domingo, 2 de agosto de 2020

El peronismo en modo pandemia: entre la urgencia del conurbano y la ofensiva por la reforma judicial

       
Los intendentes del conurbano son el factor de poder político más importante y desequilbrante que tiene la política argentina: son los que tienen la lectura directa de lo que pasa en el territorio más caliente del país y el que demográficamente puede torcer cualquier elección. Son los que no rompen con el poder central si no hay garantías de triunfo. Hoy, como en 2019, la única garantía de triunfo es Cristina.

El control del territorio por parte de los intendentes se basa en estrategias muy conservadoras de conservación de poder, disculpas por la redundancia. Esos movimientos se vieron muy claros durante estos meses de pandemia. Siempre el problema es de otros y nunca de ellos:
La cámara oculta del intendente de José C. Paz, Mario Ishii que les decía a los ambulancieros: "Yo los tengo que cubrir cuando están vendiendo falopa con las ambulancias". Más allá de esta declaración se vio claramente cómo se negocian determinadas cosas en el conurbano.
A los dos meses de la cuarentena, los intendentes salieron a decir que la culpa de cualquier brote iba a ser de Larreta que abría comercios. No decían nada de que ellos les permitían a sus comerciantes abrir con las persianas medio bajas. Era obvio que la circulación del virus iba a tener esa dirección y se anticiparon con las culpas.
Frente a los cortes de luz en el conurbano bonaerense, salieron a pedir la estatización de Edesur. No tienen vocación de estatizadores, reconocen cerca de uno de ellos. Es apenas una manera de presionar a la compañía o por lo menos lavarse las manos frente a su gente.

El sistema eléctrico no está preparado para tener a todo el mundo en su casa todo el día. En barrios vulnerables todo el tendido pende muchas veces literalmente de un cable. Fuentes del sector energético, aseguran que durante la gestión de De Vido se le giraron 700 millones de pesos para obras energéticas a intendentes que nadie sabe dónde están.

Los intendentes además actúan como contrapeso en la Provincia. No lo quieren a Axel Kicillof. Le piden más generosidad porque se sienten actores clave en su victoria en 2019. Pero a la vez fueron la principal traba que sufrió el gobierno bonaerense para poder implementar un sistema eficaz de rastreo de casos sospechosos de Covid.

“Los rastreadores son los compañeros que van casa por casa, acompañados de un agente de salud por equipo”, contestó uno de ellos cuando Provincia intentó desembarcar con su gente. El poder de fuego de las intendencias no fue suficiente y hoy el conurbano está desbordado de casos.
Se puede ver incluso en el video de Ishii las dificultades que tiene para lograr que las ambulancias funcionen 24 horas con gente medianamente despierta. (Vale la pena verlo entero, comparto el link más abajo).

En estos días se empezaron a ver tomas de tierras en el conurbano que no queda claro a qué responden. Las tomas más calientes se están dando en La Plata, una intendencia de Juntos por el Cambio. Pero también se ven en José C. Paz, Pilar, Ciudad Evita (Matanza) y otros distritos... Al peronismo no le deberían pasar estas cosas.

“Vimos durante esta cuarentena situaciones de descoordinación entre fuerzas federales y la policía bonaerense en reiteradas ocasiones. Lo cual facilita el accionar delictivo en distintos puntos del territorio de la provincia”, denuncia la diputada del PRO Adriana Cáceres que pidió aumentar las penas contra "esas mafias" que estarían organizando las tomas.

La policía está desbordada, especialmente en la provincia de Buenos Aires. Tienen que hacer malabares entre la inseguridad, las tomas y el control de la cuarentena.
"Los intendentes tienen al 80% de su gente en cuarentena y están preocupados por cómo pagar sueldos. No se pueden ocupar y algunos grupos aprovechan", dice un importante dirigentes del conurbano que sigue de cerca el tema.

En el conurbano la preocupación por la inseguridad es creciente. Sin embargo, grupos kirchneristas empiezan a ver también con malos ojos la presencia de Sergio Berni en la provincia, de discurso más duro. Lo dicen en voz baja porque lo banca Cristina. El fin de semana hubo expresiones públicas en su contra.
La Justicia, el Congreso y el juego de los números

Mientras estos problemas se agudizan en el conurbano, Alberto presentó un proyecto para reformar la Justicia. Proyecto hipernecesario teniendo en cuenta que la Justicia es una de las instituciones con más desprestigio del país. (Los que reciben mi newsletter los lunes, tendrán más info sobre esto) Queda la duda sobre si era el momento para este tipo de debates. Hay un proyecto de reforma en el Congreso que va a pasar sin problemas por el Senado y va a tener más dificultades en Diputados, no imposibles de sortear.

Pero el mayor inconveniente es que el Gobierno ahora quiere modificar tres órganos fundamentales para manejar/mejorar la Justicia (pongan el calificativo que consideren): el Consejo de la Magistratura, la Procuración y la Corte Suprema.
Puede votar esos cambios con mayoría simple en el Congreso. Pero para nombrar a los integrantes de la Corte y al jefe de los fiscales necesitan los 2/3 de los presentes del Senado, 48 votos.
En el Senado, Juntos por el Cambio con sus aliados consigue 29 senadores que serían la garantía de que nada podría hacerse sin acuerdo de la oposición.

Aunque esos números son siempre transitorios. El oficialismo, aún en plena crisis, tiene billetera y recursos simbólicos para convencer a algún opositor de cambiar de postura: fondos, obra pública, nombramientos... es parte del cóctel que se puede usar para ir hilando fino. Si la Corte tuviera 13 miembros como propuso la cristinista Fernández Sagasti o 19 miembros -como propuso en su momento Zaffaroni- habría varios cargos para repartir y torcer voluntades.
El Frente de Todos tiene 41 senadores más una aliada (42). Le faltan 6 para los 2/3.
El PRO y la UCR tienen 23. Les faltan 2 para llegar al número mágico del bloqueo asegurado que son 25 senadores.
Juntos por el Cambio, por fuera de la UCR y el PRO tiene esos 2 senadores: Roberto Basualdo (San Juan) y Claudio Poggi (San Luis), ambos de extracción peronista.
Hay un interbloque Federal que integran Juan Carlos Romero (Salta), Carlos Reutemann (Santa Fe), Lucila Crexell (Neuquén) y Clara Vega (La Rioja). Los cuatro entraron al Senado por Cambiemos pero dejaron el espacio. Son aliados de la oposición pero que juegan de líberos.

La senadora Clara Vega llegó a su banca después de una dura disputa judicial con la UCR, por la ley de paridad de género. Había entrado como segunda suplente de la ahora intendenta de La Rioja Inés Brizuela y Doria. Siendo la renunciante una mujer, ella consideraba que le correspondía ingresar. Pero el radicalismo intentaba imponer al primer suplente, José María “Gugú” Rivero.
Una pelea suave hasta acá. Pero lo que disparó el conflicto es que antes de que la Justicia decidiera, la UCR invitó a Rivero a un cóctel de bienvenida a nuevos senadores… La senadora –una vez que tuvo el aval judicial- armó su propio bloque y siempre puede aparecer alguna excusa para romper. Ella asegura que integra la oposición y que no comparte la agenda judicial del oficialismo.

En el Frente de Todos creen que pueden convencer a Lucila Crexell. Vivió una situación similar a la de Clara Vega: entró segunda en la lista de Juntos por el Cambio en 2020 pero el primer candidato, Horacio “Pechi” Quiroga falleció de un paro cardíaco. La UCR intentó sacarle el lugar aduciendo que le correspondía a un hombre. También Crexell se fue del bloque. Hoy tiene juego propio.

El oficialismo cree que puede contar con Alberto Weretilnek (exgobernador de Río Negro); su gobernadora necesita de la ayuda del Gobierno nacional. También hay que mirar a Reutemann, siempre impredecible.
A todo esto, adentro del bloque de Juntos por el Cambio desconfían de los senadores de Gerardo Morales, que hasta ahora con ausencias fueron funcionales a las necesidades de la Casa Rosada. Conocen de las necesidades financieras del gobernador. Ojo: los 2/3 son de los presentes.

Alberto leyó su discurso de presentación de la reforma judicial. Raro en un hombre que es abogado pero improvisa presentaciones sobre salud pública. Casi decía con su tono que el proyecto no era de él.
La oposición no estuvo en el lanzamiento. Pero las máximas autoridades de Juntos por el Cambio (excepto Carrió) no se expresaron sobre el proyecto desde que fue presentado. ¿Intentó despegarse Alberto con la lectura? ¿La oposición intentó salvarlo al no salir con los tapones de punta? ¿Tiene diferencias Alberto con Cristina?

El martes pasado se había convocado un encuentro de “albertistas” para formar una red de dirigentes que le hiciera contrapeso al ultrakirchnerismo de la Cámpora. Son muchos los peronistas que piden esos matices. Pero Alberto pareciera no tener interés, quizás conocedor de sus propias fortalezas y debilidades. “Si Alberto no quiere albertismo, ¿para qué hacer una reunión?”. La pregunta la hizo un dirigente que iba a participar. Al final decidió no ir.
Por Pablo Winokur para a24.com

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