable, digno de la execración pública y de los más severos castigos. Exige por hoy el interés general que todos tomen las armas para sostener esa misma causa, cuya justicia está apoyada en fundamentos incontrastables de derecho natural y divino…”
Todos los ciudadanos de entre 16 y 35 años “amante de la libertad” son convocados a alistarse en las banderas de la patria. Así organiza, bajo las órdenes de Eustaquio Díaz Vélez, una nueva unidad de caballería llamada los “Decididos”. Acelera la fundición de cañones, reúne la caballería y el ganado. El 29 de julio da una proclama haciendo extensivo su llamado a la población. Ordena abandonar los hogares dejando las tierras arrasadas al enemigo. Insta a las familias a unirse al ejército, llevando sus armas, el hierro, el plomo y sus ganados a Tucumán. Las cosechas son quemadas y los que se resistan ejecutados.
Desconfiaba profundamente de los terratenientes locales, a los que llamaba “los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, prosperidad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud”. Tenía datos precisos de que ya estaban en contacto con la avanzada española para hacer negocios con las probables nuevas autoridades, de las que habían recibido la garantía de respetar sus propiedades. Belgrano no les dejó alternativas: o quemaban todo y se plegaban al éxodo o los fusilaba.
El 23 de agosto, -sin la aprobación del Triunvirato- Belgrano inicia la retirada que él mismo dirige y en la caravana van las familias de abolengo, las de noble estirpe, los doctores y letrados, labradores y artesanos, mujeres, niños y viejos, todos formando un monumento viviente de heroísmo, gracias a las alianzas estratégicas y a la participación activa del pueblo.
Las fuerzas de Tristán entran en la ciudad el día 24 e intercambian los primeros fuegos con la retaguardia patriota. Aquel hecho destacó la figura del General Belgrano por su gran determinación y liderazgo, así como también la valentía del pueblo jujeño para defender la Patria. Finalmente, veinte días después del éxodo, y ya en tierra tucumana, el Ejército del Norte, al mando del General Belgrano, venció a los realistas y obligó a las tropas enemigas a retroceder hacia el norte. De ese modo, los independentistas recuperaron el control de esa región, que se hizo completo con una segunda victoria en la batalla de Salta.
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