En el enorme salón, el profesor comienza la clase. A su espalda, desde una pantalla de tamaño de cine, una imagen del presidente chino, Xi Jinping, mira con benevolencia a los alumnos. Junto a él, una de sus citas exhorta a estudiar con ahínco la historia del Partido Comunista de China (PCCh) y a aplicar sus lecciones para el futuro. Protegidos por mascarillas, escuchan en silencio 40 estudiantes, casi todos varones de mediana edad, vestidos en su mayoría con las chaquetas de cremallera y colores oscuros, comunes entre los funcionarios del partido.
La Academia China de Liderazgo Ejecutivo en Jinggangshan, en el sureste de China, no es una escuela cualquiera. Establecida en las montañas donde el PCCh fundó su primera base revolucionaria hace un siglo, es uno de los cerca de 3.000 centros de formación del Partido Comunista. Repartidos por todo el territorio chino, en ellos los mandos y miembros del partido reciben actualizaciones ideológicas y adiestramiento sobre cómo ejercer sus cargos. Para los funcionarios que aspiran a una promoción, el paso por una de estas instituciones durante un plazo de tres a seis meses es obligado. Otros asisten a cursos de refresco de una semana o diez días de duración.
Por las aulas de Jinggangshan, en un terreno idílico rodeado de bosques y azaleas salvajes, pasan cada año hasta 12.000 estudiantes: funcionarios, militares, empresarios o universitarios. Un grabado tan alto como la pared, a la entrada, enumera en grandes caracteres los principios del partido. “Buscar la verdad a partir de los hechos” es el primero. Por los pasillos de uno de sus tres bloques, una pantalla digital marca la hora al tiempo que va mostrando dichos de Xi Jinping. Profesores y responsables del centro también citan profusamente al líder.
Este año en que el PCCh —la institución más poderosa y omnipresente de China— celebra su centenario, el papel de las escuelas del partido como máquina engrasadora de la corrección ideológica de sus militantes ha adquirido una importancia especial. Es fundamental que los 92 millones de comunistas oficiales estén perfectamente alineados con las tesis de la formación. Nada de “nihilismo histórico”, como caracteriza el PCCh a la tendencia a centrarse en los aspectos más negativos de su pasado. Xi ha lanzado una campaña para que los miembros del partido estudien la historia de la formación para “hacer frente mejor a todo tipo de riesgos y desafíos previsibles o imprevisibles en el camino por delante”.
En una visita de prensa organizada por las autoridades chinas, la lección que imparte hoy el profesor Cheng Shengma en Jinggangshan mientras sus estudiantes no dejan de tomar notas diligentemente, es —por supuesto— de Historia. El académico no deja de mencionar las palabras de Xi al explicar las batallas de los primeros años de aquella primera base revolucionaria, “donde empezó todo, la cuna de la revolución, el cimiento de la nación china”.
Zhou Shaoxin, funcionaria en el Banco Central de China de 49 años y miembro del partido desde hace 12, es una de esas alumnas y asegura que este tipo de cursos le es muy provechoso. “Me siento purificada. Aquí podemos captar mejor el verdadero espíritu revolucionario, y aplicarlo en nuestra vida diaria”, asegura con gesto entusiasmado. El “espíritu de Jinggangshan”, una frase que los responsables de la academia repiten una y otra vez, implica “ser firme en tus convicciones, adherirte a ellas” frente a las dificultades.
Además de historia del partido, su especialidad, la academia de Jinggangshan imparte también otras materias, incluidas el marxismo y el pensamiento de Xi Jinping, junto a cuestiones más relacionadas con la gestión, como la respuesta ante emergencias. Este año se han incorporado al temario las enseñanzas del Quinto Pleno del Comité Central del partido y el 14 Plan Quinquenal, aprobado el mes pasado.
La meta, asegura su director, Mei Liming, es “aumentar la competencia y la calidad del liderazgo” de los miembros de la formación. Un buen comunista, un líder ideal, debe demostrar “lealtad —subraya—, honestidad, limpieza de comportamiento y responsabilidad”.
No le faltan voluntarios al PCCh, que se describe como “la formación comunista más numerosa del mundo”. Aunque el número de solicitudes ha caído, en diciembre de 2019 -los últimos datos disponibles- el número de miembros era de 91,91 millones, un aumento de 1,32 millones con respecto al año anterior y que significa que el 6,5% de la población de China es militante de la formación. Se presentaron 19 millones de solicitudes de ingreso, de las que se aprobaron aproximadamente nueve millones.
En parte, la caída en el número de peticiones se debe a un intento, desde la llegada de Xi al poder en 2012, de aumentar esa “competencia y calidad del liderazgo”, mediante unos requisitos de admisión más estrictos. Se favorece la entrada de universitarios, mientras que cae la representación de los campesinos y trabajadores, que en sus orígenes formaron su columna vertebral: representan el 34,8% de los militantes, frente a un 50,7% de miembros con un título superior. Las mujeres están poco representadas: apenas suman el 27%, y solo hay una mujer, la viceprimera ministra Sun Chunlan, entre los 25 miembros del Politburó, el segundo nivel de mando del PCCh. No hay ninguna en el Comité Permanente, el primer nivel.
Un largo proceso de años
Ingresar en el partido es un proceso que se prolonga durante años. Comienza con una solicitud por escrito a la rama local del partido. A ella se añadirá después un currículum vitae y datos sobre la familia y contactos del aspirante, así como sobre el historial político de sus padres. Si se acepta la petición, el candidato tendrá que pasar un año de formación, supervisado por dos miembros de pleno derecho, en el que tendrá que escribir cada tres meses redacciones sobre los principios del PCCh y los últimos acontecimientos políticos. Ocho colegas, conocidos o vecinos tendrán que dar fe de la idoneidad de su carácter.
Si todo va bien, llega entonces la aceptación oficial. Dos militantes del partido, normalmente los supervisores, deben avalarla. Un miembro de nivel jerárquico superior examinará la candidatura, en un plazo que oscila entre los tres y seis meses, y someterá al aspirante a una entrevista. En caso de superarla, se convertirá en miembro provisional. Solo un año más tarde será nombrado miembro de manera definitiva.
El éxito puede requerir varios intentos. Yao, estudiante de la academia de Jinggangshan, logró el ingreso a los 37 años y admite que “no es fácil conseguirlo”. ¿El mejor ejemplo? El propio Xi. Él mismo, según la leyenda, necesitó repetir su solicitud 10 veces.
Fuente: El País de Madrid
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