domingo, 9 de enero de 2011

Los obreros del agro santiagueño en el desflore de maíz (tercera parte)

Fuente: wwww.razonyrevolucion.org Agustina Desalvo
¡Vamos, vamos que la flor está apurada!
Los obreros del desflore trabajarían, cuando “el lote no está apurado”, 8 horas diarias (de 6:30 a 11:30 horas y luego de 15 a 17 horas). Sin embargo, como habitualmente “el lote está apurado” terminan trabajando entre 10 y 12 horas por día:
“A veces, cuando los lotes vienen muy apurados, muy avanzados de flor sí, podemos trabajar 10, 12 horas (…)Y esto puede pasar, pueden trabajar una semana 12 horas y después cuando se tranquiliza todo, no hay contaminación de polen, ahí hacemos 8 hs.”
En cuanto a los francos, a veces les conceden los domingos, pero por lo general los trabajan al igual que los feriados. Además, como cobran el doble muchos optan por emplearse igual. Los días de lluvia también son laborables si la actividad lo requiere, pero si las condiciones climáticas hacen inviable el desflore, esos días no los cobran:
“Te dan los domingos… Rara vez. Por ahí cuando la flor está apurada, cuando viene mucha flor, no se descansa. Domingo, feriado, trabajamos igual. Y a veces los domingos nos conviene porque son al 100%. Y los muchachos lo quieren trabajar, porque saben que están ganando un poquito más y los feriados lo mismo. Ahí sacamos un poquito de ventaja (…) Si trabajamos día de lluvia es un 100%. Y si no trabajamos no cobramos. Sólo el cabecilla; el cabecilla es corrido del día que llega hasta el día que vuelve, trabaje o no la gente. Pero la gente si no trabaja no gana.”
Manpower los provee de guantes, antiparras, sombrero y pañuelo. Y en Salta, zona donde son comunes las víboras, les dan polainas de cuero para prevenir mordeduras. Sin embargo, las condiciones de trabajo varían según la zona. En San Nicolás, provincia de Buenos Aires, por ejemplo, los trabajadores se quejan del trato recibido:
“…hay zonas que nos atienden muy mal, muy mal. (…) El año pasado, en diciembre, que estaba en San Nicolás y re mal. Me sentía como esclavo, yo les decía ‘muchachos, somos esclavos’. Porque nos ponen casillas rodantes y en ambas partes que vamos nos ponen comedores. Pero ahí nos dan una mesa y comemos unos parados, otros sentados, era feísimo. Y yo les decía a los muchachos, ‘estamos esclavizados’”.
En algunas zonas, como en la provincia de Córdoba, cuentan con casillas fijas, pero lo habitual son los campamentos con casillas rodantes para 18 personas. El capataz general es el único que tiene la suya propia. No cuentan con electricidad ni baños. Mientras dura la actividad deben permanecer en el campamento, no tienen permitido salir siquiera cuando ha terminado la jornada. En cuanto al salario, los trabajadores terminan percibiendo menos de lo que las empresas dicen que les van a pagar:
“Este año nos han pagado 60 pesos por día. O sea, nos decían que eso ya tenía descuento, porque te descuentan para jubilación, obra social, eran 60 pesos. Y cuando nosotros hacemos números no llega a los 60 pesos, llegamos a 54 o 55 pesos.”
El pago final resulta inferior a lo pautado ya que muchas veces les quitan lo que consumen en la proveeduría del lugar. Pues si bien tienen un menú pautado (carne, fideos, arroz, azúcar) existen gastos extras que les son descontados: jabón, elementos para lavar la ropa, cigarrillos, gaseosas. La proveeduría del lugar, que pertenece a Manpower, les vende a un precio más alto que el corriente.
Los trabajadores no firman contrato, es decir, no pautan de antemano la cantidad de días a trabajar, sino que se enteran una vez que están en el desflore. Es recurrente que los días trabajados no les alcancen para cubrir los gastos que tuvo la familia durante la partida. Ante esta situación, entienden la necesidad de juntarse para bregar por la firma de un contrato donde se pauten los días, sin embargo, no han logrado ponerse de acuerdo:
“Yo salgo de mi casa a trabajar, y tengo que dejar una libreta abierta, un almacén, para que mi familia se pueda mantener. Si nos vamos y trabajamos 10 días, nosotros no pagamos la mercadería, o sea que gastamos allá, gastamos acá (…) Queríamos firmar un contrato para poder trabajar, para uno saber cuántos días de trabajo podemos tener. Pero como los cabecillas, hay algunos que quieren y otros que no quieren… Realmente no estamos unidos.”
Las condiciones de empleo pautadas nunca se cumplen: trabajan más horas de las estipuladas, los descansos no se respetan y el salario recibido es menor al acordado. Asimismo, los obreros resultan estafados en cuanto a la cobertura de salud, pues les exigen haber trabajado 3 meses seguidos en la actividad para poder hacer uso de la obra social. Algo que resulta imposible, pues nunca se los emplea esa cantidad de tiempo en forma continua. Sin embargo, la empresa les descuenta igual:
“Dicen que tenemos que estar 3 meses en la actividad para que la obra social nos cubra a nosotros. Y entonces yo siempre les digo, para qué nos descuentan la obra social, si no nos sirve, porque nunca estamos tres meses. Estamos siempre 20 días, 25 días y a nosotros nos descuentan igual. Y cuando vamos al médico tenemos que pagar, si nos dan remedios tenemos que pagar. O sea que si en ese momento, nosotros no tenemos dinero nos pagan ellos, pero cuando vamos a cobrar viene la boleta con descuento.”
Por otro lado, las condiciones en que viven son miserables. “¡No tenemos ni para comer!”, exclama la esposa de un trabajador del desflore cuando se le consulta si poseen “algún campito con animales y huertas”. No cuentan con agua potable ni electricidad en sus viviendas: “Tenemos que recorrer como 300 metros para juntar agua, y si no ha llovido por días no podemos juntar”. Habitan en ranchos de madera o adobe. Durante el tiempo que no se dedican al desflore hacen trabajos de albañilería o se emplean, también en forma asalariada, en el desmonte:
“El rancho es de madera, adobe, cortan todas las clavillas pero no lo cocinan, es de barro nomás. Y toda gente humilde. Animales muy poco, así que viven trabajando en el campo. Ahora, por ejemplo, hay mucha gente que va a la provincia de Córdoba y limpia campos, trabajan en el desmonte. Y hasta que venga el trabajo éste de la flor, trabajan en esto.”
Sin embargo, estas tareas son subsidiarias de la actividad principal, el desflore. De allí que los trabajadores miren con preocupación las innovaciones tecnológicas que se han puesto en práctica recientemente en Villa Maria, Córdoba. En efecto, si bien el desflore se hace predominantemente de forma manual,6 uno de nuestros entrevistados nos informó que en esa localidad se puso a prueba una máquina para el desflore, que podría realizar la primera etapa de la actividad:
“Este año probaron en Villa María, en el desflore y se saca bastante. Y se quita más trabajo. Y con el tiempo se va a perder más trabajo (…) La máquina agarra 6 surcos, son dos rodillos que trabajan. Es como si trabajara una persona. Detectan la flor con láser y la saca con esos rodillos. O sea, que no le sacan todo, sí o sí tiene que ir una persona atrás. El primer paso lo hace la máquina ahora, pero no necesitás más días de trabajo. Por decir, son 80 hectáreas hoy lo hacen 3 cuadrillas, cuando podías meter en esas 80 hectáreas 6 o 12 cuadrillas (…) Son máquinas nuevas. Sólo que no lo pueden trabajar porque hay distintas variedades de semillas, hay maíz alto, otro que es bajito. El maíz bajito tiene que ir la persona. La máquina no creo que lo trabaje bien, al maíz alto sí.”

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