El
G-20 de Buenos Aires marcará un punto clave en el viraje que hizo la
Argentina en su vínculo con el mundo en los últimos años y marcará un
claro contraste con la década de confrontación con parte de la comunidad
internacional que caracterizó al kirchnerismo durante sus gobiernos. La
relación entre la Argentina y el G-20 nunca estuvo mejor que ahora y el
gobierno de Mauricio Macri buscará aprovecharlo. El Presidente tiene en
carpeta una cargada agenda de prioridades para conversar con sus pares
en las reuniones bilaterales que abarcan desde acuerdos comerciales
hasta pedidos de financiamiento para obras de infraestructura.
Lejos
del pedido de expulsión del Reino Unido, de las rispideces con Estados
Unidos por la falta de apoyo ante los holdouts o del congelamiento de la
relación bilateral con España por la estatización de YPF, esta vez la
Argentina llega a la cumbre de mandatarios no solo como anfitriona, sino
tras recibir una muestra de apoyo de las potencias al programa
financiero de Macri, que la ubica ante el desafío de cumplir las
demandas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y alejar los fantasmas
de que el país otra vez no pueda pagar sus deudas.
"Estamos
presidiendo el foro más importante del mundo. Después de tantos años es
volver a estar en primera", desliza en términos futbolísticos un
funcionario clave en la trastienda de la cumbre.
La
estrechez del vínculo con el mundo volverá a ponerse a prueba durante
el encuentro de la semana próxima, cuando Macri mantendrá una serie de
encuentros bilaterales en los que agradecerá el apoyo para lograr un
nuevo acuerdo con el FMI, buscará abrir caminos para que empresas
privadas participen de programas PPP de infraestructura (particularmente
con China) y explorará nuevos acuerdos en materia de energía (con
Estados Unidos y Rusia), entre otras metas.
Pero
pese a la solidez del vínculo actual, la historia marca un camino
sinuoso con puntos muy altos como el actual y peligrosamente bajos como
cuando hubo pedidos para que nuestro país fuera expulsado
definitivamente.
La
Argentina llegó a formar parte del grupo en 1999 -durante la
presidencia de Carlos Menem- por iniciativa del entonces presidente de
Estados Unidos Bill Clinton, que eligió a tres países sudamericanos
(nuestro país ingresó junto a Brasil y México) y otros del mundo para
sumarse al que integraban las siete las naciones consideradas las más
poderosas (Estados Unidos, Francia, Japón, Alemania, Canadá, Reino Unido
e Italia), con el objetivo de aumentar la representatividad global de
lo discutido en el grupo. Hoy, el G-20 representa el 85% del PBI
mundial, el 80% de las inversiones globales, el 75% del comercio
internacional y el 66% de la población.
Durante
los primeros años, los encuentros del grupo estuvieron encabezados por
los ministros de Economía y los presidentes de los bancos centrales, y
fue recién tras la inmensa crisis financiera de 2008 y 2009 que se
decidió elevar el nivel de las reuniones a jefes de Estado.
Fue
en ese primera cumbre de mandatarios cuando Cristina Kirchner aseguró
que se estaba frente al "final de un modelo económico y político". Ese
primer discurso anticipó la postura de confrontación que desarrollaría
años más tarde.
La
Argentina no estaba bien posicionada en el grupo. Para esa fecha, el
país ya había estado bajo la lupa de naciones miembros del G-20, como
Alemania o el Reino Unido, y de otros satélites, como Chile, que
cuestionaban la pertinencia de que nuestro país siguiera formando parte
del grupo después del default de 2001. Sin embargo, la movida para
expulsar a la Argentina no escaló.
Los
años que siguieron evidenciaron en los encuentros de líderes el
alejamiento del kirchnerismo de Occidente y el acercamiento al eje
bolivariano en la región y a países como Rusia o China.
Uno
de los años más tensos fue en 2013, en San Petersburgo, cuando la
presidenta se enfrentó públicamente a Barack Obama por la disputa con
los holdouts en la Justicia de Estados Unidos y la falta de apoyo del
gobierno del demócrata. En la "foto familiar" de la cumbre, Cristina
posó al lado de Vladimir Putin. "Si se lo cruzan a Obama, pregúntenle a
él", dijo la ex mandataria horas antes.
El
cambio de gobierno en la Argentina en 2015 llegó acompañado de un
lavado de cara de la imagen de la Argentina en el exterior, marcó el
final de una relación turbulenta con el grupo y abrió una etapa de
expectativa, primero, y de sintonía después, reflejada en la decisión de
alto simbolismo político de entregarle al país la presidencia del G-20,
que concluirá después de la cumbre que tendrá lugar en Costa Salguero.
Fuente: LA NACIÓN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario